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Agustín Muhlia 1942-2009 In memoriam

Por: Eduardo A. Rincón Mejía y Martha Aranda Pereyra
En: Revista Solar M
Marzo 2009
Uno de los científicos mexicanos más importantes y sobresalientes de nuestros tiempos, pionero en la investigación de la energía solar y un destacado y muy activo miembro de la comunidad solar mexicana e internacional.
Dicen que cuando dos seres pasan mucho tiempo juntos terminan por parecerse, su genialidad así como su trabajo nos seguirán iluminando por muchos años, tal como el Sol.
Por los caminos del Sol
Agustín Muhlia Velázquez nació el 11 de marzo de 1942 en San Felipe Tlalmimilolpan, un pequeño pueblo aledaño a la ciudad de Toluca, estado de México. En una familia común con tres hermanas y cuatro hermanos, se distinguió desde pequeño por sus capacidades extraordinarias.
La tecnología en él era un don que quizás le venía de familia, su abuelo José Velázquez fue inventor, le gustaba ponerle motores a las cosas y hacer aparatos. Era dueño de una empresa textil y al ver el talento natural de su nieto, lo atrajo al grado de convertirse en su tutor, para alentar esta capacidad le permitió hacer del cuarto de la azotea de la fábrica un laboratorio en donde pasaría muchas de las horas de su infancia y juventud.
De estos primeros tiempos su compañero de infancia, y también de crecimiento, su primo, el Dr. en Filosofía Manuel Velázquez recuerda: “tanto a él como a mí nos llamaba mucho la atención la lectura, la aritmética y el álgebra, que en aquella época fue la puerta para introducirnos y de forma distinta: él se dedica a la ciencia y yo a la filosofía.     Nos íbamos juntos a la escuela, era un pasatiempo el estudiar, de esa forma empezamos a tener el gusto de hacer por lo que habíamos decidido hacer... yo me acuerdo que de chicos él me enseñó a hacer con un transistor un radio que apenas y se podía oír, eran los años 40 y 50, era una novedad al punto de que los primos nos llamaban los Peraloca”.
Su hijo José Agustín nos platicó: “pasaba mucho tiempo con su abuelo y le empezó a gustar mucho la tecnología. De la época de cuando tenía unos 20 años tenemos un cohete de combustible de estado sólido, un cohete como los de la NASA, con su motorcito. En la casa tenemos un torno que él fabricó, un taladrito que él fabricó, yo tengo radios receptores y transmisores de radio de bulbos, que él armó como hobbie, toda su vida le gustó eso. Lo último que se compró fue un tornito para hacer aparatitos, le gustaba mucho hacer aparatitos que se movieran y que hicieran cositas, desde niño era así, muy creativo”.
Y en este ir descubriéndose a sí mismo, un día se dio cuenta de que entre el cielo y la tierra había algo más que sólo aire, José Agustín comenta: “hay unos transistores de alta impedancia a los que le quitaba la tapa, los ponía al Sol y funcionaban como una celda solar, eso me lo enseñó mi papá, son de forma romboide como de unos dos centímetros en donde hay un fenómeno fotoeléctrico, tú les quitas la tapita, los pones al Sol y se produce cierta corriente, muy pequeña, es como un sensor y todos esos experimentos los empezó a hacer desde pequeño”.
Antes de ingresar a la UNAM asistió a la preparatoria de la Universidad Autónoma del Estado de México, en la ciudad de Toluca. A los jóvenes de su equipo de trabajo les platicaba que todos los días caminaba cruzando las milpas para llegar a la escuela, a veces se iba trotando, hasta que se pudo comprar una bicicleta.
Con el aire en el rostro, bajo el Sol, con su cabeza privilegiada llena de engranes metafóricos, iba el joven Agustín al encuentro con su destino: en la UAEMex había una estación meteorológica donde entró por curiosidad y quizá también por eso mismo es que fue más allá. Luis Ernesto Barrón, su mano derecha de los últimos años, recuerda que le contaba: “Aquí había un geógrafo, pero muchas de las cosas que me dijo estaban mal y cuando estudié regresé a decirle que estaba en un error, había un aparato para medir la humedad y lo tenían tapado con una capota, eso es un error y yo se lo dije.” Años más tarde regresó a ese mismo lugar de la UAEMex para conseguir que modernizaran la estación meteorológica, e incluso logró que
hicieran un museo con instrumentos para medir el tiempo climático, muchos de ellos muy antiguos.
