Querido Félix Hoy quiero escribirte con la serenidad de un monje tibetano que ha renunciado a los deseos mundanos… solo que en mi caso, los deseos a los que he renunciado son las conversaciones con humanos. Sí, ya sabes, ese deporte de alto riesgo emocional que algunos practican con un entusiasmo inexplicable, como si decir "¿cómo estás?" los hiciera mejores personas. No, no los hace. Últimamente, he sido víctima de una conspiración silenciosa (no tan silenciosa porque implica gente hablando): la gente cree que mi mutismo natural es una red flag. Como si el hecho de que no hable significara que estoy triste, sola, necesitada de afecto, atención o, peor, amistad. Félix, ¿qué clase de lógica enferma es esa? ¿Desde cuándo el silencio es sinónimo de carencia emocional? No hablo porque me caen mal. Punto. Me parecen insoportables. Sus temas de conversación son, en el mejor de los casos, un castigo medieval. Si no es el fulano que explica por qué el crossfit le cambió la vida (¿a q...