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LA CRÓNICA DEL DÍA: La ofrenda

  Querido Félix, ¿Sabes lo que más me gusta de noviembre? Que la gente, por una vez en el año, se toma el tiempo de recordar que la muerte está ahí, esperando, paciente, con su té de tila y su periódico, mientras observa cómo seguimos con nuestras vidas llenas de reuniones innecesarias y disfraces de Halloween de mal gusto. Ah, pero el Día de Muertos, Félix, es otra cosa. Es de las pocas festividades que realmente disfruto, la única que no me hace querer cometer multihomicidio con una engrapadora en la oficina. Bueno, casi. Poner la ofrenda es, honestamente, uno de esos raros momentos en los que no me siento como un desastre emocional. Coloco las velas, el papel picado, las flores de cempasúchil, y por unos segundos, me siento en paz. Como si todo tuviera sentido. Claro, eso dura poco, porque al minuto siguiente ya estoy maldiciendo porque no encuentro la foto del abuelo. Pero esa calma efímera es un milagro en sí. ¿Te imaginas? Yo, la que encuentra todo lo humano abrumador, poniéndome
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CRÓNICAS PERRAS: El día de muertos

  Félix Ayurnamat. 2022 Por El Perrochinelo ¡Órale, razita! Ya está por llegar esa mera mera época del año que a todos los chilangos se nos pone la piel chinita: ¡El Día de Muertos! La neta, se siente en el aire, y no solo por el olor a cempasúchil que invade las calles esos días, sino por el cotorreo que arman los escuincles pidiendo su calaverita. Ya los ves desde temprano con sus disfraces medio improvisados o bien perrones, tocando puertas y aventándose la clásica de “¡Ahí viene la Chilindrina pidiendo su mandarina; ahí viene el Chavo del Ocho pidiendo su biscocho; ya llegaron los abuelitos pidiendo sus tamalitos, ya llegó Pancho Pantera pidiendo su calavera.!” Ah, esos morritos, siempre creativos, a veces te cantan bonito y otras te avientan más amenazas que una serie de esas de narcos. Pero no importa, porque el chiste es soltarles unas moneditas o un dulcecito pa’ que se vayan bien contentos. Y es que, en serio, esa noche el barrio se transforma. Las colonias populares se ponen

HISTORIAS DESDE EL ABISMO: Carlos Enrique Taboada

Por Terrornauta El cine de Carlos Enrique Taboada es uno de los grandes en el panorama del terror mexicano, un espectro que, como los fantasmas que habitan sus películas, sigue rondando las mentes de los espectadores, aunque hayan pasado décadas desde que sus obras se estrenaron. Taboada, nacido en 1929 y fallecido en 1997, es uno de los directores más reconocidos del cine de horror en México, conocido por sus narrativas sombrías y atmósferas cargadas de misterio. Sus cintas son una mezcla perfecta de terror psicológico, horror sobrenatural y un profundo entendimiento de la psique humana, características que lo hacen comparable a los maestros del terror gótico literario, como Edgar Allan Poe y H.P. Lovecraft. El cine de Taboada no depende del terror visceral o del gore, sino de la construcción pausada y meticulosa de una sensación de peligro inminente, de una angustia que se va apoderando de cada escena, hasta envolver al espectador en una atmósfera sofocante. Es un cine gótico en su e

DESENFOQUES: El libro de piedra

El libro de piedra (1969), Dir. Carlos Enrique Taboada.   Por Andrea Méndez   A veces pienso que las películas que más nos marcan son las que logran inquietarnos de maneras profundas, casi invisibles. Eso me pasa cada vez que veo “El libro de piedra” (1969), de Carlos Enrique Taboada. Esta película tiene algo especial, una manera de colarse en tu mente y quedarse ahí, como si sus imágenes fueran sombras que se mueven en el fondo de la conciencia. Hay algo en la forma en que Taboada maneja la narrativa visual que siempre me deja reflexionando, no solo sobre el miedo, sino sobre lo que no podemos ver o entender del todo. Es un horror psicológico, casi como si la película fuera una sesión psicoanalítica en la que lentamente descubres lo que está escondido. Desde un punto de vista visual, “El libro de piedra” sobresale en cómo utiliza el espacio, la luz y los encuadres para crear una atmósfera que te envuelve. La casa donde se desarrolla gran parte de la historia es más que un escenario; e

