Por Félix Ayurnamat
Desde mi propia obra, considero que el retrato no es solo una representación visual: es una búsqueda de la esencia de un sujeto en un momento concreto. En la práctica, ese "momento" se revela a través de la mirada, la postura, la luz y hasta el uso del color. He encontrado en la tradición del genero reflexiones que me permiten considerar que un retrato puede, sin adornos, dar cuenta del estado de ánimo y del carácter de quien posa.
Para mi un retrato debe mostrar la realidad interior del sujeto, más que su apariencia externa. Esa idea me ha acompañado al crear retratos: no basta con reproducir los rasgos físicos, hay que capturar una vibración propia del alma. Lo visible puede traicionarnos, pero el rostro, en su expresión mínima, es un umbral al mundo subjetivo de quien estamos retratando.
Este vínculo entre rostro y estado emocional lo he visto reforzado por distintos autores. Por ejemplo, he encontrado correlaciones entre tonalidades y emociones —el gris con el miedo, el amarillo con la alegría, y así sucesivamente. En mis retratos, por ejemplo un tono pálido en la piel o un fondo neutro puede señalar una carga emocional sutil, mientras que una luz cálida puede traer calor y vida.
Desde una óptica más reflexiva, el retrato actual ya no busca una estética ideal, sino que busca narrar estados como soledad, ambivalencia o fragmentación emocional. Me agrada esa idea: cada una de mis obras intenta revelar una historia íntima —a veces disfrazada, a veces expuesta— que permita reflexionar sobre la identidad y la temporalidad.
En esa línea, la crítica actual sostiene que el retrato trasciende la mera semejanza; se convierte en un diálogo subjetivo que conecta lo personal con lo colectivo, lo privado con lo público . Desde mi trabajo, el encuadre, el gesto, la expresión fugaz de una ceja levemente alzada, o un matiz en los labios, articulan una narrativa visual que hace partícipe al espectador. Lo que parecía un simple instante se convierte en un microcosmos emocional.
Les hago una pregunta: ¿has notado que a veces un retrato te "conecta", sin que necesariamente reconozcas al sujeto? Ese vínculo emocional se da porque, al captar una emoción honesta, el retrato nos ofrece un espejo. Y cuando ese espejo refleja algo verdadero, genera empatía. Mis retratos buscan esa conexión, a veces incómoda, a veces consoladora, pero siempre genuina.
Como artista, me pregunto cómo equilibrar mi propia mirada con la del sujeto. ¿Cómo evitar proyectar mis emociones sobre él? Creo que parte del acto creativo es mantenerse atento, en actitud de escucha estética, para permitir que la expresión emocional del modelo emerja sin interferencias. Empiezo apuntando al semblante, a los matices mínimos de expresión, y comienzo a construir la imagen desde ahí, sin juicios reductivos.
Creo firmemente que el retrato contemporáneo es una herramienta para captar la esencia del sujeto en un momento emocional particular, una "sustancia emocional" que habita en la forma, en el color y en la presencia del rostro. Cada pincelada, cada decisión compositiva, puede articular esa expresión: un estado de ánimo, una palabra no dicha, una historia que el sujeto lleva consigo.
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