En una entrevista que le realizamos en el año 2006, mientras hacía sus mediciones en la azotea de la Facultad de Ciencias de la UNAM nos platicó: “Mi interés comenzó prácticamente cuando era estudiante, desde que yo llegué a la Facultad de Ciencias, en donde estamos, yo ya traía la inquitud, que nació cuando iba a la milpa con los abuelos y uno empieza a ver esos cielos todavía muy limpios allá en Toluca, y nace la curiosidad de saber más sobre el Sol”.
Justo cuando se encontraba estudiando la carrera de Física, al mismo tiempo que la de Matemáticas, en la Facultad de Ciencias de la UNAM, se dio el Movimiento del 68. Agustín Muhlia, junto con su primo Manuel Velázquez, salieron a recabar dinero para el movimiento. Don Manuel nos cuenta: “El 68 es una consecuencia de un saber descubrir en los acontecimientos esa especie de estructura, de relaciones que no se ven como la economía, las relaciones histórico-sociales que nos permiten encontrar la raíz del surgimiento de grandes problemas que nos acontecen, esa era una lectura, buscar luminosidad, no quedarnos en la apariencia, ver las causas de eso que aparece como no justo, injusto, escarbar qué es lo que origina toda esa
situación porque no puede ser una casualidad nada más, sabiendo que el mundo está matemáticamente ordenado y la matemática nos permite ir más allá de la matemática y ver que todo tiene que ver con todo, ya no nos bastaba usar la analogía del cuerpo, del sistema de sistemas, sino ver por ejemplo la cuestión del caos”.
En esos mismos años, en un día de visita en su pueblo natal conoce a Doña Alicia Montero, en  los Portales del Molino, tuvieron un noviazgo de cinco años que culminó con una gran boda que se organizó en la fábrica. De ahí en adelante Agustín y Alicia, Alicia y Agustín, juntos, en un construir cotidiano que desató frutos más allá de su momento y tuvieron a José Agustín, después vino Eliana, Manoella y Jimena, todas ellas y él, herederos de esa chispa en movimiento, de esa urgencia por surcar el mundo con una luminosidad casi mágica. Agustín sin Alicia no se sabe, más con ella logró todo, su compañera y motor; su hijo nos cuenta: “Mi mamá siempre estuvo atrás de él, de hecho por ella terminó la carrera, le dijo haz la tesis o si no adiós, luego le dijo te compras el vocho, el primer coche, o si no adiós, y luego le dijo te compras la casa o si no, no nos casamos y ahí está la casa. Haz la maestría o sino, adiós; el doctorado igual. Mi mamá lo movía, lo apoyaba porque su familia no lo entendía, siempre estuvo con él”.
Una vida entre la tierra y el cielo
Así es como termina su licenciatura como Físico, su tesis según sus propias palabras fue sobre: “aplicaciones de mediciones de la radiación solar para el estudio de la turbiedad atmosférica y de la contaminación por partículas.  Hice la tesis sobre ese tema y ya para ese entonces me había apuntado como becario del Instituto de Geofísica para hacer la maestría, y ahí fue donde me encontré más instrumentos, más temas de estudio sobre el Sol y lo que está pasando cuando interacciona con la atmósfera. Entonces la tesis de maestría siguió con el mismo asunto, se trataba de hacer radiometría para estudiar el tipo de partículas que están suspendidas en la atmósfera y que producen atenuación y hasta calentamiento”.
