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Mostrando las entradas de septiembre 7, 2008

Elemental, querido Watson.

“El varón que tiene corazón de lis, el mínimo y dulce, Blair" nos explicó hace poco que los islamistas y demás terroristas (el Eje del Mal, por si no lo sabía usted) nos odian por lo que somos, no por lo que hacemos. –¿Me entiende usted, my dear Watson? –Sí, ya entiendo, querido Holmes: quiere decir que cuando algunos ofuscados comentaristas (esa fea parte intelectual de Europa, “fascinada por la autodestrucción”) dicen que si no los oprimiéramos, explotáramos, empobreciéramos y enajenáramos, a lo mejor esos obcecados herejes no nos tendrían tanta animadversión, es que los tales comentaristas feamente intelectuales no se han dado cuenta de que la merecida miseria y enajenación de esos pueblos no es más que un pretexto: nos odiarían igual si fuéramos sus angelicales benefactores. Es más: en realidad Europa y EU son sus benefactores: por eso precisamente nos odian y se inventan que es por el daño que les hemos hecho. –A ver, a ver, atemos cabos, querido Doctor. Lo que quiere decir e

La verdadera muerte de un Presidente

por: Gabriel García Márquez A la hora de la batalla final, con el país a merced de las fuerzas desencadenadas de la subversión, Salvador Allende continuó aferrado a la legalidad. La contradicción más dramática de su vida fue ser al mismo tiempo, enemigo congénito de la violencia y revolucionario apasionado, y él creía haberla resuelto con la hipótesis de que las condiciones de Chile permitían una evolución pacífica hacia el socialismo dentro de la legalidad burguesa. La experiencia le enseñó demasiado tarde que no se puede cambiar un sistema desde el gobierno, sino desde el poder. Esa comprobación tardía debió ser la fuerza que lo impulsó a resistir hasta la muerte en los escombros en llamas de una casa que ni siquiera era la suya, una mansión sombría que un arquitecto italiano construyó para fábrica de dinero y terminó convertida en el refugio de un Presidente sin poder. Resistió durante seis horas con una metralleta que le había regalado Fidel Castro y que fue la primera arma de fueg

Canon

Nunca he querido recibir ni un centavo de eso que llaman regalías. Ni registrar nada, pero no es de eso de lo que quiero hablar, sino de que, según las nuevas disposiciones europeas y si nos descuidamos mundiales, si usted quiere leer a su autor favorito pero no quiere comprar su libro, de nada le servirá pedirlo en una biblioteca: le cobrarán a usted un canon (bonita palabra). En el caso de autores poco leídos no sé para que se usarán esos centavos, suponiendo que alguien pida sus libros en la biblioteca, porque es seguro que ellos seguiran sin recibir regalías. Pero comprendo que su caso no es representativo. En el caso de Vargas Llosa o García Márquez supongo que esos autores recibirán una mísera parte de esas míseras entradas. No creo que eso altere mucho la economía de estos escritores y ni siquiera la de sus editores y agentes literarios, pero probablemente desalentará a los ansiosos buscadores de sus obras que no puedan pagar los bonitos precios de mercado de esos bonitos libros