Por MFTX
En Xochimilco la devoción por el Niño Dios es profunda. La imagen más célebre es el Niñopa (o Niñopan): una escultura de madera del siglo XVI que representa al Niño Jesús. Se considera una de las imágenes católicas más antiguas de América Latina. El Niñopa no tiene un templo propio; recorre cada año los hogares de los barrios de Xochimilco bajo la custodia de familias locales (mayordomos) encargadas de velar por él y organizar festejos. Por la magnitud de estas festividades, el Niñopa llegó a ser “el centro de la vida religiosa” de los barrios históricos de Xochimilco. Este culto es un sincretismo: combina la tradición cristiana traída por los evangelizadores con antiguas creencias indígenas. Por ejemplo, algunos estudios señalan que proviene del rito prehispánico del “bajamiento del agua”, donde se dramatizaba la aparición anual de Huitzilopochtli (dios solar) como un niño divino.
Antecedentes prehispánicos
Aunque hoy es una festividad católica, las raíces de esta veneración se remontan a épocas prehispánicas. En el antiguo Xochimilco se celebraba un festival el 26 de diciembre en el que “fingía que bajaba un niño del cielo” al que llamaban Atemoztl, relacionado con el dios Huitzilopochtli. Los indígenas adoraban a este niño colibrí como el “dios padre” que renacía cada año para fortalecer a la comunidad. Se cree que de esa práctica deriva la actual adoración al Niñopa y a las imágenes del Niño Dios en la región. Dichos rituales sobre la fertilidad y la siembra fueron intercambiados por la iconografía cristiana, dando lugar a un catolicismo híbrido en el que el Niño Jesús sucede al niño Huitzilopochtli, pero con nuevos símbolos (posadas, villancicos) para cantar la Natividad.
Otras advocaciones populares
Además del Niñopa, en Xochimilco existen varias imágenes del Niño Dios veneradas a nivel local. Destacan por ejemplo las siguientes:
El Niño de Belén (Barrio de Belén de Acampa): Es una imagen pequeña de madera policromada (unos 25 cm de altura) de estilo colonial, tiene un origen que se pierde en la memoria oral: la tradición local sostiene que pudo haber sido elaborada por artesanos indígenas instruidos en el México virreinal y vincula su presencia a la evangelización del siglo XVI, aunque estudios recientes indican que probablemente sea una pieza española del XVII modificada con el tiempo por sucesivas restauraciones.
Niño Dormidito (Barrio de Xaltocán): Es una imagen de un niño Jesús dormido con semblante sereno. Desde su llegada a la parroquia de Xaltocán en 1973, ha sido muy querida por los fieles. La comunidad cuenta muchas historias y milagros vinculados a este niño (crianzas, partos, consuelo), y hoy las mayordomías del Dormidito incluyen a familias de distintos barrios xochimilcas.
Niño de San Juan (Barrio de San Juan Bautista Tlalteuhchi): Un Niño Dios tallado en cedro rojo, originalmente fabricado en Cholula, Puebla, y traído a Xochimilco en la década de 1950. Es conocido como el “Niño de San Juan” porque su culto se inició en ese barrio. Con el tiempo su devoción creció y hoy sus mayordomos lo llevan en procesiones a fiestas patronales de otros pueblos vecinos (por ejemplo, a Culhuacán), donde los fieles cuentan milagros de sanaciones y favores concedidos por esta imagen.
Niño Emmanuel o de Santiago (Pueblo de Santiago Tepalcatlalpan): Menos conocido pero venerado localmente. Como las otras imágenes, pasa un año entero bajo el cuidado de un mayordomo. En Santiago Tepalcatlalpan la mayordomía de su Niño Dios implica un gran compromiso y posiblemente tenga cerca de 200 años y sea de origen europeo.
Cada una de estas advocaciones comparte las características generales del culto xochimilca: se convoca a los vecinos, se organizan posadas navideñas y procesiones, se viste la imagen con nuevos ropajes, y al final se reparte comida y ofrendas entre los fieles.
Función social y comunitaria.
El culto al Niño Dios en Xochimilco cumple importantes funciones sociales. Los festejos refuerzan la identidad comunal y la solidaridad entre vecinos. El mayordomo, con apoyo de familiares y amigos, prepara banquetes y ofrendas para todos: “el mayordomo prepara la comida para miles de personas” y organiza música y comparsas (chinelos, estudiantinas, mariachis) para el festejo.
Esta tradición de compartir la alegría navideña con comida, música y colores involucra a toda la comunidad sin distinción. Además, se espera que los fieles “devuelvan el favor” al Niño ayudando con donativos u ofreciendo donativos al altar.
De este modo, el culto fortalece las redes vecinales: prepara a cada familia para servir a los demás durante un año entero, desde las posadas de diciembre hasta la fiesta de la Candelaria en febrero. En estas ceremonias la gente suele narrar milagros personales –bebés que nacen sanos, enfermos que se curan, deseos concedidos–, lo que aumenta la esperanza colectiva. Finalmente, como señala la tradición popular xochimilca, la experiencia de vivir y atender al Niño Dios –aseguran los fieles– fomenta la unión y la fe en la comunidad incluso más que en las autoridades civiles.
La veneración al Niño Dios en Xochimilco no solo es un rito religioso, sino también un acto compartido que identifica a los barrios, estrecha lazos y alimenta la ayuda mutua entre sus habitantes.
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