Por TPS
Había una vez una mujer llamada Mildred, quien a sus veinte años era una fiera indomable, valiente como un soldado sin patria, y tan decidida como un borracho buscando la última copa. Su criterio para tomar decisiones era simple y efectivo: hacer exactamente lo contrario a lo que su madre sugería. Si su madre decía "no lo hagas", Mildred lo hacía; si le rogaba "piensa bien en quién te casas", Mildred corría a casarse con el primer espécimen humano que pudiera sostener una cerveza en cada mano.
El afortunado, claro está, no venía solo: traía en el paquete a su santa madre, una matriarca con la delicadeza de una trituradora de carne y la ternura de un inspector de Hacienda.
Durante años, Mildred confundió su rebeldía hormonal con decisiones de vida, mientras su entorno económico, emocional y social se encogía como pantalón barato en lavadora ajena. Cada oportunidad que se le presentaba —un nuevo trabajo, un amor, un cambio real— Mildred encontraba la manera de sabotearla con la pericia de un experto en demoliciones: llegaba tarde, olvidaba documentos importantes, discutía por detalles irrelevantes o simplemente decidía que "no era el momento" porque Mercurio estaba retrógrado.
Y así, de ser aquella joven impulsiva y atrevida, se transformó en una mujer que veía amenazas en cada esquina: un nuevo amor como un monstruo marino, un nuevo empleo como una emboscada, una mudanza como un éxodo apocalíptico.
Un día, en un raro arranque de dignidad, echo al marido y juró que esta vez sí, ahora sí, encontraría su camino. Pero no habían pasado ni tres meses cuando el volvió a tocar a la puerta, arrastrando sus maletas y su discurso más trillado:
—Es que nuestro hijo nos necesita unidos —ella olvido convenientemente que el "hijo" ya tenía barba, hijos y dos divorcios encima.
De la osadía temeraria de su juventud, Mildred solo conservaba la capacidad de lanzarse de cabeza... pero ahora directo a los brazos de sus peores decisiones.
Moraleja:
Hay quienes huyen de una jaula solo para correr de vuelta cuando descubren que afuera llueve.
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