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Decisiones. Félix Ayurnamat. 2021 |
¡Querido Félix!
Espero que estés bien y que tu vida no esté plagada de indecisos y pusilánimes, como la mía parece estarlo últimamente. Te juro que no hay nada más irritante en este mundo que las personas que se la pasan cavilando, planeando, diciendo lo que harán y, al final, no hacen nada. Son como mosquitos que zumban alrededor de tu oído, robándote la paz y el tiempo.
Permíteme ilustrarte mi reciente sufrimiento con algunos ejemplos que seguramente te arrancarán una sonrisa cínica. Empezaremos con Laura, la reina de la indecisión. Laura es una compañera del trabajo, la típica persona que cada lunes viene con un plan diferente para cambiar su vida. Un día quiere dejar su trabajo y abrir una cafetería en la playa; al siguiente, está convencida de que su destino es estudiar medicina a los 35 años. Pero, ¿adivina qué? Nunca hace nada. Pasan las semanas, los meses y los años, y Laura sigue ahí, en el mismo puesto, con las mismas quejas y sueños vacíos. Es como ver una telenovela mal escrita, donde el personaje principal nunca evoluciona.
Luego tenemos a Roberto, el dubitativo. Este espécimen es aún más exasperante. Roberto puede pasarse horas cavilando sobre qué comer para el almuerzo. Se planta frente a la máquina expendedora con una expresión de profunda reflexión, como si estuviera resolviendo un enigma milenario. Cuando por fin decide, ya es hora de la cena. Y no hablemos de decisiones más importantes, como cambiar de trabajo o mudarse de ciudad. Roberto lleva cinco años diciendo que se mudará a Monterrey “pronto”. A este ritmo, sus nietos serán los que finalmente hagan las maletas.
Y cómo olvidar a Mariana, la timorata. Mariana tiene un don especial para encontrarle peros a todo. No puede tomar una decisión sin antes considerar todas las posibles consecuencias, buenas y malas. La semana pasada, pasamos tres horas hablando sobre si debería o no ir a una fiesta. Al final, decidió quedarse en casa “para no arriesgarse”. ¡Por favor! La vida es un riesgo constante, y el mayor peligro que corre Mariana es morir de aburrimiento.
Ah, y los pusilánimes. Estos son mis favoritos, en el sentido más irónico de la palabra. Siempre tienen grandes planes y proyectos que, según ellos, cambiarán el mundo. Pero, ¿qué hacen? Nada. Se pasan la vida hablando de sus sueños, publicando en redes sociales sobre sus “grandes ideas” y recibiendo likes y comentarios de apoyo de otros pusilánimes que nunca harán nada. Es un círculo vicioso de mediocridad. A veces, me dan ganas de escribirles un mensaje privado sugiriendo que, ya que no tienen intención de actuar, al menos dejen de molestar a los demás con sus delirios de grandeza.
Debería haber una ley, querido Félix. Sí, una ley que multara a los indecisos, a los timoratos, a los pusilánimes y a los dubitativos por el simple hecho de hacernos perder el tiempo. ¿Te imaginas? Cada vez que alguien empieza con uno de sus interminables monólogos sobre lo que piensan hacer, una alarma suena, y un agente les entrega una multa por "interferencia innecesaria en la productividad ajena". Sería un mundo mejor, sin duda.
O, mejor aún, podríamos echarlos a los leones. Así de sencillo. Imagina un coliseo moderno, donde estas personas son lanzadas a la arena cada vez que se quedan paralizadas por la duda. Sería una lección rápida y efectiva, además de un espectáculo que muchos disfrutarían. Quizás suene un poco cruel, pero después de años soportando sus vacilaciones, la idea se vuelve tentadoramente justa.
Hablando en serio, Félix, es impresionante cómo estas personas pueden llenar nuestras vidas de ruido sin aportar nada. Es agotador escuchar sus dilemas interminables, sus planes nunca ejecutados, sus excusas. Al final, nos roban algo más valioso que el tiempo: nos roban la energía mental. Porque, cada vez que me encuentro con uno de estos personajes, no puedo evitar sumergirme en un estado de frustración profunda, preguntándome por qué son incapaces de tomar una simple decisión y actuar.
Félix, la vida es demasiado corta para
desperdiciarla escuchando a quienes nunca harán nada. Siempre indispuesta para la vida.
Rebeca Jiménez
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