Por Arquitorrinco
18 de febrero 2024
La historia cuenta que en el siglo XVI se hizo la primera universidad en América, en el corazón de lo que en ese momento sería la Nueva España. La Pontificia se ubicaba en el centro histórico, cerca de lo que hoy es el Palacio Nacional, poco a poco por la necesidad de enseñar distintas disciplinas, se edificaron otras sedes, convirtiéndose así en el primer barrio universitario. Continuó creciendo hasta el siglo XX (en su segunda década, gracias al cine Goya y a “Palillo” es que surge la famosa porra), sin embargo, a mediados de los cincuenta, se vio la necesidad de mover la casa de estudios al sur de la capital mexicana, proyecto del cual estuvo como representante el arquitecto Carlos Lazo (de quien conocemos muchos chismes, que involucran política y poder, pero eso es para otro escrito).
Los primeros croquis del predio estuvieron a cargo del inexperto estudiante Teodoro González de León, sólo que, siguiendo las bonitas costumbres de esa facultad, le robaron sus dibujitos y los hicieron pasar como de Mario Pani (¿Saben que le echó la culpa a los vestigios arqueológicos de que se cayera parte de su conjunto en Tlatelolco durante el temblor del 85?). En fin, muchos grandes constructores estuvieron a cargo de las escuelas, como Villagrán de arquitectura, Enrique de la Mora de filosofía, Vladimir Kaspé de economía, Francisco J. Serrano de ingeniería, por mencionar a algunos. También cabe destacar la influencia bauhausiana y la increíble integración plástica por los artistas más representativos del momento, no por algo está catalogada como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Y pues sí, todo muy lindo ¿No?, pero es demasiado bueno para ser verdad, la universidad más famosa de México (y quizás de Latinoamérica), ha estado envuelta en casos de corrupción, que van desde estudiantes hasta rectores, lavado de dinero, desvío de recursos, nepotismo y demás temas bastante cuestionables que obviamente se quieren esconder en la cloaca en la que se ha ido convirtiendo, dónde es más difícil salir que entrar y si te atreves a pensar distinto a su esquema controlador, obsesivo y cuadrado te tachan de loco y te segregan de su “magnífica” comunidad chernobyliana.
Siendo un espacio tan grande, también tiene sus leyendas urbanas, cómo los fantasmas del Estadio Olímpico Universitario, el macabro anfiteatro de la Facultad de Medicina y los extraños objetos encontrados y situaciones que no parecen terrestres en “La Cantera” y el volcán Xitle. Personalmente me he topado sobre todo cuando empieza a anochecer y hay menos gente en las instalaciones un par de sombras y personas que desaparecen sin razón alguna, así que no suena tan descabellado que pasen cosas inexplicables.
Fuera de todo eso, es un lugar bastante bonito para procrastinar (cursando una licenciatura, por ejemplo), tirarse en el pasto y buscarles forma a las nubecitas, pasear a tus mascotas (las chinches ya son bienvenidas), hacer picnics o ir de repente a los eventos culturales gratuitos que ofrece la institución.
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