Por El Perrochinelo
Ora resulta que en este barrio digital donde todo mundo tiene celular, pulso de reportero y alma de metiche profesional, cualquier hijo de vecina con ínfulas de grandeza o complejo de emperador puede volverse famoso de la noche a la mañana nomás por portarse como patán. Así, sin esfuerzo. Sin talento. Sin leer un solo libro ni haber desarrollado algún talento chido. Nomás basta con que se pasen de lanza frente a una cámara pa' ganarse el título nobiliario de Lady Prepotente, Lord Comepizzas, Lady Cinturón, Lord Audi, Lady Polanco o lo que la imaginación colectiva bautice con más jiribilla que ternura.
Y no es que uno ande en contra del escarnio sabroso, no, yo soy perro pero tengo barrio, y sé que la justicia divina a veces viene en forma de video vertical mal grabado y con audio todo saturado. Pero lo que me late gacho, banda, es que nos volvimos adictos a ver quién cae, a quién queman, a quién se exhibe como si fuera piñata de redes. Ya no se necesita ser corrupto pa’ que te linchen, nomás perder la paciencia en el Oxxo, gritarle a un poli, o decir una burrada con voz de fresa y cara de “¿Sabes quién soy yo?”.
Y pos ahí va la raza: celular en mano, ojos de lince y morbo desatado. ¿Que alguien se mete en sentido contrario en la Roma? ¡Grábenlo! ¿Que una señora insulta al portero por no dejarla estacionarse en la banqueta? ¡Grábenla! ¿Que un bato le grita al mesero porque no le sirvieron el café con leche de almendra? ¡Grábenlo también! Y ahí van pa’ TikTok, pa’ el feis, pa’ los grupos de mamás de la colonia y pa’ los noticieros con musiquita dramática.
Pero aguas, manitos, que esto tiene su lado oscuro. Porque una cosa es balconear al gandalla que se cree virrey del periférico, y otra muy distinta es andar quemando raza que nomás la regó por andar de malas. Que todos hemos tenido días de perros, y lo digo yo que literal soy uno. Hay quien explota, se le bota la canica un segundo, y en lugar de chance de disculparse, le cae encima la santa inquisición del internet. ¡Y órale! Le tumban la chamba, le llueven amenazas, memes y hasta exorcismos verbales.
Y pos sí, hay casos que merecen su exhibida, no digo que no. Está el clásico Lord Misógino que trata a su chava como trapo viejo, o la Lady racista que le grita al poli “Negro”porque “su color le molesta”. A esos sí hay que ponerles foco, porque son reflejo de cómo se pudren las costumbres cuando se juntan el poder con la ignorancia. Pero ¿qué pasa cuando ya todo es linchamiento? ¿Cuándo el chisme se convierte en deporte y la reflexión en carcajada hueca?
Miren, yo crecí en las calles viendo injusticias, humillaciones, pleitos por un bolillo o por el asiento del metrobús. Y aprendí que todos la cagamos, que nadie está exento del oso. Pero también aprendí que hay formas de corregir. A veces una buena regañada basta. A veces una disculpa sincera pesa más que mil compartidas. Pero si convertimos cada error en espectáculo, acabamos más ocupados viendo cómo cae el otro, que viendo cómo podemos levantarnos juntos.
Así que banda, raza, chavos y doñitas del YouTube: no digo que no graben, pero sí piensen antes de subir. ¿Qué estamos exhibiendo? ¿Un gandalla que merece castigo o nomás un pobre diablo que tuvo un mal día? ¿Estamos generando conciencia o nomás alimentando el circo?
Porque si no reflexionamos, vamos a acabar todos nomás viendo, grabando, burlándonos... hasta que nos toque ser el próximo Lord tacos por haberle gritado al taquero porque nos salió peludo el pastor. Y ahí sí, manito, ni cómo defenderte.
Yo soy el Perrochinelo, el que anda husmeando la conciencia colectiva desde la banqueta y ladra pa’ que piensen… aunque sea tantito.
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