Creo que la diferencia entre ser de derecha y ser de izquierda, por lo menos en este mundo nuestro dominado por los neoliberales, consiste principalmente en la postura que uno adopte ante dos cuestiones fundamentales: la cuestión de los intermediarios, y la cuestión del darwinismo social.
En cuanto a la primera, ser de izquierda consiste en resistir a esa forma social y económica que la burguesía (clase más intermediaria que media) ha acabado por imponer, y de manera rígida en este siglo. Una forma en que los intermediarios (comercio, banca, finanzas) han dejado de ser el vehículo entre la producción y el consumo y han supeditado esos puntos de partida y de llegada a sus propios intereses, convirtiendo al productor en mero proveedor y al consumidor en ser pasivo y manipulado. (Nota: obsérvese el paralelismo de lo que acabo de decir con el artista y su intermediario.) Ser de izquierda consiste en creer que esa inversión de los papeles no es ni razonable ni racional además de ser injusta. La consecuencia propiamente política de esto es que la izquierda tiene que insistir en que la sociedad, a través de sus organismos, controle mucho más que ahora al intermediario y apoye en cambio al productor y al consumidor.
En cuanto a la segunda cuestión, ser de izquierda consiste en no comulgar con esa burda imagen de la sociedad humana como sociedad animal, a la que se aplica directamente un rudimentario darwinismo o pseudodarwinismo, reducido casi exclusivamente a la idea de la lucha por la sobrevivencia, la competencia entre individuos y grupos, y el dominio del más fuerte. Incluso en biología está claro desde hace mucho tiempo que no hay tal sobrevivencia del más fuerte, y que la misma sobrevivencia del más apto debe matizarse y limitarse bastante. Pero no es eso lo más importante, sino que la sociedad humana no es obviamente una sociedad animal más que en la medida en que justamente no es humana. Pero si la competencia y la lucha no son el motor necesario y único del curso de la historia, como algunos suponen que lo son de la evolución biológica, entonces nuestra sociedad puede proponerse algo más que perpetuar en otro contexto ese resorte biológico. Proponerse por ejemplo la justicia, la armonía y el florecimiento de las aptitudes propiamente humanas. O sea los ideales de la izquierda. En lo político en sentido estrecho, nadie puede negar que existe la competencia, como existen los intermediarios, pero lo razonable es no permitir que lo uno o los otros se apoderen de la sociedad entera sometiéndola a ese aspecto particular: así como una sociedad justa deberá permitir a los intermediarios ejercer su función y ser remunerados por ello, pero no imponerse a los productores y consumidores, así no deberá permitir nunca la competencia pura y dura sin su correlato de cooperación.
En cuanto a la primera, ser de izquierda consiste en resistir a esa forma social y económica que la burguesía (clase más intermediaria que media) ha acabado por imponer, y de manera rígida en este siglo. Una forma en que los intermediarios (comercio, banca, finanzas) han dejado de ser el vehículo entre la producción y el consumo y han supeditado esos puntos de partida y de llegada a sus propios intereses, convirtiendo al productor en mero proveedor y al consumidor en ser pasivo y manipulado. (Nota: obsérvese el paralelismo de lo que acabo de decir con el artista y su intermediario.) Ser de izquierda consiste en creer que esa inversión de los papeles no es ni razonable ni racional además de ser injusta. La consecuencia propiamente política de esto es que la izquierda tiene que insistir en que la sociedad, a través de sus organismos, controle mucho más que ahora al intermediario y apoye en cambio al productor y al consumidor.
En cuanto a la segunda cuestión, ser de izquierda consiste en no comulgar con esa burda imagen de la sociedad humana como sociedad animal, a la que se aplica directamente un rudimentario darwinismo o pseudodarwinismo, reducido casi exclusivamente a la idea de la lucha por la sobrevivencia, la competencia entre individuos y grupos, y el dominio del más fuerte. Incluso en biología está claro desde hace mucho tiempo que no hay tal sobrevivencia del más fuerte, y que la misma sobrevivencia del más apto debe matizarse y limitarse bastante. Pero no es eso lo más importante, sino que la sociedad humana no es obviamente una sociedad animal más que en la medida en que justamente no es humana. Pero si la competencia y la lucha no son el motor necesario y único del curso de la historia, como algunos suponen que lo son de la evolución biológica, entonces nuestra sociedad puede proponerse algo más que perpetuar en otro contexto ese resorte biológico. Proponerse por ejemplo la justicia, la armonía y el florecimiento de las aptitudes propiamente humanas. O sea los ideales de la izquierda. En lo político en sentido estrecho, nadie puede negar que existe la competencia, como existen los intermediarios, pero lo razonable es no permitir que lo uno o los otros se apoderen de la sociedad entera sometiéndola a ese aspecto particular: así como una sociedad justa deberá permitir a los intermediarios ejercer su función y ser remunerados por ello, pero no imponerse a los productores y consumidores, así no deberá permitir nunca la competencia pura y dura sin su correlato de cooperación.
Comentarios