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Mostrando las entradas de noviembre 30, 2025

UN DÍA CUALQUIERA: El ojo del día

Por Rebeca Jiménez  Cada amanecer, antes de que la ciudad recuerde quién es, el sol se alza sobre los cerros y posa su mirada antigua sobre la vasta extensión humana que respira y se duele bajo él. No tiene párpados, no sabe cerrar los ojos. Por eso carga con el privilegio  o la condena de verlo todo. Desde su altura, el sol observa la Ciudad de México como si fuera un organismo que se debate entre lo ideal y lo mundano. A veces la contempla con cierta ternura, como quien mira a un hijo que insiste en repetir los mismos errores; otras, la mira con un cansancio que roza la desesperanza. Apenas despierta la mañana y ya advierte, en un departamento de Iztacalco, a una mujer de cuarenta años que se viste lentamente frente al espejo. Cecilia lleva las manos temblorosas. Está a punto de tomar una decisión que fingió posponer por meses: dejar al hombre con el que vive desde hace una década. Él duerme todavía, boca arriba, confiado. El sol ilumina el borde de la cama, y por un instant...

HISTORIAS PERDIDAS: Don Andrés y los kilómetros que le quedan

Por El Perrochinelo A Don Andrés lo conocí una madrugada en cuatro caminos, cuando yo andaba buscando taxi porque el metro ya había jalado cortinas y no traía ni pa’ un Uber. Lo vi ahí, limpiando su coche. Setenta y cuatro años, pero con postura de boxeador viejo: derechito, firme, sin perder estilo. —¿Pa’ dónde va, joven? —me dijo con voz ronquita, de esas que ya pasaron por muchos años y muchas desveladas. —A la Portales, Don. —Súbase. Ahorita lo dejamos como carta en buzón. Y vámonos, que el señor maneja como si la ciudad fuera suya. Lo que más me sorprendió fue que, antes de llegar al cruce con Reforma, le pregunte por la medalla que colgaba de su retrovisor y me contó que cada año corre la carrera del Día del Padre. Veintiún kilómetros. A sus setenta y tantos. Yo pensé que estaba cotorreando, pero lo dijo con esa seriedad humilde que da el orgullo verdadero. —No crea que me aviento el maratón como antes —me dijo riéndose—. No, ya no. Pero el medio todavía me lo echo. Poco a poquit...

EL TEXTO INVITADO: Los solitarios

Por Félix Ayurnamat Enrique llegó antes que los otros, aunque no había prisa. El puesto estaba igual que siempre: la parrilla fría, las cebollas sin cortar, la carne todavía en las bolsas. Su abuela le había dicho que eso le iba a dar rumbo, que un hombre debía tener un oficio, que por eso le ayudaría a pner un negocio. Él le creyó por costumbre, no por fe. Prendió la bocina. Sonó una canción vieja, una de esas que no dicen nada pero llenan el aire. Abrió la primera cerveza. El sol apenas se asomaba entre los cables de luz. A las nueve llegó Renán, con la playera del América. —¿Sí hay chelas? Enrique levantó la lata que ya tenía abierta. —Muchas. Renán se sentó sin quitarse la mochila, como si hubiera llegado de la escuela aunque ya no estudiara nada. Luego cayó Toño. Después Mario. Ninguno preguntó por los tacos. Nadie traía hambre. —Ni un cliente —dijo Mario, viendo la calle como si esperara un milagro. —Ni va a venir —respondió Enrique—. Nunca vienen. —Pos sí. Abrieron más cervezas....

RUMORES: Aquí los chamacos no se van

Por Terrornauta (Testimonio de don Filemón, albañil retirado, hecho sucedido en 1974) Esto que le voy a contar, señorita, no le vaya a decir a nadie que yo se lo dije. Me lo saco de encima nomás porque usted me cayó bien, y porque ya tengo más de 70 y los sustos ya no me quitan el sueño, nomás la próstata. Era el 74, más o menos, cuando me tocó chambear en una obra en la San Rafael. Una colonia muy finolis, como dicen, pero pa’ entonces ya la estaban desarmando. Puras casonas viejas que echaban abajo pa’ levantar edificios de esos modernos, con acabados de tirol y molduras falsas. Feos, pero funcionales, decían. Nos tocó tirar una casa grandota en la esquina de Serapio Rendón. Tenía ventanales de los de antes, techos altos y un patio trasero con árboles que ya nadie cuidaba. Y eso sí, una paz bien rara. Como de panteón seco. Desde el primer día, los chavos dijeron que había algo. El Chucho, el chalán, se quejaba de que le escondían la cuchara de mezcla. El Ponciano juró que oyó risas d...

FÁBULAS INSULSAS: La gran mentirosa que nadie creyó

Por TPS Había una vez una joven convencida de poseer un talento excepcional: la mentira creativa. No una mentira estratégica, útil o ingeniosa, esas las inventa cualquiera, sino una mentira compulsiva, absurda, tan descaradamente falsa que solo podía compararse con las excusas de un político atrapado con la mano en la movida. Cada vez que se equivocaba, hacía trampa o directamente robaba, soltaba un pretexto tan risible que merecía premio. Si se comía el almuerzo de otra persona de la oficina, aseguraba que un duende vegano se lo había pedido “por la paz del universo”. Si llegaba tarde, decía que la habían secuestrado unos mimos itinerantes. Cuando la cacharon copiando en un examen, explico al maestro que “una entidad astral” le había dictado las respuestas por telepatía. Y, por supuesto, creía que todos le compraban la historia. La realidad, sin embargo, era más sencilla y más cruel: nadie le creía nada. Pero nadie la confrontaba, porque todos estaban demasiado ocupados, aburridos o d...

