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CRÓNICAS PERRAS: Sufrir no es tradición (ni pa’ los de cuatro patas, ni pa’ los de dos)

Por El Perrochinelo, cronista canino de las banquetas chilangas

Mira nomás, compita, uno acá echado en la banqueta, oliendo la vida que pasa —entre el tufo a garnacha y los escapes de los autos—, y de pronto ¡zaz!, se me enchinan los pelos del lomo porque escucho a unos tarugos hablando de que van a ir “a la pelea de perros” o que ya tienen sus boletos pal’ “torito que se va a rifar en la plaza”. Y yo acá nomás pienso: ¿neta? ¿Todavía hay banda tan bruta que se le hace divertido ver a otro ser vivo sufrir nomás por puro morbo?

No manchen, carnales, eso no es tradición, eso es gandallez con disfraz de cultura. ¿Cómo que “es arte”, “es identidad nacional”? Pos si así fuera, también bajarle el esposo a la comadre sería patrimonio intangible, ¿no? ¡Puras mam...ucadas!

Yo, que he olido las calles de esta ciudad y hasta me he echado una siestecita afuera de la Plaza México, les digo con la pata en el corazón: no hay nada de artístico en clavarle estacas a un animal, no hay poesía en ver cómo un gallo se desangra pa’ que tú te sientas muy macho gritando “¡dale, dale!”. Qué chido sería que en vez de eso, usaran esa energía pa’ sacar la basura del canal de desagüe o pa’ tapar los baches de su colonia. Eso sí sería un espectáculo de respeto.

Además, neta que sí me saca de onda cómo hay banda que se rasga las vestiduras por cualquier Lady y Lord de moda, pero luego va y se empeda viendo a un toro ser torturado. ¿Dónde quedó la lógica, mi chavo? ¿O es que los animales de dos patas valen más que los de a cuatro... o de a pezuña?

Y ya sé, ya sé, que hay quien me va a ladrar de vuelta: “Es que es parte de nuestra historia, perrito, relájate”. Pero si fuéramos por historia, todavía andaríamos en taparrabos y cazando mamuts, ¿no? Las tradiciones se transforman, banda. Y las gachas, esas que implican sangre y dolor, deberían quedarse en el pasado, como las vasectomías con bisturí.

Ahora, no todo está tan gris como una tarde de smog en Insurgentes. Hay raza rifada, de la buena, que le anda tirando paro a los animales de verdad. Han cerrado plazas de toros, han quitado peleas de gallos de las ferias, han prohibido circos con animales. ¡Eso, chingao! Eso sí es evolución y no esas series donde reviven éxitos de hace décadas nomás por la nostalgia.

Y les digo algo más, desde este hocico callejero que ha dormido más en camellones que en camas: un animal no está aquí pa’ ser tu diversión. Está pa’ acompañarte, pa’ enseñarte de nobleza sin condiciones. A mí una vez un gallito chiquitín me compartió de su comida cuando yo andaba flaco como rebanada de jamón en fonda barata. ¿Y saben qué? Ese pollo me enseñó más humanidad que todos los coachs espirituales que ofrecen sus servicios por biyuyo.

Así que raza, si quieren seguir la tradición mexicana de ver sufrir al prójimo, mejor vean la fila del IMSS, o súbanse al Metro en hora pico. Pero no anden justificando su sadismo con frases como “es parte de nuestras raíces”. Nuestras raíces también tienen flores, compas, y no sólo espinas.

Cambiemos el chip. Mejor organicemos peleas de karaoke, competencias de tacos al pastor, o suéltese un jaripeo de abrazos (pero con sana distancia, eh). Que la neta, la cultura no se mide por cuánta sangre se derrama, sino por cuánta empatía se usa. Y eso, eso sí está en peligro de extinción.

Me despido, banda, echado a la sombrita de un puesto de aguas locas, con mi suetercito de “Cuidado con el perro (porque muerde las conciencias)”. Ojalá nos caiga el veinte y dejemos de hacerle al salvaje por puro show. Porque si de verdad queremos ser raza chida, hay que empezar por no ser gandallas con los que no pueden defenderse.

Y ya sabes: si ves a alguien maltratando a un animal, dile algo... o mándamelo pa’ que yo le dé su mordidita educativa.

El Perrochinelo


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