El doble abrazo
No sé qué quisiste decir
cuando tus brazos me envolvieron dos veces
como quien cierra un libro
y luego duda,
y vuelve a marcar la página con la yema.
Fue un abrazo y otro
—un eco de sí mismo—
como si algo no hubiera quedado claro
en el primer contacto,
como si la piel necesitara
una posdata.
Y luego, lo dijiste.
"Te quiero mucho."
Así,
como quien deja una flor en la puerta
sin tocar el timbre.
¿Era un mapa o una despedida?
¿Era amor,
o sólo el resplandor amable
de alguien que no quiere herir?
Pasé la noche interrogando a tus gestos,
como un oráculo sin templo.
Analicé el peso de tu cuerpo en el mío,
el ritmo del segundo apretón,
la forma exacta en que tus dedos
temblaron al soltarme.
No encontré respuestas.
Sólo un eco de ternura suspendida,
una moneda girando en el aire,
sin caer.
¿Quién soy yo para pedirte claridad
en un mundo donde incluso la luna
se esconde
tras la niebla?
Te respondí con una sonrisa torpe,
como quien acepta un acertijo
sin saber si ha ganado o ha sido vencido.
Me fui con tus palabras en el cuello,
como una bufanda de fuego tibio.
Y desde entonces,
camino con el doble abrazo a cuestas,
preguntándome
si alguna vez fui amado
o sólo admirado
como se admira una lluvia que no moja,
una llama detrás del vidrio.
OA
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