Por el Dr.Tiburcio Nicanor de los Ángeles Altaneros, sociólogo de la catástrofe cotidiana y experto en liturgias del desmadre mexicano.
La frase mexicana “Al ratón le gusta el queso y al perro su hueso” es una elegante, casi diplomática, forma de decir: “no estés friegue y friegue, deja a la gente disfrutar lo que le da la gana.” Bajo su apariencia zoológica inocente, este dicho esconde una profunda teoría social sobre la diversidad de gustos, deseos y placeres humanos.
Desde la sociología cultural mexicana, el ratón y el perro no son simples animales: son arquetipos del barrio. El ratón representa al sujeto que sabe exactamente qué le gusta, aunque sea pequeño, sospechoso o mal visto por otros. El perro, por su parte, simboliza al individuo fiel a sus costumbres, que no cambia el hueso por nada, aunque le ofrezcan queso gourmet importado.
Este refrán suele activarse en contextos de juicio social innecesario: cuando alguien critica que otro escuche música “rara”, coma tacos de tacos o se enamore de quien “no debería”. Ante tal situación, el mexicano sabio no debate, no pelea, no explica: sentencia. Porque el gusto, como el hueso, no se negocia.
En clave sociológica, la frase funciona como un dispositivo de tolerancia pragmática: reconoce que la sociedad no se sostiene porque todos quieran lo mismo, sino porque cada quien mastica su antojo sin meterse en el plato ajeno. Intentar convencer al perro de que deje el hueso es tan inútil como pedirle al ratón que se vuelva un león.
Este dicho nos enseña una verdad fundamental del México cotidiano: respeta el gusto ajeno.
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