Querido Félix ¿Sabes qué es lo más irónico de mi existencia, además de que mis vecinos creen que soy una especie de loca antisocial porque nunca devuelvo los saludos? Me gusta la Navidad. Sí, la Navidad. Esa cosa chillante, pegajosa, infestada de luces parpadeantes y adornos brillantes que parecen diseñados para provocar ataques epilépticos. Lo sé, Félix. No parece algo propio de mí, la reina de la ironía y el pesimismo, pero permíteme explicarte antes de que me quites tu amistad por considerarme una hipócrita. Primero, vamos a despejar las obviedades: detesto las fiestas familiares. En serio, las detesto. Es como un desfile anual de preguntas incómodas y comentarios pasivo-agresivos. "¿Y tú para cuándo?" "Deberías pensar en invertir en una casa." "Tu prima está esperando su segundo bebé, ¿qué esperas tú?" ¡Por Dios, Félix, lo único que espero es que alguien me pase otra copa de vino antes de que pierda la cordura! Pero claro, ahí estoy, sonriendo como un...