Por OA
Lo sencillo
La belleza nunca estuvo en lo grandioso,
sino en la forma en que despiertas,
con el rostro aún dibujado por los sueños,
los párpados pesados de madrugada
y el cabello en desorden,
como un mar que se agita sin prisa.
Es en el instante en que bostezas,
cuando el día aún no ha decidido empezar,
cuando la luz toca tu piel
como un amante indeciso,
y yo me quedo allí,
viendo cómo el mundo
cobra sentido en tu parpadeo.
Cada gesto tuyo es una revelación:
el modo en que empujas un mechón de cabello
detrás de tu oreja,
la pausa breve antes de sonreír,
el movimiento sutil de tu cuello
cuando giras para mirarme.
Y ahí está tu mirada,
ese incendio tranquilo
que ilumina las paredes,
que hace del polvo suspendido
una galaxia de instantes perfectos.
No necesito más.
Porque la belleza no es más
que el temblor de la luz en tu piel,
el sonido de tu respiración
acompasada con la mía,
el milagro de otro día
comenzando contigo.
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