Desde siempre he tenido temor por la teoría pura. Sobre todo cuando se habla detrás de la ventana. Puedo asegurar que no hay experiencia más humana que la misma muerte: a diferencia de los nacimientos que son un mero principio, la muerte conlleva toda la historia. Incluso la del llanto al nacer. Porque la muerte es la deuda que se tiene por haber nacido, y, porque hay que ver morir para saber que se está vivo. Quien ve morir, tiene derecho de hablar, de escribir sobre la posibilidad de bien morir. A partir del punto de vista médico, son diversas las situaciones a considerar cuando de eutanasia se trata. El problema esencial radica, hasta donde los conocimientos médicos lo permiten, saber quién morirá pronto y si este proceso se acompañará de dolor creciente. Es también crítico prever si en las últimas etapas de la enfermedad el individuo estará consciente, y si las mermas funcionales irán en ascenso, de tal modo que la denigración moral sea insostenible...