Por El Perrochinelo
¿Qué pachuca por Toluca, mi bandita? Hoy amaneció la ciudad bien enchilada de emociones, porque es diez de mayo, día en que las florerías hacen su agosto, los mariachis andan como con harta chamba y los morros en las escuelas declaman poemas con voz de ardilla mientras sus jefecitas se limpian las lágrimas con servilletas de papel. Y mientras todo eso pasa, yo, su lomito de confianza, El Perrochinelo, me echo esta crónica pa’ homenajear a las meras meras: las mamás de barrio, las jefas que rifan y las que ya se nos fueron, pero siguen mordiendo el corazón cada que uno escucha un “hijo, abrígate”.
Porque yo también tuve jefecita, no crean que nací por esporas como hongo en baldío. No, mi madre, la doña, era una perra luchona, sin pedigree pero con clase, que me crió entre puestos de garnachas y basureros comunitarios, enseñándome a cruzar avenidas sin semáforo y a ladrarle solo a los que son gandallas. La doña me cuidó como pudo hasta que un día se me fue y desde ahí, me quedé solo... pero nunca abandonado del todo. Porque aunque ella ya no está pa' lamerme las orejas cuando tengo pesadillas, su recuerdo me sigue como pulga necia.
Y es que uno ve a la banda este día celebrando a sus jefas bien contentos, y chido por ellos, neta. Pero también hay quienes este día se lo tragan con tragos amargos, los que no conocieron a su madre porque la vida les jugó chueco, los que nomás tienen una foto amarillenta o ni eso, y aún así se rifan como campeones sin saber lo que es un regaño con cariño o un “vente pa’cá mi hijo, ya esta la comida calientita”. Y luego están los que sí la conocieron, pero se les fue morros, cuando apenas empezaban a entender que el amor no siempre viene envuelto en moños ni huele a perfume caro, sino a sopa aguada con arroz y pollo hervido.
Pero no todo está gacho, carnal, porque este día también es pa’ echarle flores a los que sin ser jefas, se avientan el paquetote con todo y pañal, tarea y regaños. Ahí están los papás que hacen de mamá sin hacerla de tos, que aprendieron a hacer trenzas viendo tutoriales en YouTube y que andan corriendo de la chamba al festival de la escuelita nomás pa’ ver bailar a la chamaca con falda de papel crepé. Y cómo olvidar a las abuelas que crían nietos como si fueran hijos, con paciencia de tortuga y chancla voladora precisa.
Pero, carnales, si hay alguien que merece altar de flores, veladoras y hasta mole con arroz este día, es esa figura mítica, esa guerrera silenciosa: la hermana mayor. Esa morra que apenas tenía edad pa’ jugar con muñecas y ya estaba cambiando pañales, haciendo el desayuno y defendiéndote del bully de la primaria. Esa que se volvió mamá sin haberlo pedido, nomás porque la vida le echó ese trompo a la uña y dijo “va, cámara, yo me lo echo”. Y lo hizo, sin dramas, sin pedir aplausos, dejando sus sueños en pausa pa’ que los tuyos avanzaran. Esas carnales son las verdaderas jefas de jefas, esas que merecen doble abrazo, dos serenatas y un altar con chelas bien frías, porque neta se la rifaron, y lo siguen haciendo.
Y yo, que soy perro callejero pero con corazón, también veo esas jefas de cuatro patas que adoptan cachorros ajenos, las gatas que se la parten pa’ alimentar a sus crías con puras sobras y dignidad, y hasta las humanas de buen corazón que cuidan a lomitos como yo. Porque aunque ya no tengo madre, este día siempre hay banda buena que me pone croquetas extras, me acaricia la cabeza o me deja dormir bajo el toldo sin patearme. Y eso, mis chavos, también es amor de madre: el que no juzga, no exige, solo está.
Así que hoy, si tienes a tu jefecita, cuídala como oro molido, abrázala, dile que la amas aunque su arroz siempre le salga batido. Y si ya se fue, recuérdala con cariño, no con tristeza. Si nunca la conociste, busca ese amor en quien te cuide sin condiciones. Y si conoces a una hermana mayor que se rifó como mamá, suéltale un “gracias” aunque sea con la voz quebrada. Porque este día no es solo pa’ celebrar a las mamás biológicas, sino a todas las almas que han sido refugio, consuelo y motor de vida.
Desde esta banqueta ardiente de sol y sueños, con las orejas caídas pero el hocico bien parlanchín, les ladra su compa, el inigualable, el bien barrio, el sentimental cuando quiere… El Perrochinelo. ¡Feliz día de las jefas chidas!
Comentarios