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CRÓNICAS PERRAS: El grito

Por El Perrochinelo

¡Qué onda, banditaaaa! Ya estamos en plena temporada de fiestas patrias y, la neta, ya siento el cotorreo en el aire. Desde que se empieza a oír el “¡Acá su bandera, compre su bandera!” en las calles, sabes que se viene el relajo. ¡Y qué señor relajo, eh! Las calles se visten de gala, con banderas y arreglos tricolores, y las luces del zócalo brillan más que la sonrisa de un influencer del Tik tok. ¡Ya me imagino la pachanga!

Esos días son como un maratón de la patriotes: primero, los niños disfrazados con trajes típicos que, la verdad, son más chistosos que un video viral de un gato en youtube. Ahí los ves, todos hechos unos “charros” o “Don Miguel Hidalgo”, intentando recordar sus líneas en la ceremonia escolar, mientras sus mamás graban todo para el “face” como si fuera el Super Bowl. Y, por supuesto, no hay que olvidar al clásico niño que no sabe ni dónde está, pero ahí va, saltando de un lado a otro, pensando que es la próxima estrella de telerisa .

Y luego, llega la noche del grito. Esa es la verdadera prueba de resistencia. Primero, todos se juntan para la cena, donde no puede faltar el pozole, los chiles en nogada y, claro, un buena agua de sabor. Ahí, entre la comida, se desata la guerra de anécdotas familiares, donde cada quien trata de contar la historia más vergonzosa de su vida. ¡Y cómo no! Si hasta la abuelita empieza a sacar sus mejores historias, esas que ya se saben de memoria, pero que todos disfrutamos.

Luego, hay algunos que lo suyo es ir al Zócalo. Ahí sí que hay un titipuchal de gente, y parece que toda la humanidad se ha reunido para celebrar. Un mar de rostros, banderas ondeando y el olor a humanidad. La adrenalina se siente en el aire cuando el reloj marca la hora del grito. El ambiente se calienta, y todos comienzan a gritar, a aplaudir, y a cantar el himno como si fueran los protagonistas de una película épica. 

Y, ya cuando el presidente da el grito, uno siente esa vibra patriótica que hace que se te erice la piel. Ahí estás, en medio de un mar de gente, todos gritando “¡Viva México!” como si no hubiera un mañana. Es como si la ciudad se paralizara por un momento, y todos se unieran en una sola voz. 

Pero, ojo, que no todo es fiesta y alegría. Hay que andar con cuidado, porque también están los gandallas que aprovechan la multitud como si fueran peces en un estanque. Si no quieres que te roben la cartera o el celular, mejor mantén tus pertenencias bien escondidas. Porque esos cuates son más rápidos que un político al que le tiras un hueso. Y, la neta, me da un coraje que si pudiera, les mordería las patas, pero bueno, no soy un perro cualquiera, así que mejor sigo disfrutando la fiesta.

Mis cuates, a prepararse para estas fiestas patrias. A sacar el patriotismo de adentro, a disfrutar de la comida, a alzar la voz y, sobre todo, a tener cuidado con los malandros que andan al acecho. Porque aunque la fiesta es un desmadre, al final, todos queremos seguir disfrutando de nuestra ciudad, nuestra gente, y de todo lo que nos hace únicos. ¡Viva México! ¡Y a celebrar con los amigos y la familia!

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