5 de mayo de 2024
Querido Félix
Déjame contarte mí última aventura de la comedia humana que tuve el "honor" de atestiguar: el matrimonio de mi prima, la diva del drama. Sí, esa misma que desde pequeñas competía por ser la sombra más larga al mediodía, desde ostentar la Barbie con más accesorios hasta ser la reina del recreo. ¿Quién diría que terminaría siendo la directora de su propia tragicomedia?
La boda fue, en una palabra, un circo de tres pistas con elefantes incluidos. Ver a mi prima, la diva, transformada en una novia deslumbrante, avanzando hacia el altar con una sonrisa que gritaba "¡Miren, plebeyos, lo que he conquistado!". ¿Quién iba a imaginar que la niña con el corazón más frío que nitrógeno líquido encontraría algo parecido al amor? Aunque, entre nos, siempre tuve la teoría de que su amor eterno era su imagen en el espejo.
El acto central, la ceremonia, fue un espectáculo de pirotecnia emocional y pomposidad que solo se ve en las telenovelas. Las lágrimas de cocodrilo se entremezclaban con los cuchicheos de la audiencia, mientras el sacerdote luchaba por no ser opacado por el exceso de lentejuelas.
Desde mi escondite estratégico en la última fila, no pude más que compadecer al valiente caballero que estaba a punto de encadenar su destino al de mi prima. ¿Qué futuro le aguardaba a este héroe, con la hidra de siete cabezas esperando en casa para recordarle que ella siempre, siempre tiene la última palabra?
Y qué decir de los espectadores, un mosaico de parientes que ni Hércules Poirot podría identificar, conocidos de conocidos y algún que otro turista despistado. ¡Ah, la magia de las bodas, donde la lista de invitados es más abierta que un buffet!
Pero el clímax del surrealismo fue al entrar al salón de eventos. Supe de inmediato que había cruzado el umbral hacia la dimensión del delirio. La decoración era un híbrido entre una carnaval y una pasarela neón de los 80, con más destellos que una bola disco. ¿Quién necesita buen gusto cuando se puede tener dinero?
Félix, la boda de mi prima fue un viaje al corazón del absurdo, un festín de ironías que desafía la lógica. ¿Quién pensaría que tal espectáculo de extravagancias sería posible fuera de una película de Federico Fellini?
Con la misma alegría que un lunes por la mañana
Rebeca Jiménez
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