En este momento histórico es urgente un pensamiento que replanteara todo desde las raíces, porque son muy diversos y entrelazados los factores de la crisis y es dificilísimo avanzar entre ellos: todo se queda en desenredar tal o cual problema, pero sin avance de conjunto.
Por ejemplo; leo hace poco un artículo bastante bueno sobre los límites o los baches de la izquierda y la derecha. La idea general es que hay una izquierda recalcitrante que sigue pensando que el lucro es un mal, y una izquierda sensata que reconoce que el lucro es el motor de la economía, un motor que hay que regular y domesticar pero reconocer y hasta estimular. Y hay una derecha recalcitrante que cree que el lucro es siempre bueno y no hay que ponerle ninguna traba, y una derecha razonable que reconoce que el lucro acarrea injusticia y dolor y tiene que someterse a algunas reglas. Esa visión es bastante clara, y me gusta que llame a las cosas por su nombre, o sea que llame lucro al lucro. Sin duda sería un avance que los políticos de nuestras democracias vieran claramente que todos los razonamientos conducen a la necesidad universal de limitar, controlar y regular el lucro.
Pero mientras tanto, lo que no se discute nunca es el lucro mismo. Cabe preguntarse qué hay en el lucro que lleva a la razón a concluir incontrovertiblemente que hay que limitarlo y controlarlo, o sea desviarlo de su curso natural. Algo cuyo curso natural es tan peligroso no parece a primera vista muy recomendable. No deja de ser raro que el motor de algo tan deseable como la economía sea algo tan indeseable. Es un poco como decir que el motor del bien es el mal. A menos que ese motor de la economía no la haga avanzar sino más bien retroceder, o a menos que ese avance de la economía sea un mal. Otras preguntas que nadie se hace nunca.
No sé si es posible que un motor nefasto produzca un movimiento valioso (es la famosa "mano invisible" –mano negra invisible), pero me parece sorprendente que en efecto no nos preguntemos cómo es posible tal cosa. La metáfora del motor confunde un poco la ideas: si un viaje en coche nos parece deseable no nos preguntaremos mucho si el motor del coche es deseable en sí. Pero aquí se trata de otra cosa. Sería más claro hablar del deseo o del impulso de lucro.
Para que la metáfora fuera del todo inteligible, tendría que ser que ese deseo o impulso fuera de orden moral, político, psicológico, mientras que la economía fuera de orden puramente fáctico, mecánico, natural. El empresario desearía el lucro, pero no desearía ni dejaría de desear la economía, como uno puede desear comer, pero no desea la digestión, que es una consecuencia mecánica del comer ajena al deseo o a la voluntad. Pero todos los demás ciudadanos estamos sometidos a la economía de manera más o menos impotente, pero evidentemente llenos de deseos, impulsos y juicios sobre ella. Eso nos mostraría una imagen de la sociedad en que el empresario como individuo puede pertenecer a esa sociedad, pero como empresario se sitúa fuera. Y el rasgo diferencial es precisamente el lucro, como decía la "izquierda recalcitrante".
Por ejemplo; leo hace poco un artículo bastante bueno sobre los límites o los baches de la izquierda y la derecha. La idea general es que hay una izquierda recalcitrante que sigue pensando que el lucro es un mal, y una izquierda sensata que reconoce que el lucro es el motor de la economía, un motor que hay que regular y domesticar pero reconocer y hasta estimular. Y hay una derecha recalcitrante que cree que el lucro es siempre bueno y no hay que ponerle ninguna traba, y una derecha razonable que reconoce que el lucro acarrea injusticia y dolor y tiene que someterse a algunas reglas. Esa visión es bastante clara, y me gusta que llame a las cosas por su nombre, o sea que llame lucro al lucro. Sin duda sería un avance que los políticos de nuestras democracias vieran claramente que todos los razonamientos conducen a la necesidad universal de limitar, controlar y regular el lucro.
Pero mientras tanto, lo que no se discute nunca es el lucro mismo. Cabe preguntarse qué hay en el lucro que lleva a la razón a concluir incontrovertiblemente que hay que limitarlo y controlarlo, o sea desviarlo de su curso natural. Algo cuyo curso natural es tan peligroso no parece a primera vista muy recomendable. No deja de ser raro que el motor de algo tan deseable como la economía sea algo tan indeseable. Es un poco como decir que el motor del bien es el mal. A menos que ese motor de la economía no la haga avanzar sino más bien retroceder, o a menos que ese avance de la economía sea un mal. Otras preguntas que nadie se hace nunca.
No sé si es posible que un motor nefasto produzca un movimiento valioso (es la famosa "mano invisible" –mano negra invisible), pero me parece sorprendente que en efecto no nos preguntemos cómo es posible tal cosa. La metáfora del motor confunde un poco la ideas: si un viaje en coche nos parece deseable no nos preguntaremos mucho si el motor del coche es deseable en sí. Pero aquí se trata de otra cosa. Sería más claro hablar del deseo o del impulso de lucro.
Para que la metáfora fuera del todo inteligible, tendría que ser que ese deseo o impulso fuera de orden moral, político, psicológico, mientras que la economía fuera de orden puramente fáctico, mecánico, natural. El empresario desearía el lucro, pero no desearía ni dejaría de desear la economía, como uno puede desear comer, pero no desea la digestión, que es una consecuencia mecánica del comer ajena al deseo o a la voluntad. Pero todos los demás ciudadanos estamos sometidos a la economía de manera más o menos impotente, pero evidentemente llenos de deseos, impulsos y juicios sobre ella. Eso nos mostraría una imagen de la sociedad en que el empresario como individuo puede pertenecer a esa sociedad, pero como empresario se sitúa fuera. Y el rasgo diferencial es precisamente el lucro, como decía la "izquierda recalcitrante".
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