El obrero supo ver, en las primeras andanzas de la automatización industrial, el desplazamiento de la “generación” de riqueza desde el trabajo manual a la máquina dirigida por el saber abstracto; pero este corrimiento no cuestiona su aportación central a la teoría del valor, que siempre funcionó a la “pata coja”: para él, la fuente de toda riqueza es el trabajo no la naturaleza. Así se explica la progresiva degradación ambiental del planeta conforme la automatización del proceso productivo se ha convertido en el hecho dominante; es el triunfo rotundo de la tecnología, del general intellect. Dicho saber abstracto organizado y dirigido por el Estado y las empresas (escuelas, institutos, universidades, laboratorios, etc.) precisa de la sabiduría popular y de la cooperación social, de una movilización general para su funcionamiento. Y es en la cooperación social, en dicha relación donde los sujetos observan el tránsito de subjetividades latentes, que de forma determinante pueden cambiar el signo de las dominaciones.
El capitalismo industrial, en sus primeros pasos, logró arrebatar a los artesanos la dirección de su trabajo obligándoles a cómo y qué producir. El conocimiento de un oficio, fruto del saber social de varias generaciones y de años de aprendizaje fue relegado, puesto a disposición de los jefes de producción, los ingenieros y el personal directivo. El saber social dominado por un saber abstracto era todavía la fuente principal de conocimiento, y estaba ligado de forma imprescindible a la fuerza de trabajo. Con la mecanización y automatización el obrero de oficio es despojado de sus habilidades y saberes, el aparato tecnológico que dirige la producción puede prescindir de ellos: la máquina sustituye a la mano de obra, el saber social es aprehendido, subsumido y dirigido por el capital. Si en siglos anteriores, la pérdida de bienes comunales y la extensión del trabajo asalariado provocaron la merma de autonomía de la gente, la tragedia del siglo XXI es la proletarización del conocimiento; un dominado general intellect convertido en la principal fuerza productiva del capitalismo postfordista. Sin embargo, lo que nos puede parecer a simple vista una cadena formada por duros eslabones -general intellect, aparato tecnológico y forma-Estado-, capaces de garantizar el dominio capitalista como el medio ambiente de la vida que nos obligan a vivir, para los viejos y sus jóvenes seguidores, ese general intellect “es la base material para acabar con la sociedad de la mercancía y con el Estado”.
La realidad que nos impone el capital es dura y cruel; la soledad, los miedos y la tristeza perfilan un horizonte, no de futuro, si no de eterno presente. Va perdiendo fuerza la venta de esperanza, de paraísos, les basta con hacer navegable la nave, el planeta, el capitalismo; de ahí la importancia de la sustentabilidad, la eterna plegaria de los que viven con cierto acomodo en tiempos de zozobra: ¡Dios mio, por lo menos que me quede como estoy! Si no gusta esta realidad puede combatirse, pero nunca reinventarla con fantasías de caballeros andantes: los molinos son molinos y los gigantes, gigantes. El general intellect es lo que es, no lo que nosotros quisiéramos que fuera. Una cosa es el saber social fruto de las experiencias de la vida puestas en común (habilidades, técnicas, errores, aciertos, conocimientos, afectos, sentimientos, expresiones...) y otra el bautizado por Marx como general intellect, creador y a su vez criatura del aparato científico- tecnológico, que precisa para su voraz alimentación de la sabiduría popular.
Dos siglos de general intellect al servicio de la (re)producción capitalista han socavado las bases materiales del saber social: los vínculos sociales de las comunidades humanas y las relaciones de interdependencia y conocimiento con el medio natural donde habitan. Saberes ligados a las características de las cuencas físicas -al suelo, el agua, el clima-; saberes aprendidos con los cinco sentidos; saberes acumulados para vivir, no sólo para trabajar; saberes en el que la gente enseña y aprende, en el que la información y el conocimiento de poco sirven si no nos hacen más sabios; saber que no es tal si no se comparte, que no se obtiene sin el vínculo de la cooperación social. Con el saber abstracto y sus aplicaciones tecnológicas los vínculos sociales de la gente que hacen comunidad han ido desapareciendo, y lo que es peor, sustituidos por otros basados en el miedo, en la demanda de seguridad; vínculos directos y voluntarios entre el individuo y el Estado. El conocimiento del hábitat humano, de sus particularidades y limitaciones, del saber que nos aporta han sido reemplazados en dos centurias por la enseñanza reglada, los expertos y un aparato técnico-científico al servicio de una producción que no conoce límites, en tanto que producción de una relaciones sociales de dominio. La peor de las pesadillas es la que nos enfrenta al espejo y en él vemos reflejadas las armas del enemigo que son las nuestras. La época triunfadora del general intellect no es una fiesta (ningún tiempo anterior lo fue) por mucho que se empeñen, desde sus respectivas atalayas, los postmodernos capitalistas o los neo-operaístas de las multitudes; tras su implantación, como un paseo militar por la historia, va dejando a su paso millones y millones de vidas precarias.
Señor presidente del Senado: Por tratarse de un asunto urgentísimo para la salud de la Patria, me veo obligado a prescindir de las fórmulas acostumbradas y a suplicar a usted se sirva dar principio a esta sesión, tomando conocimiento de este pliego y dándolo a conocer enseguida a los señores senadores. Insisto, señor Presidente, en que este asunto debe ser conocido por el Senado en este mismo momento, porque dentro de pocas horas lo conocerá el pueblo y urge que el Senado lo conozca antes que nadie. Señores senadores: Todos vosotros habéis leído con profundo interés el informe presentado por don Victoriano Huerta ante el Congreso de la Unión el 16 del presente. Indudablemente, señores senadores, que lo mismo que a mí, os ha llenado de indignación el cúmulo de falsedades que encierra ese documento. ¿A quién se pretende engañar, señores? ¿Al Congreso de la Unión? No, señores, todos sus miembros son hombres ilustrados que se ocupan en política, que están al corriente de los sucesos del pa...
Comentarios