Ir al contenido principal

PERSPECTIVAS: Héctor García

Héctor García en La Candelaria de los Patos. México, 2003.
Fotografía de Héctor García Sánchez


Por Félix Ayurnamat

Héctor García es, para mí, un punto de referencia obligado cuando trato de entender cómo la fotografía puede convertirse en memoria social. No hablo de una memoria neutra: hablo de imágenes que muestran quiénes éramos, y en muchos casos quiénes fuimos invisibles. en un México que se transformó a lo largo del siglo XX. Conocí su obra poco a poco: primero por una foto suelta en alguna revista, luego por libros y, más tarde, por exposiciones que me dejaron pensando en la ciudad como un organismo vivo, con nervios y cicatrices.

Nació en la Ciudad de México en 1923 y murió en 2012. Esa vida larga le permitió construir un archivo enorme: seis décadas fotografiando la ciudad, sus instituciones, sus manifestaciones y sus marginados. No fue un cronista neutro; fue alguien que eligió estar cerca del pueblo y sus conflictos, con una cámara como herramienta de testimonio.

Lo que más valoro de su trabajo es la mezcla de compromiso y mirada estética. El estudió con figuras como Manuel Álvarez Bravo y Gabriel Figueroa, quienes le enseñaron tanto técnica como la idea de que la imagen tiene peso cultural. De ahí salió no un imitador, sino un fotógrafo con sentido de escena: sabía esperar, escuchar y aparecer en el lugar justo. Esa formación se traduce en fotos que funcionan como relatos comprimidos; cada encuadre tiene un antes y un después implícitos.

Hay varias líneas temáticas en su obra que me parecen cruciales. Una es la Ciudad de México, entendida como paisaje humano: transeúntes, vendedores, calles, anuncios, edificios en expansión. Otra es la documentación de luchas sociales: huelgas, manifestaciones, represión. Probablemente la pieza más conocida de esa segunda vía son sus fotografías del movimiento estudiantil de 1968 y de la masacre de Tlatelolco, imágenes que captan el miedo, la confusión y la gravedad de esos días. Esas fotos no son mera prueba gráfica; son testigos que siguen interrogándonos sobre la memoria colectiva.

También fue retratista de artistas e intelectuales: Frida Kahlo, Diego Rivera, Tin Tan, Dolores del Río y muchos otros pasaron por su lente. Esos retratos no son glamour vacío; son encuentros. En ellos se nota la confianza entre fotógrafo y retratado, y la voluntad de mostrar algo íntimo sin caer en la complacencia. En ese sentido,  supo moverse entre el periodismo y la intimidad artística con igual solvencia.

Técnicamente, García prefirió el blanco y negro y la composición directa. Sus imágenes tienen textura urbana: grano, contraste marcado, profundidad de campo que enfatiza rostros y detalles. Más allá del “estilo”, lo que me interesa es su ética: no explotaba el dolor ajeno para efecto dramático; más bien buscaba dignificar a las personas que fotografiaba. Esto se aprecia en series sobre niños de la calle, obreros, y poblaciones marginales, donde hay empatía sin romanticismo. Sus fotos funcionan como puertas de acceso hacia la vida de sujetos que rara vez aparecen en medios.

Héctor también fue fotoperiodista . Fundó su propia agencia y trabajó para distintas publicaciones; ganó en varias ocasiones el Premio Nacional de Periodismo. Ese trabajo le dio libertad documental y, a la vez, lo obligó a pensar en la circulación pública de la imagen: qué mostrar, cómo y por qué. La tensión entre la mirada autoral y la urgencia informativa aparece en muchas de sus piezas, y en mi experiencia eso es fertilizante para cualquier fotógrafo: obliga a pensar el impacto social de la imagen.

