CDMX, 3 de marzo 2024
Querido Félix
Debo contarte sobre una situación de la que ya hemos platicado que pasa en las caóticas calles de la Ciudad de México, un espectáculo tan desconcertante como homicida: los conductores que parecen creer que están protagonizando la próxima entrega de Rápidos y Furiosos, o que, en su delirio de grandeza, piensan que son Max Verstappen en el Gran Premio de México.
Es increíble, Félix, cómo estas criaturas del señor (de los avernos) creen que el color vibrante de su automóvil les confiere algún tipo de poder sobrenatural en las calles. Como si el hecho de tener un auto rojo brillante automáticamente los convirtiera en expertos pilotos de carreras o en los reyes indiscutibles del asfalto.
Estos "Max Verstappen calidad AAA" o "Dom Toretto wannabes" son fácilmente identificables por la forma en que manejan: cambiando de carril de forma imprudente, acelerando a velocidades no aptas para está ciudad y emitiendo ruidos horrendos con los escapes de sus vehículos, como si estuvieran participando en una competencia de quién deja a más personas sordas.
Y, por supuesto, no podemos olvidar su estilo de conducción agresivo y temerario, como si estuvieran compitiendo por ver quien termina primero en la cárcel o en el panteón. Rebasan por la derecha, zigzaguean entre el tráfico como si estuvieran esquivando obstáculos en un videojuego y, en general, ponen en peligro la seguridad de todos los que tienen la desgracia de compartir la calle con ellos.
Pero lo más intrigante y que siempre me pregunto: ¿qué tratan de compensar estos sujetos? ¿Es su necesidad de atención? ¿Su deseo de sentirse poderosos? ¿O simplemente están tratando de llenar un vacío existencial con el rugido de sus motores y la adrenalina de la velocidad?
Quizás sea una combinación de todas estas cosas, Félix. Tal vez estos individuos están tratando desesperadamente de encontrar algún tipo de emoción en una vida que de otra manera sería monótona y aburrida. O quizás solo son unos idiotas imprudentes que no tienen consideración por la seguridad de los demás.
En cualquier caso, no puedo evitar sentir una mezcla de enojo y repulsión cada vez que me cruzo con uno de estos individuos en las calles de la Ciudad de México. Por un lado, me molesta su actitud y su descaro. Por otro lado, me pregunto cuánto tiempo pasará antes de que se conviertan en una estadística más en las noticias de la noche.
En fin, Félix, el mundo está lleno de personajes imbéciles. Mientras tanto, mantendré mis manos firmes en el volante y mis ojos bien abiertos ante cualquier "As del volante" que se cruce en mi camino.
Con mi usual falta de fe en la humanidad
Rebeca Jiménez
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