CDMX, 18 de enero 2024
¡Querido Félix!
Es mi deber informarte sobre los últimos acontecimientos que han convertido mi tranquila jornada laboral en un auténtico infierno cuaresmal. Todo comenzo el Miércoles de Ceniza, ese día en el que todos se convierten en hipócritas devotos y la oficina se convirtió en un espectáculo de abstinencia, críticas y coqueteos al del cubículo 6, ¡y lo peor es que está casada la ñora!
La mañana comenzó con el desfile de personas con la frente manchada de ceniza, como si fueran guerreros de una guerra santa. Todos exhiben sus marcas con orgullo, como si el hecho de no comer carne durante un día los convirtiera en seres superiores. ¡Por favor! Me pregunto si alguno de ellos realmente entiende el significado detrás del ritual del Miércoles de Ceniza, o si simplemente lo ven como una excusa para presumir su "sacrificio" en las redes sociales.
Y luego está la súper cristiana de la oficina, la que hace alarde de su abstinencia como si fuera una medalla de honor. Te juro, Félix, que si la veo comer una hamburguesa mañana, no respondo por mis acciones. Pero claro, en el fondo todos sabemos que su compromiso con la dieta de Cuaresma es tan sólido como una promesa de político en campaña.
El ambiente se vuelve aún más surrealista cuando la gente comienza a criticar a los demás por sus elecciones alimenticias. ¡Ah, sí, porque nada grita "espiritualidad" como juzgar el plato de tu compañero de trabajo! "¿Qué, estás comiendo carne hoy? ¡Vaya, vaya! ¿No te importa tu salud espiritual?" Oh, por favor, cállate y come tu ensalada de quinoa antes de que te dé un ataque de hipocresía aguda.
Pero lo que realmente me saca de quicio es como Laurita le echa el can al del cubículo 6. ¿Qué les pasa a estas personas? ¿Acaso no tienen suficientes problemas en sus propias vidas como para andar tratando de hundir en ellos a los demás? Y para colmo, el susodicho también está felizmente casado. ¿Dónde quedó el respeto por no comer carne? ¡Es una selva allá afuera, Félix, una selva!
Estás semanas se convierten en un circo de doble moral y contradicciones, donde la abstinencia se mezcla con la crítica despiadada y los intentos de romper matrimonios en la sala de descanso. ¿Dónde quedó la verdadera esencia de la Cuaresma? ¿O es que acaso la religión se ha convertido en otra excusa para exhibir nuestra superioridad moral mientras nos lanzamos sobre el último pedazo de pastel en la bandeja de la oficina?
En fin, Félix, esta jornada de abstinencia y hipocresía ha confirmado una vez más que la oficina es un lugar donde los valores se desdibujan y la moralidad es un concepto relativo. Pero, en medio de este carnaval, mantendré mi integridad y mi cordura, aunque tenga que hacerlo a base de miradas despectivas y sarcasmo enlatado.
Con mi usual falta de entusiasmo religioso,
Rebeca Jiménez
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