En años recientes ha habido esfuerzos importantes por preservar su archivo y hacerlo accesible. La Fundación María y Héctor García y varias instituciones mexicanas han organizado exposiciones y proyectos de conservación, lo cual es clave porque hablamos de un patrimonio que dice mucho del país. Ver sus impresiones en persona cambia la lectura: el tamaño, el brillo del papel, las marcas de laboratorio, todo comunica algo que las reproducciones no siempre alcanzan. Es una lección para quien trabaja con imagen: el soporte también habla.

Ahora bien, ¿qué podemos aprender los que hacemos imágenes hoy? Para mí hay al menos tres lecciones prácticas en la obra de Héctor García. Primero: estar presente. Muchas de las fotos más poderosas de García nacen de su constancia y su hábito de mover la cámara por la ciudad día tras día. Segundo: combinar sensibilidad y veracidad. No basta con buscar “la foto bella”: hay que buscar la foto que diga algo verdadero sobre la gente. Tercero: construir archivo. La mirada puntual es valiosa, pero el archivo construye memoria social y permite lecturas históricas más complejas. García no buscó fama instantánea; construyó material que hoy sirve a historiadores, curadores y al público en general.

¿Somos capaces de hacer fotos que, además de ser buenas visualmente, sirvan como herramientas para la memoria y la crítica? En un momento en que la imagen circula con una velocidad inimaginable, la obra de Héctor nos enseña aún que la fotografía puede y debe hacer otra cosa: detener el tiempo suficiente para nombrar lo que ocurre aquí y ahora, y dejar pistas para quienes vendrán después.

Si todavía no lo has hecho, te invito a ver su trabajo en libros o en alguna exposición. Ver sus imágenes es acercarse a la ciudad de México  y a su gente con más atención. Y si quieres ser fotógrafo, pregúntate: ¿Qué mensaje quieres dejar con tus fotos? ¿Qué urgencias sociales merecen tu tiempo y tu mirada? La obra de Héctor García no da respuestas, pero sí nos ofrece un modelo de compromiso y oficio que sigue siendo necesario para cualquier artista.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Carta de Belisario Dominguez

Señor presidente del Senado: Por tratarse de un asunto urgentísimo para la salud de la Patria, me veo obligado a prescindir de las fórmulas acostumbradas y a suplicar a usted se sirva dar principio a esta sesión, tomando conocimiento de este pliego y dándolo a conocer enseguida a los señores senadores. Insisto, señor Presidente, en que este asunto debe ser conocido por el Senado en este mismo momento, porque dentro de pocas horas lo conocerá el pueblo y urge que el Senado lo conozca antes que nadie. Señores senadores: Todos vosotros habéis leído con profundo interés el informe presentado por don Victoriano Huerta ante el Congreso de la Unión el 16 del presente. Indudablemente, señores senadores, que lo mismo que a mí, os ha llenado de indignación el cúmulo de falsedades que encierra ese documento. ¿A quién se pretende engañar, señores? ¿Al Congreso de la Unión? No, señores, todos sus miembros son hombres ilustrados que se ocupan en política, que están al corriente de los sucesos del pa...

Arte que repercute en la vida.

por: Katia Briseño. ¿Alguna vez se han preguntado si el arte sirve para la vida? ¿Qué es lo que se espera de un curso de artes plásticas a nivel medio superior? ¿Por qué algunas personas todavía consideran tomar talleres de arte? ¿En verdad los talleres de arte enseñan a reflexionar o son una repetición de técnicas sin contenido? El taller de exploración visual es un espacio que propone una reflexión en torno al arte y la visión que tenemos del mundo.    Más que preocuparse por la forma, se centra en buscar el contenido con creatividad e imaginación en las obras. El artista a cargo ayudara a reflexionar y descubrir aspectos nunca antes vistos de las piezas de arte, con motivo de generar una reflexión.   ¿Qué tan difícil es saber si el arte es arte? ¿Por qué es arte y porqué nos provoca? Es un espacio de análisis personal y colectiva en cuanto a qué es lo que provoca y el mensaje de las piezas. Se divide en dos módulos: dibujo y escultura. El dibujo va orientad...