Su cabeza, con una comprensión total, innata para la tecnología, inmediatamente encontró su nicho en el instrumental para las mediciones de la radiación solar. Corría el año de 1969 y en el Instituto de Geofísica ya existía un grupo de radiacionistas que se inició desde que la Organización Meteorológica Mundial (la OMM) envió equipos para la observación de diferentes parámetros geofísicos, como sensores de radiación solar, de la radiación infrarroja que emite la superficie de la Tierra y la atmósfera misma. Como nos comentó el Dr. Amando Leyva, su más cercano colega y amigo en esos tiempos: “Todos esos equipos estaban ahí esperando a alguien que conociera la fundamentación física y el primero que llegó fue el Dr. Muhlia, cuando lo invitaron a trabajar aquí. Yo llegué un poco después en el mismo año y me uní al grupo.”
Para poner en uso estos equipos de medición, el Dr. Muhlia, en compañía del Dr. Ignacio Galindo, que era Director del Instituto de Geofísica, buscaron el lugar para instalar la estación de Orizabita, Hidalgo, que tiene 40 años de existencia.
Luis Ernesto Barrón, su más cercano colaborador en años recientes, nos platicó: “ellos se fueron a buscar y encontraron al párroco del pueblo y en su casa pusieron la estación; contrataron a la Sra. Inés Pio Quinto, quien tiene 40 años atendiendo esa estación. El Doc siempre estaba muy al pendiente por la serie de datos históricos que hay, son más de 40 años de datos solarimétricos que tienen un valor increíble, es una estación a la que no le afecta tanto como aquí toda la caca industrial –como decía él– está libre, está limpio, verdaderamente estás midiendo el recurso solar. El intentó aprender hñähñu1, nos habló de cómo interaccionaba con la gente porque en aquel entonces casi no se hablaba español.”
De ese tiempo, el Dr. Leyva recuerda: “Llegamos a la conclusión de que no solamente debíamos entender los principios en los que se basa el funcionamiento de los sensores, sino que también deberíamos ver que midieran correctamente, y esto nos llevó de inmediato a la necesidad de saber cómo calibrar los aparatos, de manera que debíamos pensar en el aspecto internacional, que las mediciones que realizáramos aquí en México fueran comparables con las de otros países, para poder extender el conocimiento de este parámetro, que después resultó muy importante desde el punto de vista científico y económico.
Fue así como se empezó a enviar información a los Centros de Acopio Mundiales de Radiación Solar y fuimos reconocidos por la OMM como un grupo ya bien organizado.
Entonces decidimos hacer calibraciones anuales y entramos en contacto con el Centro Mundial de Datos de la OMM que estaba en la ciudad de Leningrado en la URSS, y ya enviábamos los datos, ya nos hacían comentarios y todo fue avanzando.”
Gracias a este trabajo y a este esfuerzo, así como a la precisión de los datos que se iban logrando, el Laboratorio de Radiación Solar del Instituto de Geofísica fue reconocido como Centro Regional de la Región Cuarta de la OMM, que comprende América del Norte, Centroamérica y el Caribe. Asimismo el Dr. Muhlia asistía cada cuatro años a las sesiones de calibración en Davos, Suiza, donde se encuentra actualmente el Centro Mundial de Radiación.
Allí se tienen los instrumentos patrones, donde se comparan y calibran instrumentos de todo el mundo, de manera que los aparatos con los que trabajaba  están referenciados a la escala radiométrica mundial, de ahí que parte de su trabajo consistía en calibrar los equipos de solarimetría de muchas instituciones que los utilizan, entre las que se cuenta el Servicio Meteorológico Nacional.
La obtención de datos en la estación del Instituto de Geofísica en CU, como en la de Orizabita, Hidalgo, fue de vital importancia para la realización de los primeros mapas solarimétricos que se hicieron en México: El propio Dr. Muhlia nos contó: “El Dr. Almanza -autor de los primeros mapas de radiación solar de la República Mexicana, publicados hacia 1976- echó mano de fotografía satelital, pero estos datos le sirvieron para saber cómo andaban sus estimaciones indirectas.”
