14 de abril 2024
¡Hola, Félix!Permíteme compartir contigo una reflexión sobre una especie que abunda más que las palomas en iglesia: los envidiosos. Desde padres que parecen agentes de bolsa comparando a sus hijos como si fueran acciones, hasta compañeras de trabajo que destilan más veneno que una serpiente de cascabel, estos seres parecen estar en todas partes, listos para amargarte el café con su toxicidad.
Empecemos con los padres envidiosos, esos seres que parecen tener una competencia permanente para comparar a sus hijos con los de los demás. ¿Tu hijo sacó un 10 en matemáticas? ¡Pues el suyo ya está resolviendo ecuaciones cuánticas en el MIT! ¿Tu hija ganó una medalla en natación? ¡La suya ya está preparándose para las Olimpiadas! ¿Cómo no sentirse como un pez fuera del agua con tanta comparación?
Luego están las compañeras de escuela, esas pequeñas brujas que disfrutan de tu sufrimiento tanto como de su maldad. ¿Recuerdas a la niña que te miraba como si fueras un extraterrestre cuando llevabas el lunch que te hacía tu madre en lugar de comprarlo en la escuela? O la que se burlaba de tu ropa "vintage" mientras ella lucía las últimas tendencias de la moda. La envidia en su máxima expresión, Félix, y todo antes de que incluso supieras deletrear la palabra.
Y, por supuesto, no podemos olvidar a las amigas envidiosas, esas que se supone que están ahí para apoyarte pero que en realidad disfrutan de tus fracasos como si fueran palomitas de maíz. ¿Has notado cómo algunas amigas parecen más interesadas en tus meteduras de pata que en tus logros? Como si tu éxito les recordara su propia mediocridad. Es triste y cómico al mismo tiempo.
Por último, pero no menos importante, están los compañeros de universidad y del trabajo, esos que parecen estar en una competencia constante por ver quién puede pisotear al otro para llegar a la cima. ¿Te ha pasado alguna vez que te esfuerzas por hacer un buen trabajo en un proyecto solo para que un compañero envidioso trate de sabotearlo para quedar él como el héroe? Es desalentador, Félix, y demuestra hasta qué punto puede llegar la envidia en la vida adulta.
En fin, Félix, es difícil entender cómo alguien puede vivir una existencia tan miserable, llena de envidia y resentimiento hacia los demás. Pero, lamentablemente, estas personas están por todas partes, haciendo que nuestras vidas sean un poco más complicadas de lo necesario. ¿No sería más fácil simplemente enfocarse en ser feliz y dejar de compararse con los demás? Pero, claro, eso sería como pedirle a un león que se vuelva vegetariano.
Con mi habitual impaciencia por la estupidez ajena,
Rebeca Jiménez
Empecemos con los padres envidiosos, esos seres que parecen tener una competencia permanente para comparar a sus hijos con los de los demás. ¿Tu hijo sacó un 10 en matemáticas? ¡Pues el suyo ya está resolviendo ecuaciones cuánticas en el MIT! ¿Tu hija ganó una medalla en natación? ¡La suya ya está preparándose para las Olimpiadas! ¿Cómo no sentirse como un pez fuera del agua con tanta comparación?
Luego están las compañeras de escuela, esas pequeñas brujas que disfrutan de tu sufrimiento tanto como de su maldad. ¿Recuerdas a la niña que te miraba como si fueras un extraterrestre cuando llevabas el lunch que te hacía tu madre en lugar de comprarlo en la escuela? O la que se burlaba de tu ropa "vintage" mientras ella lucía las últimas tendencias de la moda. La envidia en su máxima expresión, Félix, y todo antes de que incluso supieras deletrear la palabra.
Y, por supuesto, no podemos olvidar a las amigas envidiosas, esas que se supone que están ahí para apoyarte pero que en realidad disfrutan de tus fracasos como si fueran palomitas de maíz. ¿Has notado cómo algunas amigas parecen más interesadas en tus meteduras de pata que en tus logros? Como si tu éxito les recordara su propia mediocridad. Es triste y cómico al mismo tiempo.
Por último, pero no menos importante, están los compañeros de universidad y del trabajo, esos que parecen estar en una competencia constante por ver quién puede pisotear al otro para llegar a la cima. ¿Te ha pasado alguna vez que te esfuerzas por hacer un buen trabajo en un proyecto solo para que un compañero envidioso trate de sabotearlo para quedar él como el héroe? Es desalentador, Félix, y demuestra hasta qué punto puede llegar la envidia en la vida adulta.
En fin, Félix, es difícil entender cómo alguien puede vivir una existencia tan miserable, llena de envidia y resentimiento hacia los demás. Pero, lamentablemente, estas personas están por todas partes, haciendo que nuestras vidas sean un poco más complicadas de lo necesario. ¿No sería más fácil simplemente enfocarse en ser feliz y dejar de compararse con los demás? Pero, claro, eso sería como pedirle a un león que se vuelva vegetariano.
Con mi habitual impaciencia por la estupidez ajena,
Rebeca Jiménez
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