Por: Arquitorrinco
15 de febrero 2023
La Ciudad de México se construyó sobre lo que fue la antigua Tenochtitlán y posterior a la conquista, su traza urbana fue adaptada por el alarife Alonso García Bravo en 1527. Tenía 3 ejes de composición, partiendo del Templo Mayor; la calzada de Tlacopan (actualmente Tacuba), al oeste, Acatlycapan al norte (hacia el cerro del Tepeyac, donde hoy se encuentra la Basílica de Guadalupe de los arquitectos Pedro Ramírez Vázquez y José Luis Benllure) y finalmente hacia el sur, la calzada de Iztapalapa. A su vez, se encontraban 4 barrios fundacionales, que conservaron su nombre indígena y se les añadió uno español como una forma de hacer más evidente el mestizaje.
Es importante mencionar que el km 0 de la Ciudad de México puede ubicarse actualmente en un monumento a Enrico Martínez a un costado de la Catedral Metropolitana del lado de la calle de 5 de mayo y como curiosidad, fue él, quien entubó los sistemas hidráulicos de la Nueva España.
En el límite inferior de San Sebastián Atzacoalco es dónde se ubica el inmueble del que hablaremos a continuación. Fue parte del mayorazgo Nava de Chávez y en ese momento se encontraba en la esquina de la calle del Reloj (hoy República de Argentina) y de las Escalerillas (hoy Guatemala), con dimensiones de 50x50 varas castellanas (medida novohispana que equivale a 83.6 cm) en su solar original, colindando con la casa del Marqués del Apartado y la casa de las Sirenas.
Al principio el predio se le otorgó al padre Francisco de Montesinos y poco después fue traspasado a Pedro de Nava, su hermana fue la esposa del Oficial de la Casa de Moneda, por lo que gran parte de la riqueza familiar se movió en esa zona del primer cuadro del Centro Histórico.
Se heredó a Diego Troche de Arévalo (quien se volvió alcalde de Ixmiquilpan, Hidalgo) y Doña Catalina de Nava. Para cuando el propietario fue el hijo del matrimonio, Pedro Troche de Nava, el mayorazgo contaba con 3 casas y 4 tiendas. Es en 1629 que el inmueble sufre serias afectaciones por la “Gran Inundación”, el agua subió a más de 2 metros de altura y aún quedan muestras de ello en la esquina de Madero y Motolinia, con la cabeza de un león que sirve de marca a esta tragedia del siglo XVII.
A inicios del siglo XVIII, el mismísimo Pedro de Arrieta (quien edificó obras importantes en la ciudad, como la Casa de los Condes de Santiago y Calimaya, el Palacio de la Inquisición y hasta partes del templo de La Profesa), hace una reconstrucción de la Casa de las Ajaracas, con trabajos de cantería y una escalera de madera de oyamel. Sin embargo, poco después de 1750 sufre una demolición de un muro de adobe y de la escalera mencionada, ya que la humedad estaba dañando dichos elementos y representaba un riesgo para sus habitantes. Para este momento, sus dimensiones ya se habían reducido a 17 varas en Escalerillas y a 35 en la calle del Reloj.
Por las deudas que tenía la familia, se movieron a su hacienda en Huichapan y con sus actividades ganaderas pudieron mantenerse, aunque no fue suficiente para conservar el inmueble de la ciudad de México, por lo que pasó a manos de los agustinos del Colegio de San Pablo y el convento de Chalma y la hornacina que se encontraba en la esquina fue aportación de este grupo de religiosos.
Para el siglo XIX sufrió modificaciones en su fachada, se eliminó el estuco decorativo y otros de sus elementos. Durante un tiempo el empresario Nathaniel Davidson y el joyero y relojero Thomas Gillow fueron sus propietarios. También fue cantina y un par de años, Museo Nacional Mexicano en 1825. Un siglo y un lustro después, se declara monumento histórico por iniciativa de Manuel Gamio y aunque estuvo a nada de ser demolido en su totalidad por intereses económicos, quien logra salvarlo y reestructurarlo fue el arquitecto Federico Mariscal (quien participó en la última etapa constructiva del Palacio de Bellas Artes y se convirtió en un gran defensor del patrimonio edificado).
A fines del siglo pasado, en 1994, se hace una recimentación por los hallazgos arqueológicos del Templo Mayor y para ese momento ya sólo contaba con 272 m2, menos de una sexta parte de su extensión cuando se construyó en el siglo XVI. Se pensó en convertirlo la casa de gobierno del Distrito Federal, con un programa arquitectónico un tanto ambicioso y posteriormente se hizo un concurso público para volverlo Centro de las Artes Indígenas (que ganó Enrique Norten y que afortunadamente no se hizo su adefesio). En 2006 se vuelve el Museo Archivo de la Fotografía, recinto que contiene un gran acervo y exposiciones muy interesantes que permanecen hasta la fecha.
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