La medición del recurso solar tiene un sinfín de aplicaciones y el Dr. Muhlia lo fue descubriendo a lo largo de su vida profesional, estos datos se fueron profundizando y diversificando conforme pudieron tener también nuevas interpretaciones así como instrumentos cada vez más sofisticados, porque la luz del Sol afecta todo lo que toca, afecta la atmósfera y a su vez las partículas afectan a la radiación misma, de manera que su trabajo fue siempre interdisciplinario y a sabiendas de la gran necesidad de datos precisos y específicos sobre el recurso solar. Amando Leyva nos cuenta algo de esto: “Antes estábamos en otras instalaciones donde había
un Departamento de Oceanografía Física, ellos hacían cruceros para medir cosas de oceanografía y nos invitaron a hacer mediciones de radiación solar en el mar, así nos involucramos también en eso, ya no nada más hacíamos mediciones en nuestras estaciones. Se le hicieron las adaptaciones a los aparatos para que no afectara mucho la oscilación de la marejada, se les adaptó una base que reducía los efectos del oleaje y se podían hacer las mediciones de radiación solar por primera vez en México. Ya para esas épocas entramos más y pudimos hacer más cosas en la investigación.”
Un salto cuántico en su carrera
En aquel momento los aparatos con que trabajaban eran para medir flujos totales de radiación solar, sin separarla por longitudes de onda. La separación más gruesa puede hacerse en tres partes, la infrarroja, la ultravioleta y la visible, sin embargo es necesario estudiarlas más minuciosamente, por ejemplo la UV es muy importante para los biólogos y desde el punto de vista médico. Dentro de esta “franja” de luz hay cualidades benéficas como la de fijar el calcio a los huesos y la producción de algunas hormonas y vitaminas, mientras que hay también los efectos negativos en la piel por la sobreexposición a estos rayos. Ahora bien, conforme se va estudiando la luz solar en ventanas cada vez más pequeñas, se pueden conocer otras propiedades, como la que hay en el azul, que emite una radiación fotosintéticamente activa que es la que alimenta a las plantas y las hace crecer. El conocer todos estos aspectos hizo que el Dr. Muhlia, de una ética impecable y una pasión por la exactitud, buscara la forma de obtener datos más precisos, y el querer saber también qué tan ciertos eran aquellos con los que se venía trabajando.
Recibieron la propuesta por parte del Departamento de Física de la Atmósfera de Rusia, con quienes tenían buena comunicación, de que podrían traer espectofotómetros, aparatos que en ese tiempo eran únicos porque podían medir la radiación solar en ventanas extremadamente pequeñas, de 10 nanómetros, su intención era medir la radiación solar en la Ciudad de México, que ya desde entonces tenía fama de estar bastante contaminada. Así llegaron un grupo de colegas, entre ellos el Dr. Oleg Basilio, al que se invitó a quedarse a trabajar en el Instituto. Fue así como se inició la medición de la radiación solar en bandas espectrales bien definidas y pequeñas para estudiar el aerosol atmosférico.
Entonces, como nos contó el Dr. Leyva: “el Dr. Muhlia nos propuso llevar a cabo un estudio comparativo de las partículas de una zona urbana, una rural y una de montaña.
Resolvimos llevar a cabo estos experimentos, fuimos y medimos en San Felipe Tlalmimilolpan y resultó que no era un área tan contaminada, en esa época que ya empezaba la contaminación de tipo industrial y aunque Toluca no estaba lejos, las partículas no salieron muy diferentes de un lugar donde no hubiera contaminación. También las partículas de aquí de la Ciudad salieron diferentes y las de la montaña arrojaron resultados interesantes. La propuesta fue interesante porque el Dr. Muhlia propuso que midiéramos con los aparatos comunes, antes de meternos con los fotones y los espectrofotómetros; salió un buen artículo, con una metodología que demostró que aún con los flujos totales sí se podían hacer estudios de algunas aracterísticas de las partículas de aerosol.”
