Sin título Guardo la debilidad en el sentimiento de dolor, un umbral en la esquina que me delata con ojos vidriosos. Un suspiro en un sueño, un adiós o un hasta luego, un golpe en la oreja que marca el principio y el final de una oscura primicia que se torna sombría en el final de mis días cómo los conocía. La debilidad, para muchos, es una caída a un dolor que respira y oscurece la felicidad. Debilidad es mi nombre y mi miedo, mi debilidad, las personas que amo y las que odio, los humanos, un mapa de conceptos impredecible. Llevo la muerte en la sangre, la derrota en las venas y la lujuria en la carne, la contaminación que recorre mi ser y da pulso a mi corazón. La muerte, muerte sin remedio,
sin otro misterio que la soledad que habita mis huesos,
una presencia insólita que mora en el cuerpo ausente de mi padre,
ausencia que me envuelve en una oscuridad que me consume,
llenándome de angustia y desorden,
en un orden que se quiebra en las redes de un mundo sin paraíso. Moxi...
Querido Félix A veces me preguntas por qué soy como soy. Es decir, por qué prefiero la compañía de mi cafetera a la de otros seres humanos y por qué puedo sostener una conversación más profunda con cualquier gato que me tope que con un compañero del trabajo. Pues bien, querido, hoy te contaré la historia. Como toda buena historia de terror, empieza con sangre, gritos y una madre primeriza que no tenía idea de lo que estaba haciendo. Era una noche oscura y tormentosa... Bueno, en realidad, era un miércoles por la mañana, pero siempre he sentido que mi entrada al mundo merecía más drama. Mi madre, una mujer valiente pero algo despistada, confundió las contracciones con "un dolorcito de pancita". Claro, Félix, porque traer una vida al mundo es igualito que comer comida china de dudosa procedencia. Cuando finalmente se dio cuenta de que yo estaba decidida a hacer mi debut, era demasiado tarde para epidurales, técnicas de respiración o cualquier atisbo de dignidad. Ahí estaba yo, ...