¡Querido Félix! ¿Sabes qué día me llena de un terror indescriptible? No, no es Halloween ni el Viernes 13. Es el Día de las Madres, esa festividad que transforma a toda madre en una mezcla de Cleopatra y la Virgen María, y a nosotros, sus hijos, en bufones de un circo infernal. Ah, el 10 de mayo, el pináculo de la hipocresía, el consumismo y la cursilería desenfrenada, donde se espera que rindamos homenaje a nuestras madres con una devoción que rivaliza con la de los mártires cristianos. Recuerdo con escalofríos los festivales escolares del Día de las Madres. Esos eventos organizados por profesoras sádicas que parecían disfrutar exponiéndonos al ridículo frente a una multitud de madres con cámaras en mano, listas para inmortalizar cada vergonzoso momento. ¡Qué horror, Félix, ser forzada a cantar canciones empalagosas o a bailar coreografías ridículas que ninguna criatura en su sano juicio debería ejecutar! Las maestras, esas genios del mal disfrazadas de educadoras, se de...