Querido Félix Hoy vamos a hablar de algo que te conté en mi última carta, una especie particular que todos hemos conocido alguna vez: las abejas reinas. No, no me refiero a las laboriosas y fascinantes criaturitas de la apicultura, sino a esa subespecie humana que se origina en las preparatorias y universidades, pero que, por desgracia, logra sobrevivir y prosperar en los ecosistemas laborales. Si el mundo fuera una de esas malas series de Netflix sobre adolescentes, las abejas reinas serían las protagonistas. Pero, como bien sabes, yo no soy fan de las protagonistas. Las abejas reinas, querido Félix, son ese fenómeno que parece salido de un laboratorio genético. Son expertas en aparentar perfección. En la prepa, tenían todo bajo control: el cabello perfecto (ni un pelo fuera de lugar, ni siquiera después de educación física), la ropa impecable (aunque fuera el uniforme, parecía sacado de una revista) y, por supuesto, la risa sincronizada con su séquito. Porque, claro,...
Por El Perrochinelo ¡Qué onda, banda! Hoy les voy a ladrarles de Pedro Infante, el mero ídolo del pueblo. Yo, el Firulais del barrio, perro callejero con patas curtidas de tanto caminar entre charcos y banquetas rotas, tengo rato observando cómo, a pesar de los años, don Pedrito sigue siendo el patrón del cora mexicano. Es curioso cómo, incluso aquí, entre las fondas y los baldíos, el eco de sus rolitas todavía se oye: Amorcito corazón, Cien años o la infalible Fallaste corazón . La gente se prende como si el tiempo no hubiera pasado. Resulta que este carnal nació un 18 de noviembre de 1917 en Mazatlán, pero la Ciudad de México lo adoptó como suyo. ¡Y cómo no! Con esa facha de don galán, era como el crush eterno de las doñas y la inspiración de los vatos. Dicen que las señoras lo amaban, y los chamacos soñaban con ser como él: el Pepe el Toro, el de "nosotros los pobres, ustedes los ricos". Por acá, en el barrio, donde el pueblo le pone salsa hasta a los recuerdos, las pel...