Las cenizas del deseo
El deseo llega en un susurro,
como un perfume olvidado
que danza en los pliegues de la memoria.
Es la chispa en las miradas,
el roce fugaz de las palabras
que no se atrevieron a arder.
Recuerdo tus ojos,
ese abismo donde mi alma vacilaba,
un silencio cargado de promesas rotas
y una dulzura que nunca aprendí a sostener.
Eran faros en la tormenta,
señales de un naufragio inevitable.
Tu piel era un mapa de secretos,
cada poro un santuario
donde el tiempo se detenía,
pero las horas siempre cobraron su tributo,
y ahora,
solo queda el eco de su tacto,
un murmullo que se desvanece
entre la bruma de la ausencia.
Las palabras se deshilacharon en el aire,
frágiles como hojas de otoño,
dejaron un vacío en su estela,
una grieta en el lenguaje del deseo.
Lo que fue pasión,
hoy es polvo en mi lengua,
un espejismo que desvanece
antes de ser alcanzado.
El deseo,
esa llama que consume,
ahora es ceniza en las manos del recuerdo,
un espectro que me observa desde el espejo,
susurrándome que alguna vez
fui capaz de amar.
OA
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