Uno de los momentos más emocionantes de su carrera fue durante el eclipse total de Sol que ocurrió en 1992. Su hijo José Agustín recuerda: “Yo fui con él a Isla Isabel, que está a unos 80 kilómetros del puerto San Blas de Nayarit, ahí estuvimos como tres semanas, yo me iba por toda la isla mientras mi papá estaba calibrando los aparatos para la hora del eclipse. Lo que hacía era para estudiar los cambios climáticos a un nivel más profundo, estudiar qué es lo que hace que cambie la temperatura y ayudar a los meteorólogos, que son técnicos, a tener esa información para predicciones climáticas, aunado a que eso se deriva en muchas ramas y se puede explotar de otras formas como la medición del recurso solar, cuántos Watts puedes medir. En el eclipse se podía ver las corona del Sol y se podía medir la radiación de esa corona, yo me acuerdo que nos fuimos con un equipo de meteorólogos, uno de ellos dijo que ya iba a llover y en lo que lo dijo, empezó a llover; también había biólogos y me acuerdo que observaron que las aves se fueron a guardar para dormir. En ese momento puso sus aparatos para medir la radiación difusa y la directa de la corona solar y del anillo de diamantes que es cuando empieza a moverse la luna, y todo eso lo registró en datos.”
Mientras tanto Agustín Muhlia decidió dar un paso más en su carrera y empezó su doctorado, con el Dr. Oleg Basilio –quien se convirtió en el Director del Instituto de Geofísica– como su director de tesis, en un acuerdo con la Universidad de Leningrado, en donde pasaba algunas temporadas al año. Así en el año 1995
viajó con el Doctor Basilio a Leningrado, su tierra natal, donde encontró descanso en ese mismo viaje. No obstante el pesar de la muerte de su colega y amigo Oleg, Muhlia se defendió en el Observatorio Geofísico Principal, ante el Comité Estatal de Exámenes de Grado y aprobó su examen que le dio el grado de Doctor
en Filosofía con especialidad de Física y Matemáticas, con una tesis en la que abundaba sobre las investigaciones solarimétricas que venía realizando años atrás.
A su regreso de Rusia, Agustín Muhlia se convierte en un investigador consolidado y completamente independiente empieza a trabajar con los temas que le interesan y tiene muy buena reputación entre sus estudiantes.
Entre muchos de los proyectos en los que estaba trabajando se encuentra su colaboración con el Posgrado de Arquitectura, en donde impartía la clase de Arquitectura Bioclimática, el Arquitecto Leonardo Zeevaert nos cuenta: “el Dr. Muhlia daba la clase, esto se hacía en el Instituto de Geofísica, la idea o el proyecto que teníamos en esa materia era el de estructurar un observatorio muy completo para poder monitorear las condiciones del cielo de la Ciudad de México y poder conocer los niveles de iluminación natural que se podían aprovechar, y de ahí determinar o mejorar el reglamento de construcciones y reglamentar el ahorro de energía. Apoyaba mucho a los alumnos, porque aunque la materia duraba hora y media, el trabajo que hacían los alumnos era de 365 días del año 24 horas del día, porque el observatorio trabaja en ese horario y había disponibilidad de atenderlos a cualquier hora, y esa es una cualidad. Teníamos un pie en la azotea, ahí hacíamos las observaciones. Más adelante empezamos a ver la posibilidad de hacer experimentos más complicados llevando los equipos o el laboratorio a edificios ya construidos, entonces el último que estábamos haciendo era sobre un salón de clase en Arquitectura, lo que estábamos midiendo era la iluminación que tenía el salón y lo adecuado que ésta era. Todos estos trabajos están reportados y se formó a lo largo de 10 ó 15 años una pequeña biblioteca con los trabajos de investigación que hicieron los alumnos.”
Su habilidad tecnológica fue algo muy relevante, como nos lo cuenta su hija Manoella: “Él hacia sus propios aparatos, muchos de los aparatos de los que están aquí los mandaba traer, pero el presupuesto no era muy grande, entonces él los hacía; o las refacciones tampoco era muy fácil traerlas y entonces se las ingeniaba para hacer las piececitas que hacían falta; tenía torno chico, mediano, grande, también aquí en el taller tiene muchas herramientas para cortar acero, vidrio, o los mandaba a hacer, pero se las ingeniaba para hacer las piezas. Eso era algo muy cotidiano para nosotros, también tablas de circuitos, le hacía mucho a la electrónica. Muchas cositas así, alambritos por todos lados.” Además de hacer muchos de los instrumentos con los que trabajaba, o de hacerles reparaciones, o adaptaciones, o piezas, también hacía sus propios programas de monitoreo.
