Por TPS
Lambiscón (sust. masc./fem., adj.): Individuo afectado por el trastorno de servilismo obsesivo-adulador (TSOA), caracterizado por una compulsión incontrolable a lamer metafóricas suelas ajenas, alabar lo que sea que diga el jefe, el patrón o cualquier figura de poder, aunque esté diciendo que el sol es cuadrado o que la quesadilla siempre lleva queso.
Etiología social:
El lambiscón suele surgir en ambientes donde el oportunismo es valorado como virtud, el mérito es un mito y el único ascenso real es por rodilla sucia. Su crianza suele incluir frases como: “Hazle la barba al profe pa’ que te pase”, o “más vale caerle bien al licenciado que ser competente”.
Características clínico-psiquiátricas:
Reflejo barbero-gluteal Involuntario: Se activa automáticamente ante cualquier figura de autoridad, provocando elogios espontáneos tipo “¡Qué buena corbata, ingeniero, se ve usted jovial, fresco, y sobre todo, justo!”
Síndrome del “Sí señor”: Incapacidad patológica para decir “no”, incluso cuando se le pide que trabaje horas extra, cuide al perro del jefe o defienda lo indefendible con cara de “me encanta humillarme”.
Adicción a las migajas jerárquicas: El lambiscón no busca respeto, busca migajitas de aprobación. Un “bien hecho” del patrón le produce más dopamina que un kilo de tachas.
Mimetismo de opinión extrema: Su visión del mundo depende de quién le esté firmando la nómina. Es progre con los progres, fachito con los fachos y vegano si el jefe come lechuga.
Subtipología lambisconil:
Lambiscón corporativo: Se arrodilla ante el jefe de la empresa o dirección con frases como “esta empresa/institución es mi familia”.
Lambiscón académico: Le ríe todos los chistes al doctor con plaza, aunque el humor sea del Pleistoceno.
Lambiscón político: Tiene siempre una bandera cerca y una foto abrazando al próximo candidato perdedor.
Ejemplos clínicos:
– “Le aplaudió al jefe porque tosió con elegancia. Pinche lambiscón profesional.”
– “Dice que el director ‘inspira con su mirada’. Güey, no mames, ya parece secta.”
– “Se tatuó la frase del patrón: ‘el éxito es sudor y rodillas raspadas’. Háblale al exorcista.”
Tratamiento sugerido:
– Desintoxicación progresiva del elogio falso.
– Terapia de confrontación con la dignidad perdida.
– Taller intensivo de decir "no" sin llorar.
Pronóstico:
Complicado. Muchos lambiscones alcanzan altos cargos, lo que refuerza la conducta. Algunos logran rehabilitarse cuando descubren que el jefe no los va a invitar a la carne asada ni aunque le regalen una selfie con filtro de respeto.
Nota del Manual psiquiátrico chilango:
El lambiscón no nace, se hace. Pero una vez formado, es difícil de erradicar: sobrevive sexenios, jefaturas tóxicas y cambios de partido. Tiene la piel delgada, el lomo bajo y la lengua lista pa’ lustrar zapatos ideológicos.
Advertencia:
El contacto prolongado con un lambiscón puede generar erupciones morales, náuseas éticas y una leve sensación de "qué asco de gente". No lo confrontes, simplemente mantente a metro y medio… de tu autoestima.
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