Leyendo hace tiempo a Krause, a Vargas Llosa, en el increíble editorial del El País sobre el Che Guevara, me parece ver clara la astucia argumentativa de la derecha. Por un lado, presentan la discusión como si la alternativa fuera entre la izquierda y la democracia. En ese sentido Krause y Vargas Llosa son insuperables. Aunque nunca lo afirman abiertamente, hablan todo el tiempo sobre el presupuesto de que toda la izquierda es stalinista y totalitaria. Pero cuando aceptan alguna distinción entre izquierda y stalinismo, de todos modos, a renglón seguido y sin ningún rubor lógico, culpan a la izquierda en general de los crímenes de Stalin. Ellos en cambio no son cómplices de los crímenes del nazifascismo, puesto que ellos son demócratas. La torpeza argumentativa de la izquierda, que está estos tiempos lamentablemente desorientada, se ve en esa debilidad de aceptar siempre los términos polémicos de la derecha. La izquierda debería dejar siempre bien claro que la dicotomía no es entre izquierda y democracia, sino más bien entre derecha y democracia. La democracia es sin duda alguna invención de la izquierda, hija de la Ilustración, de la Revolución Francesa y de la Independencia americana. Es cierto que algunos sectores de la izquierda traicionaron esa democracia que habían inventado. También la traicionaron, con toda evidencia, sectores de la derecha, que además no la habían inventado.
Una vez impuesta esa tonalidad en la argumentación, les es fácil echar a correr la insidia de que la izquierda es enemiga de la libertad. Si no hubiéramos perdido tan vergonzosamente como lo hemos perdido el oído histórico, nos haría saltar del asiento oír decir que la libertad es obra de la derecha.
Hay que poner atención también en la sutil insidia con que usan la palabra liberal. Como es sabido, esta palabra es de origen español. Los liberales españoles no eran propiamente demócratas, eran antimonárquicos, que no es lo mismo. Lo que oponían a las limitaciones del régimen monárquico no era esencialmente ni la democracia ni siquiera la república, era el mercantilismo. En ese sentido nuestros neo-liberales tienen perfecto derecho a llamarse liberales, aunque quizá no tan "neo". Pero es por el mercantilismo, no por la libertad –o la democracia. En Estados Unidos, la diferencia original entre "republicanos" y "demócratas" es la diferencia entre más mercantilistas y menos mercantilistas. En ese contexto, los "demócratas" son la izquierda y por eso son más demócratas. Mirado en otro contexto más amplio, a mí me parece evidente, digan lo que digan los Vargas Llosa y los François Revel, que la sociedad norteamericana, incluso cuando gobiernan los "demócratas", no es en absoluto más democrática que la sociedad sueca de fines del siglo xx, que era fuertemente socialista e "izquierdista".
Es que en esa argumentación se disimula también otra sutil falacia. Esta derecha ilustrada se jacta de moderada cuando confiesa que "la democracia" tiene sus defectos, pero es con todo, hasta ahora, la mejor organización política que ha conocido la historia. Cosa innegable, qué duda cabe, pero que no implica lo que ese argumento finge dar por implicado: que por lo tanto cualquier tentativa de un cambio que no sea de detalle, lo que ellos llaman "reformismo" y que no afecta a ningún nivel estructural, es una tentativa totalitaria. De donde resulta que apoyar a la democracia es apoyar a la derecha –puesto que, una vez más, toda la izquierda y sólo la izquierda es totalitaria. La "democracia" resulta así incriticable –e imperfectible– por ser el menos malo de los sistemas. Es como si nos dijeran que el menos malo de los torturadores es incriticable porque los demás son peores.
Una vez impuesta esa tonalidad en la argumentación, les es fácil echar a correr la insidia de que la izquierda es enemiga de la libertad. Si no hubiéramos perdido tan vergonzosamente como lo hemos perdido el oído histórico, nos haría saltar del asiento oír decir que la libertad es obra de la derecha.
Hay que poner atención también en la sutil insidia con que usan la palabra liberal. Como es sabido, esta palabra es de origen español. Los liberales españoles no eran propiamente demócratas, eran antimonárquicos, que no es lo mismo. Lo que oponían a las limitaciones del régimen monárquico no era esencialmente ni la democracia ni siquiera la república, era el mercantilismo. En ese sentido nuestros neo-liberales tienen perfecto derecho a llamarse liberales, aunque quizá no tan "neo". Pero es por el mercantilismo, no por la libertad –o la democracia. En Estados Unidos, la diferencia original entre "republicanos" y "demócratas" es la diferencia entre más mercantilistas y menos mercantilistas. En ese contexto, los "demócratas" son la izquierda y por eso son más demócratas. Mirado en otro contexto más amplio, a mí me parece evidente, digan lo que digan los Vargas Llosa y los François Revel, que la sociedad norteamericana, incluso cuando gobiernan los "demócratas", no es en absoluto más democrática que la sociedad sueca de fines del siglo xx, que era fuertemente socialista e "izquierdista".
Es que en esa argumentación se disimula también otra sutil falacia. Esta derecha ilustrada se jacta de moderada cuando confiesa que "la democracia" tiene sus defectos, pero es con todo, hasta ahora, la mejor organización política que ha conocido la historia. Cosa innegable, qué duda cabe, pero que no implica lo que ese argumento finge dar por implicado: que por lo tanto cualquier tentativa de un cambio que no sea de detalle, lo que ellos llaman "reformismo" y que no afecta a ningún nivel estructural, es una tentativa totalitaria. De donde resulta que apoyar a la democracia es apoyar a la derecha –puesto que, una vez más, toda la izquierda y sólo la izquierda es totalitaria. La "democracia" resulta así incriticable –e imperfectible– por ser el menos malo de los sistemas. Es como si nos dijeran que el menos malo de los torturadores es incriticable porque los demás son peores.
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