Por El perrochinelo, perro de banqueta, analista político sin correa
Guau, guau, mis lectores de a pie. Aquí su perro chilango de confianza, el que duerme afuera del Oxxo y escucha más conversaciones políticas que la mañanera, pa’ contarles algo que huele raro, como carne pasada: la oposición ladra mucho, pero no muerde nada… porque no tiene dientes, ni proyecto, ni tantita imaginación.
Miren nomás el cuadro: del lado de la oposición no hay idea de país, no hay rumbo, no hay mapa, no hay brújula. Lo único que hay es miedo, odio y juniors dando discursos como si estuvieran exponiendo un trabajo que copiaron cinco minutos antes de entrar al salón. Ahí tenemos al jr. Claudio X. González, heredero del enojo eterno, que cree que organizar ONGs es lo mismo que gobernar un país de 130 millones de almas mal dormidas. Y al tío Richie, que confunde Twitter con asamblea nacional y piensa que administrar una empresa es igual que entender la desigualdad estructural de México.
Estos cuates quieren ganar el poder como quien quiere ganar una rifa sin comprar boleto. No proponen nada, no construyen nada, no explican nada. Su “proyecto de nación” cabe en un post-it y dice más o menos así: “Que no gane la 4T”. Fin del documento. No hay política industrial, no hay propuesta social, no hay idea de país para los que viven al día, para los que viajan dos horas en micro, para los que no salen en LinkedIn.
¿Y entonces qué hacen? Pues lo único que saben hacer: meter miedo. Que si el comunismo, que si Venezuela, que si Cuba, que si el apocalipsis, que si mañana te van a quitar tu casa, tu celular y hasta al perro (a mí, oigan). Viven de asustar a la banda como película chafa de terror: mucho grito, poca historia y ningún monstruo real. Eso sí, bien producidos, con spots, bots y columnistas reciclados que llevan siete años escribiendo la misma cosa con distinto título.
Lo más chistoso o lo más triste, depende cuántas pulgas traigas, es que estos próceres del miedo jamás explican qué harían distinto. Nunca dicen cómo reducirían la pobreza sin quitar apoyos, cómo generarían empleo sin precarizar más, cómo garantizarían seguridad sin militarizar hasta al velador. Nada. Silencio. Nomás el “AMLO malo”, “gobierno malo”, “todo mal”. Política de kínder: señalar con el dedo y hacer puchero.
Y aquí es donde este perro levanta la oreja izquierda: ¿cómo quieres gobernar un país que desprecias? Porque la neta, Claudio X. y el tío Richie no entienden, ni quieren entender, al México real. Al México que no invierte en bolsa, que no desayuna en restaurantes fifis, que no habla de “mercados” sino de “si alcanza o no alcanza”. Para ellos, el pueblo es un error estadístico, una molestia, una masa que vota mal porque “no entiende”. Así, con ese cariño, quieren que la gente confíe en ellos. Ajá.
Por eso su discurso está lleno de odio clasista disfrazado de preocupación democrática. No les molesta la corrupción, porque con ella vivieron cómodos, les molesta haber perdido el control. No les indigna la pobreza, les indigna que ya no sea rentable políticamente. No defienden instituciones, defienden privilegios. Y cuando no pueden convencer, pues asustan. Cuando no pueden proponer, pues insultan. Cuando no pueden sumar, pues polarizan.
Mientras tanto, el país sigue necesitando respuestas reales de su parte: cómo crecer sin excluir, cómo modernizar sin despojar, cómo gobernar sin regresar al pasado. Y la oposición, en lugar de ponerse a chambear ideas, anda jugando a la guerra cultural en redes, creyendo que un meme tumba políticas públicas y que un trending topic sustituye un programa de gobierno.
Así no se construye una nación, raza. Así se administra el berrinche. Y los berrinches no ganan elecciones a largo plazo, nomás hacen ruido, como perro chiquito que ladra detrás de la reja porque sabe que no puede salir.
Desde esta banqueta les dejo una reflexión perruna: un país no se gobierna con miedo ni con odio, se gobierna con visión, con proyecto y con respeto a su gente. Si la oposición quiere volver a ser opción, más le vale bajarse del pedestal, dejar de jugar al espantapájaros y ponerse a pensar en serio. Porque si no, seguirán ladrando fuerte… pero solos, mientras el país sigue caminando.
Guau.
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