Ilustración de Elizabeth Bennet de la edición de1885 (detalle). ¡Querido Félix! A veces, me sorprende cómo logré llegar a la venerable edad de 27 sin perder completamente la cordura, considerando el infierno que fue mi infancia y adolescencia. Y no, no estoy exagerando. Imagina un mundo hostil lleno de niñitas "lindas" y cursis que parecen salidas de un catálogo de moda, pero que son engendros del demonio con la crueldad de mini dictadores. Ahora, añade a ese cóctel una buena dosis de presión social familiar y adultos incompetentes, y tendrás una idea bastante precisa de mi preadolescencia y primera juventud. En medio de todo eso, tuve dos salvavidas literarios: Agatha Christie y Jane Austen. Sí, querido Félix, esos nombres sonaron como un canto de sirena en mi mente juvenil, una promesa de mundos donde la lógica, la ironía y el buen sentido prevalecían sobre la estupidez, la maldad y la patética simplicidad que me rodeaban. Comencemos con mi querida Agatha Christie,