El índice Muhlia
Uno de sus grandes intereses era poder ofrecer datos certeros y útiles para el mejor aprovechamiento de la energía solar, en sus propias palabras aquella vez nos contó: “esta necesidad nos hizo durante muchos años proponerle al Servicio Meteorológico que instalara piranómetros de buena calidad en su red de estaciones automáticas, y no fue hasta 1999-2000 que empezó a instalar realmente una red solarimétrica, aunque no como nosotros hubiéramos querido y ubicada en los lugares que nos gustarían, pero ya existe.”
Consciente de los problemas que adolecen los mapas basados únicamente en fotografía satelital, empezó a trabajar en un proyecto que le tomaría los últimos años de su vida y que afortunadamente pudo dejar casi concluido.
Se disponía para presentarlo en la XXXIII Semana Solar de ANES y únicamente le faltaba afinar los últimos detalles. La revelación de este trabajo representa una grata sorpresa y una gran contribución porque proporcionará datos mucho más sólidos sobre lo que es el recurso solar en México. Su colega Amando Leyva ni ninguno otro del Instituto de Geofísica estaban enterados de la enorme noticia que estamos seguros revolucionará la historia de la medición solarimétrica en México: “no le puedo hablar de eso porque no alcanzó él a comentarnos nada, estaba trabajando sobre un índice yo creo que del grado para el posible aprovechamiento de la energía solar”.
Luis Ernesto Barrón, su mano derecha, con quien trabajó, literalmente, de sol a sol durante los últimos cinco años de vida, nos contó de esta investigación: “De las 98 estaciones que tiene el Servicio Meteorológico Nacional en toda la República, al doctor le empezaron a llegar datos a partir de 1998 y 1999, y comenzamos a procesarla. Los datos de radiación se toman cada minuto, y de 1998 hasta el 2008 se procesó toda la información. Yo pasé más de un año trabajando con esos datos, que se registran cada minuto, las 24 horas que tiene un día, los 31 días de cada uno de los 12 meses del año, y luego por todas las variables que se estaban manejando, era un sinfín de datos, pero lo acabé y él lo tuvo. Él me pidió hacer archivos por años por estación, pero solamente metiendo la radiación solar. Se hizo para cada estación, tomar de la base de datos del SMN y después se hizo un proceso de análisis de esa información, metiéndole una fórmula para que únicamente quedara la radiación, la energía disponible que él quería evaluar. De este análisis obtuvimos unas gráficas, el resultado fue por estación y por mes, él les llamaba por ejemplo los eneros totales: cuánto se recibió durante enero de 1999 a 2008, en esas frecuencias, en esos intervalos que nosotros pusimos.
Él veía las gráficas e inmediatamente decía aquí está mal, aquí faltó esto, o decía mira esto es muy interesante, aquí de verdad estamos viendo el recurso y se iba en su pensamiento. Él estaba angustiadísimo en noviembre porque yo no me estaba dando abasto, es maratónico eso que hicimos, el procesamiento de los doce meses para todas las estaciones del SMN que son 98 más Orizabita, Jardín Botánico, la de Chapingo y la de CU; la finalidad del doctor era vaciar esta información en un mapa en donde los datos estuvieran disponibles para que los consultaran todos, pero lo quería hacer sensorial, que tú le picaras a la estación, la georeferenciáramos donde están los puntos ubicados en la república, posicionaras tu cursor y entonces te decía para enero de tal estación tenemos esto, y tú le pudieras cambiar el rango que desearas observar en la gráfica. Si se dimensiona es un trabajal, es mucho, pero ya teníamos los datos crudos, lo que íbamos a poner, lo que estábamos tratando de resolver era contratar un técnico programador para que nos ayudara a hacer este mapa y subirlo a la WEB. Con el último artículo que mandó para la XXXIII Semana Nacional de Energía Solar a celebrase en Guadalajara, me pidió dos ejemplos y me dijo que estaba proponiendo un nuevo índice para la evaluación de la energía solar.