RUMORES: El olvido

Félix Ayurnamat. 2024 Por Terrornauta El humo de las fábricas se mezclaba con la niebla sobre las colinas, cubriendo la ciudad en una bruma que los habitantes apenas notaban. Era un lugar donde la gente aprendía a desviar la mirada de las cosas incómodas y a callar cuando alguien desaparecía. Sabían que quienes se perdían eran tomados por La Compañía , una asociación criminal que se hacía rica a través de la trata de personas. En el centro de ese oscuro imperio estaba Víctor Beltrán, un hombre cuya ambición era tan inquebrantable como la oscuridad de su mirada. Esa noche del 25 de octubre, la ciudad empezaba a cubrirse, con cempasúchil, velas y papel picado en honor al Día de Muertos, pero en los callejones oscuros, el espíritu de celebración parecía menguar, como si las sombras también estuvieran de luto. Beltrán, ese empresario al que muchos temían y pocos respetaban, conducía por la ciudad con un aire de arrogancia despreocupada. Era un hombre cuya ambición no conocía límites. Cono

HISTORIAS PERDIDAS: Pa' que ya no duela

  Félix Ayurnamat. 2024 Por El Perrochimelo. Era primero de noviembre, Día de Muertos, y Manuel, el chemito del barrio, andaba rondando por el panteón como quien se arrastra. El cementerio se había llenado de gente desde temprano: familias con sus cubetas con flores, viejitos que traían mariachis pa’ sus muertos, y hasta los morros del barrio que se daban su vuelta, nomás pa’ ver si podían colarse en alguna fiesta de jaloguin. Pero Manuel no andaba pa’ eso. Su jefa estaba enterrada ahí, y aunque ya no recordaba bien su cara, tenía una cita con ella cada año. Se había pasado la mañana buscando un ramo de cempasúchil pa’ dejarle algo a su madre. Como nunca tenía lana y su "chamba" era pedir en las esquinas, optó por robarse un ramito en el mercado. Fue fácil, la gente andaba distraída con tanto muerto en la cabeza, y Manuel se hizo con un puño de flores medio apachurradas y una veladora chiquita que le regaló una señora pa’ que dejara de andar "pidiendo pa’l vicio". A

UN DÍA CUALQUIERA: La ofrenda silenciosa

  Félix Ayurnamat. 2024 Por Rebeca Jiménez Teresa se encontraba frente al altar, las manos temblorosas sosteniendo una foto vieja de Javier, su esposo. Casi un año había pasado desde que la muerte lo había arrebatado de su lado, pero para ella, su ausencia era una herida que no cerraba. Esta sería la primera vez que lo pondría en la ofrenda del Día de Muertos, un gesto que se suponía debía ser catártico, pero que para Teresa sólo profundizaba su desconcierto. ¿Cómo se ama a alguien que ya no está? ¿Cómo es posible que ahora, en su silencio eterno, lo amara incluso más de lo que pudo hacerlo en vida? Colocó la fotografía en el centro del altar, rodeada de flores de cempasúchil, velas y los objetos que él amaba: un libro que siempre llevaba consigo, su taza favorita de café, y algunos de sus artículos impresos, aquellos que solía publicar en su blog. Era irónico, pensó, que solo ahora se diera el tiempo de leerlos. Mientras vivía, solía ignorar lo que él escribía, considerándolo insignif

FÁBULAS INSULSAS: El Impasse de Raúl y su regreso de Día de Muertos

  Félix Ayurnamat. 2024 Por TPS Raúl llevaba esperando horas, tal vez días; en el Más allá, el tiempo era un concepto, digamos, "bajo mantenimiento". Todo comenzó cuando el administrador de la Central de almas en transito anunció que, por motivo de cambio de administración, se iba a modernizar el sistema de tránsitos espirituales. "Es en aras de agilizar su proceso de retorno, compañeros difuntos", habían prometido en aquel altavoz oxidado que colgaba, tembloroso, en la sala de espera. Claro, desde que lo anunciaron, la fila solo había empeorado. Raúl suspiró, o hizo lo más cercano a suspirar que puede hacer un alma incorpórea, y se acercó al mostrador. Allí, un alma delgada y ojerosa, con gafas y bigote, lo miraba desde detrás de una montaña de formularios. —¿Número? —le preguntó el funcionario con un tedio calculado. —El 1152, pero mire, es que llevo esperando aquí desde... bueno, hace un buen rato. El funcionario levantó una ceja inexistente. —¿Y qué espera encon