Sigue intrigándome la cuestión de la identidad y la comunidad.
La historia del laicismo del Estado muestra que la identidad de la comunidad es siempre de naturaleza religiosa o afín a esa naturaleza. Las noticias sobre Irak de estos días ponían de manifiesto que Hussein había logrado imponer una unidad nacional por encima de las comunidades gracias a la creación de un Estado laico. Ahora con la supuesta democracia las comunidades vuelven a reivindicar su identidad, naturalmente religiosa, y la primera consecuencia de ello es un retroceso de las libertades. Por ejemplo, canónicamente, de las libertades de la mujer.
La identidad en este sentido es propiamente enajenación: sumisión al Ello. Lo opuesto a la libertad. El que se identifica así no se pertenece, pertenece a la comunidad. Como el religioso a la divinidad.
La comunidad que reivindican quienes reivindican la identidad puede tomar formas en realidad incompatibles entre sí. Puede abarcar todo el ámbito de una lengua, o de un dialecto, o de toda una familia lingüística; puede basarse en una raza; puede consistir en un territorio, o no (judíos, gitanos); puede depender de antecedentes históricos y políticos, o sea de una manera o de otra relacionados con el poder. No hay pues ninguna ley natural tras esa identificación: es "arbitraria".
Lo que sí hay objetivamente son condicionamientos: la lengua, la cultura, la familia en que me he criado me condicionan. ¿Qué significa reivindicar lo que nos condiciona, considerar que nuestros condicionamientos son nuestra identidad, nuestro ser? Es claro que la sabiduría nos exige reconocer que estamos condicionados, pero también que no somos nuestras propias condiciones.
La historia del laicismo del Estado muestra que la identidad de la comunidad es siempre de naturaleza religiosa o afín a esa naturaleza. Las noticias sobre Irak de estos días ponían de manifiesto que Hussein había logrado imponer una unidad nacional por encima de las comunidades gracias a la creación de un Estado laico. Ahora con la supuesta democracia las comunidades vuelven a reivindicar su identidad, naturalmente religiosa, y la primera consecuencia de ello es un retroceso de las libertades. Por ejemplo, canónicamente, de las libertades de la mujer.
La identidad en este sentido es propiamente enajenación: sumisión al Ello. Lo opuesto a la libertad. El que se identifica así no se pertenece, pertenece a la comunidad. Como el religioso a la divinidad.
La comunidad que reivindican quienes reivindican la identidad puede tomar formas en realidad incompatibles entre sí. Puede abarcar todo el ámbito de una lengua, o de un dialecto, o de toda una familia lingüística; puede basarse en una raza; puede consistir en un territorio, o no (judíos, gitanos); puede depender de antecedentes históricos y políticos, o sea de una manera o de otra relacionados con el poder. No hay pues ninguna ley natural tras esa identificación: es "arbitraria".
Lo que sí hay objetivamente son condicionamientos: la lengua, la cultura, la familia en que me he criado me condicionan. ¿Qué significa reivindicar lo que nos condiciona, considerar que nuestros condicionamientos son nuestra identidad, nuestro ser? Es claro que la sabiduría nos exige reconocer que estamos condicionados, pero también que no somos nuestras propias condiciones.
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