Querido Félix A veces me pregunto si la vida no es más que una colección interminable de obstáculos con forma humana. Ya sabes a lo que me refiero. No estoy hablando de los que literalmente obstruyen el paso, esos que parecen incapaces de entender que sus cuerpos pueden ser desplazados de la entrada del metro, o de los conductores que creen que estacionarse en doble fila es un acto revolucionario. No, Félix, esos son solo la punta del iceberg de la verdadera plaga: la gente que estorba, no con su presencia física, sino con su mera existencia. Déjame contarte, porque últimamente en esas horas muertas en la oficina he estado pensando sobre los estorbos de la vida, esos personajes que parecen haber nacido con el único propósito de impedir que los demás avanzemos. Me imagino que Dios, en su infinita sabiduría, decidió darle a algunas personas una misión muy clara: ser un grano en el trasero de la humanidad. ¿Quién más podría concebir a los burócratas, esos seres que se alimentan del ...