¡Querido Félix! No sé si recordarás aquella vez que platicábamos sobre las categorías los "malacopas". En mi infinita sabiduría, te conté cuánto disfrutaba observar a esta fauna urbana desde una distancia segura, con un Aperol Spritz en la mano. ¿Lo recuerdas? Pues bien, he cambiado de opinión. Pocas cosas en el mundo son más patéticas y desagradables que ver a alguien que no sabe beber alcohol. Pero repacemos el catálogo de teporochines que hicimos, usare a las criaturas de mi oficina de ejemplo, empecemos por el clásico "borracho llorón". Este espécimen es fácil de identificar: suele empezar la noche con la promesa de una fiesta desenfrenada, pero conforme avanza el reloj y el nivel de alcohol en su sangre, se desmorona en un mar de lágrimas y sollozos. "¡Nadie me entiende!", gritan entre hipidos, mientras intentan aferrarse a cualquier alma caritativa que les preste un mínimo de atención. Siempre he pensado que estos individuos deberían venir con ...