Archivos forteanos: Tukákame

Por CEF En la geografía espiritual del pueblo wixárika (huichol), donde los cerros, los caminos del peyote y los oasis del desierto, especialmente Wirikuta, funcionan como mapas sagrados, existe la figura de Tukákame: una presencia liminar que encarna la frontera entre la vida y la putrefacción, lo humano y lo espectral. Las versiones contemporáneas y las fuentes etnográficas describen a Tukákame de múltiples maneras, a veces como un ser mitad hombre mitad ave carroñera, otras como un lobo o un esqueleto con rasgos humanoides, pero el hilo que las une es claro: se trata de una entidad necrofágica asociada al inframundo y a la muerte, que ronda los cerros y los caminos nocturnos para alimentarse de cadáveres o castigar a quienes rompen tabúes sagrados. Esta caracterización aparece repetida en recopilaciones modernas y en materiales institucionales sobre mitologías regionales, que señalan a Tukákame como “el devorador de almas” o el “señor del inframundo” dentro del repertorio huichol. L...

SOBRE EL ARTE: IA arte posible hecho por humanos

Por Félix Ayurnamat Hace unos días en una clase me pregunto una alumna lo siguiente:  ¿Puede algo generado con ayuda de una máquina, una inteligencia artificial (IA) seguir siendo arte, si detrás hay intención, mirada, criterio humano? Para mí, la respuesta es sí; la IA, como la cámara o el pincel, puede ser una herramienta. Pero depende del uso que le demos. Cuando nació la fotografía, muchos artistas la descartaron como mecánica, carente de “alma”. Con el tiempo, la fotografía se convirtió en un medio legítimo, reconocida por su capacidad de registrar, transformar, comunicar. Hoy la vemos como arte. Esa historia me sirve de ejemplo: la tecnología sola no decide, lo decide quien la usa. La investigación sobre arte generativo con IA sugiere justamente eso: la IA puede servir como recurso para expandir los horizontes creativos, como un complemento que amplía posibilidades. En esos casos, el papel del creador sigue siendo central: define la idea, la composición, la intención, decide ...

Términos útiles para inútiles: Desconchiflado

Por TPS (adj., sust. masc./fem. – Código DSM-Chilango: F-88.3 “Síndrome de Desgaste Total y Absoluto del Mexa Común”) Definición clínica: Estado físico y emocional en el que el individuo presenta un nivel de agotamiento tan profundo que parece haber sido arrojado a la vida sin desearlo, atropellado por un micro y luego obligado a trabajar horas extra sin café. El desconchiflado es esa criatura humana que camina como zombie, habla como si masticara grava y tiene el alma hecha talco. Sintomatología Observada:   Andar de Muñeco de Trapo: Movimientos lentos, arrastrados, con articulaciones que suenan como matraca vieja.   Cansancio Vocal: Responde con monosílabos, gruñidos o un “ya estoy bien madreado” que sirve como diagnóstico instantáneo.   Facha de Sobreviviente: Ojeras de mapache triste, cabello rebelde, postura encorvada y una expresión que grita “necesito cama y electrolitos”.   Dolor Existencial Generalizado: Náusea moral, flojera espiritual y dolor de espalda qu...

EL PETATE DEL MUERTO: Marcha a modo: cuando la supuesta indignación huele a violencia mercenaria

Por El Perrochinelo, perro de banqueta, con olfato de barrio y lengua de calle Guau, guau, raza, ¿se pusieron a pensar quién cocina los mitotes antes de que se prendan las molotov? Porque la cosa está que arde: esa protesta que le andan pintando como “ira popular” de la juventud, con nombre fancy de Generación Z, huele más gacho que baño clandestino de microbusero. Dicen los de allá arriba, los del saco y la corbata, los meseros de las élites políticas, que la marcha era pa’ “despertar conciencias”. Pero ya hay quien mete al caldo los nombres, los billetes y los violentos: según denuncias de Morena, la dirigencia del Partido Revolucionario Institucional (PRI), con su líder Alito Moreno al volante, ofreció hasta 10 mil varos a grupos de choque pa’ que hicieran desmadre en la marcha. Así que, banda, lo que parecía ser un grito legítimo contra la inseguridad, después del asesinato del alcalde de Uruapan, se convirtió en una feria de incógnitas con máscara blanca de “movimiento juvenil”. D...

INVENTARIOS DEL VACÍO: El último destello de la risa

Por Luis B. La Orden del Lenguaje Estandarizado gobernaba los días con una suavidad casi invisible, como una bruma que se filtraba por cada grieta de la vida cotidiana. Nadie recordaba cuándo había comenzado exactamente; solo sabían que, en algún punto entre la automatización total del pensamiento y la optimización de la emoción, el mundo decidió que la risa era una forma de ineficiencia y que la creatividad era una variable errática que debía ser regulada. El rigor —esa palabra afilada y metálica— se convirtió en la brújula moral. Julian Solís caminaba cada mañana por el corredor de su edificio, donde las paredes emitían mensajes de “claridad discursiva” en voces neutras. Un eco gris acompañaba cada paso, como si fuera el sonido de una sala vacía recordándose a sí misma que había sido habitada alguna vez. Llevaba siempre su cuaderno antiguo, uno con la portada de cartón deshaciendose que había pertenecido a su madre. Dentro de él no escribía nada. Solo lo tocaba con la punta de los de...