Querido Félix, mi confidente eterno: H e cometido un horrendo crimen. Y no, no es haber dejado plantada a mi tía la de l as ideas medievales (aunque ganas no me faltaron). Es peor: olvidé felicitar al santo varón que me trajo a este mundo de ruido y estupidez. A mi padre. Sí, ese pobre hombre que desde que tengo uso de razón (y desde que él tiene uso de paciencia) ha sido mi cómplice silencioso, mi facilitador de antisocialismo, mi dealer oficial de novelas de Agatha Christie y mi proveedor de excusas elaboradas para no salir de casa. Porque hay padres que enseñan a sus hijas a socializar, a sonreír en reuniones familiares, a ser amables con los primos insufribles y a decir “gracias” cuando alguien les ofrece una gelatina con pasas. Y luego está el mío. Un antisocial de clóset que, aunque se viste de adulto responsable, de proveedor, de hombre estoico casado con una mujer que lo lleva de la correa más corta que la moral de una chica onlyfans promedio... por dentro es uno de los nu...