Por Daniel Rodríguez.
17 de septiembre 2023
"Algún día estaré aquí yo también", se dijo a sí mismo Goen, artista mexicano, un día, al pasar frente a la Academia de San Carlos, en el centro histórico de la Ciudad de México, "donde están los mejores artistas", le decía su mamá, por eso, cuando le ofrecieron la oportunidad muchos años después, de exponer su obra en este lugar, decidió nombrarla con la palabra japonesa "Kyomu", que significa "un sueño hecho realidad", nada más apropiado para este momento.
Goen se ha especializado en la pintura con tinta china. "Mi maestro de dibujo se dio cuenta de mi habilidad con el pincel, por eso me mostró un libro con pinturas en tinta china, y desde entonces quedé enamorado de esta técnica", dice Goen al recordar cómo inició su aventura, que lo ha llevado hasta el lejano oriente, Japón, en donde pulió más su técnica, al tiempo que asimilaba esa cultura y sus tradiciones también.
Su exigencia estética, su trazo suave y continuo, y la dinámica que muestra en cada una de sus obras, le ha permitido ser reconocido incluso por dos grandes maestros herreros, de los últimos forjadores del sable japonés, la Katana, tanto que, al fallecer recientemente uno de ellos, sus familiares colocaron, en lugar de una foto, la obra que le pintó Goen por encargo. Obra que, por cierto, podemos ver exhibida aquí. Un gran honor, sin duda.
En la exposición hay cerca de 40 pinturas en papel, a tinta negra y a color. La pintura que más atrajo mi atención, algo difícil de decidir por que en general su obra es de gran calidad, es la de un samurai, de espaldas al espectador, con el sable desenvainado.
Lo magnífico de esta pieza, no es sólo lo que vemos en ella, un instante antes de que este samurai se lance al ataque, su mente está bien enfocada, la confianza en su arma principal, un sable de acero, que fue calentado y plegado muchas veces hasta formar una estructura "de mil hojas", tan resistente y flexible, capaz de abrirse paso entre la carne y los huesos de un solo tajo, ceremoniosamente ataviado y protegido horas antes de este encuentro. También impacta por lo que no vemos, el enemigo al acecho, probablemente decenas de guerreros rodeándolo, acorralándolo como perro salvaje, conscientes de que será una pelea a muerte, intentarán esquivar cada golpe que dé con su sable, por que saben que está entrenado para ser eficiente en cada movimiento que haga, no dará un paso sin haberlo planeado antes, no dejará un soplo de vida en ninguno de ellos, no por odio, no por rencor, sino por honor y por la obediencia que le debe a su "amo".
La figura no está completamente en el centro del cuadro, sino más bien un poco cargado hacia la izquierda, que es por donde nuestra mirada comienza a recorrer la obra. Vemos el casco con cuernos amenazantes, y bajamos la vista por la hombrera derecha, que exhibe algunas flechas enemigas incrustadas, y bajamos hacia la espalda del samurai, en donde está colgando una cuerda con un nudo bastante grande. Los nudos son detalles muy importantes en la vestimenta del guerrero, pero también para la cultura japonesa en general. Seguramente Goen pasó ratos muy agradables pintando con gran detalle los tres nudos que hay en esta pintura. Continuamos nuestro recorrido visual hacia la izquierda, para ver las fundas de los dos sables que porta siempre consigo, bellamente decorados. Y finalmente, miramos hacia la derecha, al arma mortal, con el filo de la hoja en blanco que remarca el filo impecable. Y es este elemento, el sable, el que nos da la salida del cuadro, apuntando hacia la extrema derecha, una salida natural, esperanzadora, potente.
Si trazamos una diagonal imaginaria, de la esquina izquierda superior hacia la esquina derecha inferior, vemos que el artista ubicó toda la acción y la mayor carga de elementos del lado izquierdo de esta línea, en donde hay mucha tensión y dinamismo. La mirada del samurai, su espada y el follaje en primer plano guían nuestra mirada hacia la derecha, a donde hay menos elementos y mucha calma. El hecho de que el personaje nos da la espalda y mire hacia el fondo neutro, genera un poco de misterio porque no sabemos que hay enfrente.
El aire a su alrededor está cargado de energía, el samurai espera a que ellos inicien el ataque. Con su postura firme, pasiva, los provoca, los intimida, aunque podría ser superior a todos ellos, sabe que se juega la vida en cada encuentro. La incertidumbre lo obliga a "estar" en el momento, vivir cada segundo, ser consciente de sí mismo y de sus actos, algo que nuestra sociedad ha perdido con la llegada del celular, la cajita de luz que nos hipnotiza y somete, perdemos fácilmente la batalla antes si quiera de comenzar.
Goen, en muy contadas ocasiones realiza un primer trazo a lápiz para luego entintar, pero en la mayoría de sus pinturas, aborda el papel directamente con la tinta. "Aquí no hay forma de corregir un error, si no afecta mucho a la obra final, se matiza o se modifica la idea que tenía en un inicio, pero si es más grave, no hay razón para continuar, debo volver a empezar desde cero, en otra hoja en blanco", dice Goen mientras observa detenidamente sus trazos. "Yo aún no he conseguido la excelencia, sigo practicando y ejercitando mi técnica. Cada pintura que hay aquí, representa, para mí, los errores que he cometido antes, en proporción, en composición, en energía y soltura. Son mi motivo para seguir esforzándome, cada vez más ".
La primera vez que vi el trabajo de Goen fue en el transborde de la estación del metro Chabacano. Seis o siete pinturas de gran formato, con temática japonesa, que le permitieron darse a conocer en el medio.” Fue hace 8 años creo, y lo curioso es que, todas mis obras se vendieron en esa ocasión, todo lo que ves ahora, aquí en San Carlos, es nuevo... además también tengo cerámicas, que, gracias a un artesano muy bueno, pude realizar. Tuve muchos problemas porque no debo recargarme en la cerámica fresca para pintar, si dejo alguna huella la tinta no se asienta correctamente. Además, una vez que empiezo no debo parar hasta terminar la obra. En esta estuve horas", dice Goen al mostrar con orgullo un jarrón que tiene la figura de un pulpo magistralmente logrado.
Al final hay una sección para sus obras con temas eróticos, una antigua tradición en Japón, que demandan una concentración total y un gran conocimiento del cuerpo humano, femenino o masculino, para mostrar incluso la presión sobre la piel y músculo, la caída adecuada de cada cabello, la expresión del rostro y la postura del cuerpo.
No te pierdas la oportunidad de ver la obra del artista mexicano Goen, en la exposición "Kyomu: un sueño hecho realidad", en las salas 1 y 2 de la Academia de San Carlos, en la calle Academia #22, Centro Histórico de la Ciudad de México, a pocos pasos del Palacio Nacional. De lunes a viernes, de 10 a 18 horas. Tienes hasta el 29 de septiembre.
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