Por El Perrochinelo, perro de banqueta, con olfato de barrio y lengua de calle
Guau, guau, raza, ¿se pusieron a pensar quién cocina los mitotes antes de que se prendan las molotov? Porque la cosa está que arde: esa protesta que le andan pintando como “ira popular” de la juventud, con nombre fancy de Generación Z, huele más gacho que baño clandestino de microbusero.
Dicen los de allá arriba, los del saco y la corbata, los meseros de las élites políticas, que la marcha era pa’ “despertar conciencias”. Pero ya hay quien mete al caldo los nombres, los billetes y los violentos: según denuncias de Morena, la dirigencia del Partido Revolucionario Institucional (PRI), con su líder Alito Moreno al volante, ofreció hasta 10 mil varos a grupos de choque pa’ que hicieran desmadre en la marcha.
Así que, banda, lo que parecía ser un grito legítimo contra la inseguridad, después del asesinato del alcalde de Uruapan, se convirtió en una feria de incógnitas con máscara blanca de “movimiento juvenil”. Dicen que iba la juventud, pero yo vi puro blanco de camisa y mocasines, vi mochilas cargadas de odio, vi convocatorias oscuras, consignas prestadas, también dark memes hechos para dar miedo.
¿Y por qué no nos sorprende? Pues porque esta oposición ya huele a rehecho, a bono de campaña disfrazado de indignación, a grito programado en redes, a incautos usados para causas de ellos. La supuesta “Generación Z” fue vehiculizada, su discurso maquillado, y la movilización, al final del día, alimentada desde arriba, desde los mismos de siempre que andan extrañando las viejas estructuras del poder.
Pero ojo, que este perro no tiene venda en los ojos: no estoy diciendo que cada joven que fue a la marcha sea cómplice del mitote. No. Muchos sí traen coraje verdadero, miedo por la violencia, hartazgo de la injusticia. Pero también hay quienes llegaron porque les dieron chance, porque les ofrecieron lana, o porque los convencieron con memes, filtros y promesas de que iban a ser “la voz del cambio”. Y cuando la marcha se llenó de piedras, de fuego y de ruidos de vidrios rompiéndose, pues ya no era grito de justicia: era el teatro de miedo.
Total, los porros entendieron el guion: romper, incendiar, asustar. Que se hable de “caos”, de “inseguridad”, de “desorden”. Y claro, la derecha se frota las manos: porque después del estruendo viene el deseo de “mano dura”, de “control”, de “seguridad”, y pa’ qué: ellos siempre han sabido que miedo = votos, miedo = ganancias, miedo = poder.
Entonces, raza, ¿vamos a seguir creyendo en las banderitas de anime, en las fotos filtradas, en los insultos virales, en los discursos de odio? ¿O vamos a empezar a pedir cuentas? Porque bien que aquí el que ladra fuerte no siempre atina, y el que tira la piedra mejor debería esconder la mano.
Si quieren protestar, que se note. Pero que no sea con priistas disfrazados de indignados, ni con billetes premiando la rabia. Que sea con ideas, con propuestas, con dignidad. Que la protesta no termine sirviendo de maquinita pa’ los mismos de siempre.
Y tú, mi carnalito exige, cuestiona, no se tragues el reel o el tiktok. Porque el perro de la esquina ve lo que muchos no quieren ver: la mano negra, el dedazo, la cartera llena. Y si hay algo que he aprendido en la calle: al que ladra sin motivo, nomás hay que darle la espalda.
Guau, guau, y que no se les olvide: el verdadero cambio no se hace rompiendo vidrios ni gritando consignas prestadas, se hace con sudor, con palabra, con dignidad, y sin vender el lomo por migajas de miedo.
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