HISTORIAS DESDE EL ABISMO: Entre el deseo y el abismo: la sexualidad como umbral del horror en el cine
Por Terrornauta
Hay algo inquietante en la intimidad. Un susurro entrecortado en la penumbra. La piel erizada no sólo por el roce del placer, sino por la posibilidad de la muerte. En el cine de terror, la sexualidad nunca es neutra: es abismo, es transgresión, es una grieta por la que se cuela el monstruo. Desde sus orígenes, el género ha coqueteado con los límites del cuerpo y el deseo, señalando con un dedo tembloroso aquello que en el fondo siempre supimos: que el sexo y el miedo nacen en la misma caverna oscura del alma.
La sexualidad en el cine de horror no es un accesorio. Es, muchas veces, su médula espinal. A través del erotismo, el cine de terror explora lo reprimido, lo prohibido, lo inconfesable. Se cuela en los pliegues de la moral, en las pesadillas del cuerpo, en los anhelos rotos. Aquí no hay redención, ni gozo sin precio. El deseo es castigo, transformación, mutación o castidad forzada. El monstruo, muchas veces, no es más que la metáfora de un deseo inaceptable.
Hagamos una revisión de diez películas donde la sexualidad es el hilo de sangre que conduce al horror:
1. Drácula (1931, Tod Browning)
El conde no sólo es un depredador, es un seductor. Su mordida no se diferencia mucho de una caricia perversa. La sexualidad aquí es ambigua, reprimida, gótica hasta los huesos. El vampiro representa el otro deseado y temido, el erotismo que viene del extranjero, lo exótico, lo que perturba el orden victoriano. Su mirada hipnótica nos recuerda que el deseo es posesión, y que amar puede ser una forma de morir.
2. Cat People (1942, Jacques Tourneur)
Una mujer teme consumar su deseo sexual porque cree que, al hacerlo, se transformará en una pantera asesina. No hay metáfora más clara de cómo el cine de terror ha asociado el deseo femenino con lo monstruoso. Aquí, la represión se convierte en maldición. La bestia no vive en la jungla, sino bajo la piel de una mujer que ama.
3. The Hunger (1983, Tony Scott)
Este elegante y lúgubre film de vampiros explora la sexualidad lésbica y la eterna juventud como pacto con lo siniestro. Miriam (Catherine Deneuve) es la encarnación del deseo sofisticado, cruel, seductor. Su amor consume. Aquí el erotismo es lento, gótico, letal. El cuerpo no envejece, pero el alma se pudre. El deseo no se sacia: arrastra.
4. Possession (1981, Andrzej Żuławski)
Un estudio demencial sobre el deterioro del matrimonio, los celos, la identidad y la carne. Isabelle Adjani interpreta a una mujer que se entrega –literalmente– a una criatura informe, un monstruo orgánico que se alimenta del sexo. La sexualidad aquí es desintegración, histeria, horror existencial. No hay redención. Hay vómito azul, gritos, tentáculos. Un descenso al infierno del deseo.
5. Teeth (2007, Mitchell Lichtenstein)
Una joven descubre que posee una vagina dentada, una relectura feminista y oscura del mito freudiano. El horror emerge del descubrimiento de la sexualidad y del abuso masculino. Aquí, la sexualidad es venganza. El cuerpo femenino deja de ser objeto y se convierte en arma. Es un film que incomoda, que muerde.
6. It Follows (2014, David Robert Mitchell)
Una maldición que se transmite sexualmente. El monstruo es una entidad cambiante que camina lentamente hacia ti. Siempre. Nunca se detiene. La metáfora es clara: el sexo como contagio, como amenaza, como herencia de muerte. Pero también como vínculo. Aquí, la sexualidad es lo que te une y lo que te condena. Amar es estar en peligro.
7. Crash (1996, David Cronenberg)
Erotismo y mutilación se entrelazan en este film sobre personas que encuentran placer sexual en los accidentes automovilísticos. Cronenberg lleva el body horror a su máxima expresión: el cuerpo es objeto de deseo incluso cuando sangra, cuando se rompe, cuando ya no obedece las reglas de la biología. El sexo se vuelve mecánico, metálico, inhumano.
8. The Witch (2015, Robert Eggers)
La historia de una joven que es acusada de brujería y que, finalmente, elige entregarse al poder oscuro que le ofrece libertad. Aquí, la sexualidad es una promesa de emancipación. La figura de la bruja, tan temida, es también un símbolo del deseo femenino liberado. ¿Quieres vivir deliciosamente?, le preguntan. Y ella dice sí. Con los ojos abiertos.
9. Jennifer’s Body (2009, Karyn Kusama)
Una adolescente poseída por un demonio seduce y devora a sus compañeros varones. La película explora la amistad femenina, la bisexualidad, el deseo adolescente como campo de batalla. El cuerpo se convierte en instrumento de castigo, pero también en una forma de poder. El terror aquí tiene faldas y una sonrisa sangrienta.
10. Hellraiser (1987, Clive Barker)
Aquí el deseo es infernal. Literal. Un pacto sadomasoquista con criaturas extradimensionales que ofrecen placer más allá de los límites humanos… y del dolor. Cenobitas, cuero negro, cadenas. El sexo se convierte en rito, en tortura, en invocación. ¿Qué es el amor, si no una forma de sacrificio?
La sexualidad en el cine de terror revela que, detrás del grito, hay un susurro. Que el cuerpo no sólo teme a la herida, sino que a veces la busca. Que el deseo no es limpio ni luminoso. Es barroco, turbio, sangrante. El horror y el erotismo son hermanos siameses: uno no puede existir sin el otro. Como nos enseñó Poe, en el amor hay muerte. Como nos enseñó Lovecraft, en el cuerpo hay locura. Como nos enseña el cine de terror, cada deseo puede abrir una puerta… y no todas deben abrirse.
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