Me dijo vamos muy bien Luis, aquí está, me enseñó. Nada más tenemos que pensar cómo digitalizar esta información para que salga automáticamente en el mapa, y esto es un índice todavía no le doy, todavía no puedo decir el nombre cómo lo califico, pero esto es un índice, aquí está todo tu trabajo, pero ya estamos del otro lado, lo único que necesitamos es ponerlo” esas fueron las últimas palabras que le dirigió a Luis Ernesto, su amigo y colega, ese mismo día, 2 de junio de 2009, su corazón falló y se detuvo poco antes de la madrugada del día siguiente.
Las investigaciones del Dr. Muhlia son de un gran valor, en primer lugar para México, sobre todo en los tiempos que vienen, que estamos optimistamente seguros que serán de transición a un aprovechamiento inteligente del enorme recurso solar con que cuenta nuestro territorio; pero también es un modelo de medición que puede resumir de forma sólida, certera, lo que es el recurso solar en cualquier punto del planeta, datos que está por demás decir que pueden tener muchísimas aplicaciones, usos, interpretaciones, entre la cuales está el calentamiento global y todas las implicaciones que tiene sobre la vida en la Tierra.
Por tanto proponemos que este índice, que seguramente será puesto por su equipo de trabajo y sus colegas del Instituto de Geofísica en la Internet a disposición de todo el mundo según era su voluntad, lleve su nombre en honor a su incansable labor y para que todos los mexicanos sepamos o recordemos que aquí, en plena UNAM, bajo este cielo, anduvo un hombre dubitativo, gigante de la tecnología, un hombre con una claridad inusitada e irrepetible, un científico cuya humildad igualaba el tamaño de su genialidad, su nombre, Agustín Muhlia Velázquez.
El Legado
“Agustín siempre fue muy detallista, cada aniversario me llevaba un ramote de rosas e íbamos a un restaurante, la ultima vez cumplimos 37 años de casados, me llevó a cenar y me dedicó como 10 canciones,
desde novios siempre fue así, me llevó muchas serenatas y me dio muchos regalos de oro, él me hizo muy feliz, juntos construimos una hermosa familia”
Alicia Montero Mejía
“Yo creo que influyó mucho en todos, en mi mamá, en mis hermanos, porque siempre fue muy trabajador y muy estudioso, entonces todos intentamos ser muy trabajadores y muy estudiosos, además era muy divertido, o eso nos hizo creer porque a él lo veíamos tan clavado en sus cosas, y muy divertido siempre y muy alegre y muy activo y entonces ahí vamos también a estudiar y a tratar de ser activos y a tratar de ser estudiosos también y de no quedarnos en México, también salir y aprovechar cualquier beca o si tenemos las posibilidades de salir, de irnos, pero siempre de regresar y estar con la familia”
Manoella Muhlia Montero
“Yo nací y aprendí viendo estas cosas como juguetes, para él ser científico era su juego, no era algo formal, era divertido, iba a su trabajo a divertirse a hacer lo que le gustaba. Si la gente lo veía serio es porque era de mucho pensar, era introspectivo, antes de hablar siempre pensaba, él podía estar hablando y estar pensando en otra cosa, tenía esa capacidad, siempre estaba pensando en algo creativo o en alguna fórmula. Yo creo que aparte del legado tecnológico nos enseñó a hacer lo que nos gusta, influyó en mucha gente a hacer también lo que le gusta, sin enseñarles algo tecnológico ni científico, simplemente al definir lo que sentía al hacer su trabajo, más que un legado de conocimientos, porque cualquiera de nosotros puede generar conocimiento pero no hacernos sentido, esa parte es el resultado de, el meollo es sentirse feliz, el crear algo lo hacía feliz. Una persona que se enriqueció y enriqueció a los demás”:
José Agustín Muhlia Montero
“Una de sus alumnas dijo que a los muchachos no les gustaba llamarlo doctor, sino maestro, y para mí eso tiene una gran significación, abre un horizonte que nos deja entrever que él enseñaba de lo que estaba convencido, la teoría la hacía accesible y eso es enseñar, no precisamente aventar información sino reflejar fundamentalmente sus convicciones.  Esa apreciación de los jóvenes me hizo recordar su capacidad para escuchar, platicar, decir con honestidad, vaciarse uno mismo de lo que uno está convencido, no de una visión sino de una convicción”
Manuel Velázquez Mejía
“La época de los cruceros fue la más intensa de nuestra relación como colegas y como amigos. La vez que fue un viaje inolvidable, desde el punto de vista científico, fue cuando fuimos a un punto que nos asignó la OMM cerca del Ecuador pero frente a las costas de Brasil y la salida a tierra fue al puerto de Belem do Pará y ahí estuvimos como cuatro o cinco días y fue muy interesante conocer Brasil, vimos cómo pescaban, había días en que el capitán nos daba oportunidad de pescar.
