Por Félix Ayurnamat
El mercado del arte es el lugar donde las obras de la creatividad humana se ven afectadas por las poderosas fuerzas del capital. Dentro de este contexto, la obra de arte no solamente es valorada por su capacidad de comunicar, sino también como una inversión potencialmente lucrativa. No obstante, a pesar de ser un mercado supuestamente abierto y global, persiste en él un eurocentrismo perjudicial que favorece lo occidental (Europa, Norteamérica y artistas occidentalizados) y excluye lo no occidental. No se trata solamente de gustos estéticos, sino que es una demostración oculta de cómo las estructuras de poder y los prejuicios históricos mantienen la desigualdad cultural y económica.
El eurocentrismo en el mercado del arte proviene de raíces arraigadas durante todo el periodo colonial. A lo largo de los siglos, las potencias europeas no solamente conquistaron territorios y personas, sino que también influenciaron pensamientos y emociones. Impusieron una jerarquía cultural que señalaba la superioridad de sus creaciones artísticas respecto a las de otras culturas, convirtiendo así a sus instituciones en los jueces supremos del gusto y la calidad artística. El legado colonial se mantiene presente, permeando en las dinámicas actuales del mercado del arte, donde las creaciones de artistas occidentales o favorecidos por Occidente continúan siendo predominantes tanto en términos económicos como en reconocimiento cultural.
Es innegable y triste observar cómo, en las subastas internacionales, los nombres de artistas como Picasso, Van Gogh y Monet acaparan la atención dejando poco espacio para que brillen maestros provenientes de otras partes del mundo. Las obras de estos grandes artistas no están exentas de mérito, pero el mercado ha sido influenciado para darles un valor desproporcionado en comparación con artistas de África, Asia, América Latina y Oceanía. Esta predisposición muestra un prejuicio enraizado que altera la percepción de lo que se considera "arte de calidad".
Las instituciones artísticas como los museos y galerías juegan un papel clave en este proceso. La mayoría de estas instituciones, principalmente ubicadas en Occidente, priorizan las colecciones europeas y norteamericanas y se encargan de preservar el canon artístico. Aunque se han realizado esfuerzos en los últimos años para diversificar las colecciones y exposiciones, el avance ha sido escaso y superficial. En muchas ocasiones, las instituciones suelen catalogar el arte no occidental de forma condescendiente al utilizar términos como "arte étnico" o "arte tribal", lo cual demerita la importancia cultural de estas obras.
Además de dañar la reputación, este enfoque eurocéntrico tiene consecuencias económicas tangibles. Los artistas de culturas no occidentales se enfrentan a un desafío importante al intentar ingresar al mercado global del arte. Con frecuencia, estos artistas no obtienen el reconocimiento merecido por sus creaciones, lo que resulta en quedar atrapados en un ciclo de pasar desapercibidos y ser marginados. Además de privar a los artistas de oportunidades económicas, esta dinámica también tiene el efecto negativo de empobrecer el mercado del arte al limitar la diversidad de voces y perspectivas que pueden ser apreciadas y valoradas.
Sin embargo, no todo es tristeza en esta situación. En los últimos años, ha surgido un creciente movimiento que busca cuestionar y erradicar la visión eurocéntrica en relación al mercado del arte. En este movimiento se incluyen exposiciones temáticas que destacan las contribuciones de artistas de diversas culturas, así como ferias internacionales de arte que ofrecen oportunidades para artistas no occidentales. A pesar de encontrarse en las etapas iniciales, estas iniciativas representan un avance fundamental hacia la creación de un mercado del arte que sea más inclusivo y equitativo.
Actualmente, algunas casas de subastas y galerías están comenzando a reconocer la importancia de las obras de artistas no occidentales. Este reconocimiento se nota en políticas de adquisición más inclusivas y en la promoción de estos artistas en el mercado internacional. Sin embargo, para que estos esfuerzos tengan un impacto duradero, es necesario un cambio profundo en la mentalidad y las estructuras del mercado del arte. Debemos cuestionar y desmantelar las jerarquías culturales que perpetúan el eurocentrismo y trabajar hacia un sistema que valore y celebre la diversidad artística en todas sus formas.
El mercado del arte, como cualquier otro mercado, está influenciado por fuerzas económicas y sociales. Sin embargo, a diferencia de otros mercados, tiene el poder único de moldear nuestra comprensión y apreciación de lo humano. Al combatir el eurocentrismo y promover una visión más inclusiva y equitativa del arte, no solo enriquecemos nuestra experiencia estética, sino que también contribuimos a la justicia cultural y económica de los excluidos.
Es indispensable formar a nuevos público para que puedan valorar y legitimar las producciones artísticas de todas las culturas, y así poder construir un mercado del arte verdaderamente global, donde todas las voces y visiones sean reconocidas y apreciadas. Solo así podremos hacer justicia a la increíble diversidad de la creatividad humana y fomentar un diálogo cultural más inclusivo y enriquecedor.
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