Por Terrornauta En las décadas ominosas de los ochenta y noventa, la pantalla grande se convirtió en un portal hacia el inframundo, donde las leyendas y mitos mexicanos se entretejían con las pesadillas más oscuras de la mente humana. En este paseo por el reino de lo siniestro, se despliegan las cintas que, en susurros inquietantes, se han ganado un lugar en la galería del horror mexicano, obviando por completo la sombra de Cronos, la cual ya ha sido iluminada en la anterior crónica. Entre las sombras de la cinematografía mexicana de terror, se alza "Veneno para las Hadas" (1984), dirigida por Carlos Enrique Taboada. Esta pieza maestra, que se desliza sigilosa entre la fantasía y el horror, nos sumerge en el sutil veneno de la niñez corrompida. La trama se desenvuelve en la relación de aparente amistad de dos niñas, donde la inocencia se desvanece en el oscuro abismo de la hechicería infantil. El director, como un arquitecto del miedo, teje una trama donde la imaginación