Por: Daniel Rodríguez
20 de noviembre 2022
En el segundo nivel del Museo Nacional de Arte (Munal), que está celebrando sus 40 años, hay una exposición fuera de serie: Munal x Thyssen: la ruta infinita, en la que 8 pinturas de la colección española del Museo Nacional Thyssen-Bornemysza, y otras 8 pinturas de artistas del "Nuevo Mundo", de la colección del propio Munal (influenciadas por las anteriores), se exhiben juntas por primera vez. Europa y América son dos continentes que han refinado sus técnicas e incorporado sus tradiciones, y se retroalimentan continuamente, lo que le da el título a esta exposición.
El piso de madera crujiendo bajo tus pies, y los enormes y detallados portones que dan paso a la exposición, acentúan la intensidad del viaje que estas a punto de realizar, uno que da pasos agigantados para ir desde un estilo Gótico, de alrededor del año 1500, con un cuadro al óleo pintado sobre madera del Círculo de Haume Hughet, del Renacimiento con el pintor de la corte de la reina Isabel la Católica, Juan de Flandes, pasando por el Manierismo, con cuadros de "El Greco" y Sebastián López de Arteaga, con sus propias versiones de la crucifixión, el Barroco con obras de Francisco de Zurbarán, Bartolomé Esteban Murillo, José de Ibarra, Miguel Cabrera, para finalmente aterrizar en el Romanticismo, del siglo XVIII, con 2 obras de Francisco de Goya, una de Juan Cordero, y otra de Julio Ruelas. Cinco corrientes artísticas en la historia del Arte, que además sirven de base para el desarrollo de esta muestra.
En el espacio más amplio de la exhibición puede ser cómodamente apreciada la más grande de las obras, "La Virgen del apocalipsis", del pintor oaxaqueño Miguel Cabrera, del año 1760, que mide cerca de 2 metros de cada lado, acompañada por los retratos de cuatro mujeres "santas" del catolicismo, cargadas de poderosos símbolos y tradiciones, desde la composición hasta los detalles más sutiles.
Por ejemplo, en el cuadro "La virgen del apocalipsis", a primera vista identificamos una clara división entre la maldad, la oscuridad que amenaza por el lado Izquierdo, y la luz, lo divino que, aunque domina el cuadro, abraza más el lado derecho del mismo, el lado positivo, el que deberíamos todos seguir, entendido en la fe católica.
"La virgen del apocalipsis", Miguel Cabrera, 1760
Fuente: Google Art Project
Siguiendo las líneas que guían nuestra mirada sobre la pintura, como buenos occidentales que somos, de izquierda a derecha la vista se posa primero en el Ángel y los serafines que combaten al demonio de 7 cabezas, una de las cuales la Virgen María somete con su pie derecho, justo al centro del cuadro, y le devuelve la mirada al demonio que surgió de las profundidades, pero desde lo más alto, posada delicadamente sobre un orbe.
En sus brazos reposa el pequeño "hijo de Dios", el punto focal de esta obra, hacia quien se dirigen la mayoría de las miradas, y quien, libre de amenazas o problemas mundanos, por el contrario, mira hacia arriba, hacia su padre, a quien le extiende su brazo izquierdo, que guía nuestra vista hacia la esquina superior derecha. A partir de aquí, son las miradas de los demás personajes, quienes nos devuelven una y otra vez al centro y al punto focal del cuadro, pero pasando por cada esquina, por cada grupo de elementos que hay en él, y finalmente terminamos en la esquina inferior derecha, hacia donde apunta la piernita izquierda de un serafín, por donde sale la mirada. Me doy cuenta de que esta pieza es tremendamente dinámica.
Detalles como, los destellos en las ropas del Ángel, a la izquierda, y la corona de estrellas de la Virgen, al centro, tienen un brillo muy especial, tridimensional, realmente saltan del cuadro. Esos destellos y todos los elementos que hay en la pintura, responden a una fuente de luz situada en la parte superior izquierda, fuera del cuadro, luz que interactúa de distinta manera, dependiendo de que elemento se trate, por ejemplo, resalta levemente las escamas en el hombro del dragón-demonio, y en un par de sus cabezas, pero ilumina completamente el rostro de la virgen, el cuerpo entero del bebé, y con menor intensidad a los pequeños serafines también.
Un cetro, una espada, un ramo de flores, o incluso la joyería, son elementos cargados de simbolismos religiosos y sociales en el Arte, búscalos en cada cuadro que tengas frente a ti.
La obra que a mi más me llamó la atención es, sin lugar a duda, el autorretrato del pintor mexicano Juan Cordero, del año 1847.
"Autorretrato", Juan Cordero, 1847, México
Fuente: Google Art Project
Con la mirada fija al frente, hacia el observador, una pose relajada con el rostro levemente inclinado a su izquierda, y una imposible representación, a mi parecer, de su atuendo en distintos tonos de negro, y además con distintas texturas, hasta los botones en negro tienen volumen y textura característica. Un fondo neutro que permite a nuestra mirada avanzar de izquierda a derecha del cuadro, sin distraernos del punto focal, el ojo derecho del pintor, que resalta muy bien con apenas una pincelada de brillo en el párpado inferior, dándole una textura acuosa, natural, humana.
Para mí es una magistral técnica que convierte un trozo de lienzo cubierto con color, en un ser tridimensional que vive y respira, y te devuelve la mirada, y te cuenta un pedacito de su historia, de cómo terminó ahí, colgado del muro de un museo, al lado de otras maravillosas obras, aguardando tu llegada.
Acércate a esta exposición que puedes ver en el Museo Nacional de Arte, ubicado en la calle Tacuba #8, en el Centro Histórico de la Ciudad de México. Está justamente entre las estaciones del metro Allende y Bellas Artes. Los horarios son de martes a domingo, de 10 am a 6 pm. La cuota ordinaria es de $80 aunque hay descuento a estudiantes y adultos mayores, pero si vas el domingo la entrada es totalmente gratuita.
Tienes hasta el 4 de diciembre del 2022, no te la puedes perder.
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