Fue una buena época de todos como nuestro Coordinador de la Sección de Radiación Solar y del Observatorio de Radiación Solar, pues también”
Amando Leyva Contreras
“Tú le preguntabas no sólo sobre las cuestiones técnicas o instrumentales, las teóricas, en la Facultad siempre nos espantaba ver teoría sobre óptica, cuestiones de integrales y diferenciales, pero él te las digería, te decía vamos a ver por qué, te punteaba un área bajo la curva, qué es lo que estabas buscando, a dónde ibas a llegar, primero te lo mostraba y te decía porqué era importante resolver ese sistema y qué resultado estabas obteniendo. Eso pocos lo hacen, yo creo que poca gente tiene tan claro lo que está haciendo y el objetivo que lleva, como que él ya visualizaba qué resultado iba a obtener y además estaba ya pensando qué es lo que iba a hacer con eso. Yo lo veo como que aparte de que disfrutaba lo que hacía, veía más allá. Era muy bueno y era muy buena gente”
Luis Ernesto Barrón
“Él transmitía ese entusiasmo y ese amor por lo que hacía, esa convicción, porque comparativamente con otros científicos él medía y una vez que estaba seguro de lo que estaba obteniendo podía emitir un juicio, antes no; tenías con él mucha seguridad de lo que estaba haciendo.  Y como profesor excelente, que te enseña pero como si fuera un padre, muchas veces sin regañar o nos regañaba pero en vez de hacernos sentir mal nosotros decíamos queremos mejorar. Muy humano, su legado es muy grande, aparte a mí siempre me maravilló que él tenía mucha fuerza de voluntad para estudiar, no se doblegaba ni se dejaba llevar por pasiones mundanas, se veía que amaba lo que hacía, no por un horario, él demostraba ese amor por lo que hacía, yo creo que ese es el principal legado, que lo que hacía era por amor y convicción y aparte muy bien hecho. El legado para nosotros es seguir su ejemplo.  Yo conozco científicos que son bastante buenos en su área, que han publicado muchas cosas, pero su parte humana deja mucho que desear. Pero él no, siempre la ética y la ciencia, los valores humanos, eso no en cualquiera lo encuentras”
Araceli Aldana, licenciada en Física, estudiante de maestría quien piensa retomar las investigaciones del Dr. Muhlia.
“Como persona muy humilde, amaba la UNAM, siempre estuvo ahí, detrás de su escritorio, muy responsable, siempre llegando a tiempo, con esa risa, con esos pasos tan rápidos, con muchas ganas de vivir y superarse todavía más y de enseñarnos a nosotros que sí se puede.  Le aprendí mucho como persona, como científico, como papá y bendito sea Dios que me lo puso en mi camino, es un legado muy bonito, simplemente el conocerlo es un gran regalo de Dios”
Miguel Ángel Sánchez Cruz, técnico en mantenimiento del Departamento de Radiación Solar.
“Yo creo que una de las cosas que era muy importante era la comunicación que teníamos entre arquitectos que están en el programa de maestría y un científico que está en otro nivel y que puede dialogar con estudiantes de maestría, que eso no es fácil de encontrar, yo pienso que esa era una cualidad muy importante. Además el interés personal que tenía por el área de la Arquitectura”
Arq. Leonardo Zeevaert

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