Por Félix Ayurnamat
El arte, en su vertiente que se aleja de la esfera tradicional de la alta cultura, es un fenómeno dinámico que busca construir un sistema paralelo, desafiando las estructuras impuestas por las elites. Esta expresión artística, influenciada por la visión de distintos artistas, busca convertirse en una voz de resistencia.
En contraste con la tradicional jerarquía cultural, donde ciertas formas de arte son encumbradas por élites selectas, el arte fuera de esta esfera busca descentralizar el poder creativo. Debemos buscar que el arte se convierta en un espacio donde diversas voces se entrelazan.
En este contexto, debemos crear sistemas culturales que no excluyan a las mayorías. El arte que escapa de la alta cultura busca, de esta manera, desplegar sus alas en comunidades marginadas, ofreciendo narrativas alternativas que reflejen la diversidad y complejidad de la experiencia humana.
Obras como las intervenciones urbanas o las manifestaciones artísticas en espacios comunitarios reflejan este desafío a la alta cultura. Estos artistas contemporáneos trascienden las barreras de las galerías elitistas, llevando el arte directamente a las calles, convirtiendo a la ciudad en un lienzo abierto y accesible para todos.
En la era digital, plataformas como Instagram y TikTok democratizan aún más la creación y apreciación artística. Artistas emergentes, al margen de las instituciones tradicionales, encuentran audiencias globales, desafiando así la noción de que solo ciertas formas de arte merecen reconocimiento.
Este movimiento descentralizador no solo redefine el arte, sino que también cuestiona las nociones establecidas de calidad y valor cultural. Las instalaciones efímeras, las performances callejeras y las expresiones digitales desdibujan las líneas entre lo efímero y lo duradero, desafiando la idea de que el arte debe ser estático y monumental para ser significativo.
En el corazón de esta revolución artística se encuentra la idea de que todos pueden ser creadores y apreciadores de arte, sin importar su trasfondo socioeconómico. Uno como artista debe respaldar este impulso democratizador del arte, donde la creatividad es vista como un derecho universal y no como un privilegio exclusivo.
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