Sin duda lo que hay detrás del proyecto multiforme de vaciar el sentido en este época (que yo llamaría, más que postmodernidad, tardomodernidad) es la ambición de crear un nuevo hombre.
Nietzsche lo dijo claramente, y hasta tuvo la ingenuidad de llamarlo Superhombre, idea más bien cómica que acaba en un comic : Superman.
La vanguardia no lo dijo tan claramente. La ambición de La Révolution Surréaliste era cambiar al hombre, según su propia consigna. Cuando la revista pasa a llamarse Le Surréalisme au Service de la Révolution, esa consigna se supedita a la consigna marxista de cambiar el mundo.
15 DE ABRIL Sin duda porque aceptan que el camino para cambiar al hombre es cambiar el mundo. Pero esa aceptación no podía durar, y en efecto no tardó en venir la ruptura. Porque ese cambio puede entenderse de diferentes maneras. Las idea del cambio histórico como tarea del hombre era algo que Occidente había ido asumiendo poco a poco y estaba claramente asentada por lo menos desde el Romanticismo. Pero ese cambio se imaginaba como evolución, transformación gradual que no sólo no rechazaba la tradición y la herencia, sino que consistía en la modulación de la tradición y su reinterpretación incesante. Esta idea del cambio presupone implícita o explícitamente que el hombre es el lenguaje: es demasiado evidente que el lenguaje es siempre herencia y que el lenguaje no se puede inventar.
Pero lo característico de la tardomodernidad es que no acepta el cambio como evolución, sino que aspira a la ruptura radical, a la invención total, al comienzo desde cero. Este paso de la evolución a la revolución se da sin duda en la Revolución Francesa.
La primera tentativa –o más bien tentación– de crear el Hombre Nuevo es seguramente el Terror. Tentativa prematura, al parecer, y por eso abortada. Ese Terror está demasiado entreverado con una idea más bien antropológica del demos de la democracia, con diversos folclorismos e ideales democráticos humanísticos e ilustrados para poder imponerse del todo. En la frontera del siglo XX esa forma está ya madura. Las vanguardias aspiran a crear un Mundo nuevo mediante la invención de un Hombre Nuevo. Marx, o por lo menos el "marxismo real", concretamente Stalin, aspira a crear un Hombre Nuevo mediante la creación de un Mundo Nuevo.
Se ve que la disputa entre surrealistas y marxistas no es de divergencia, sino de competencia. La coincidencia de nazis y stalinistas en la persecución de la vanguardia podría ponernos en la pista. Si hubiera oposición entre la vanguardia y un totalitarismo, sería de esperarse que el totalitarismo contrario apoyara a la vanguardia contra el enemigo común. Si los tres se combaten entre sí, es que compiten entre sí. El nazismo es el más explícito en el proyecto de crear un Hombre Nuevo. Y simultáneamente un Mundo Nuevo. Puesto que ese Hombre nuevo surgirá de la violencia y la fuerza, justificadas en la biología, todo ello cosas muy de este mundo. El proyecto obviamente no puede tolerar el proyecto competitivo de Stalin: el de fundar la violencia y la fuerza en la tentativa de crear el Hombre Nuevo. Y ni uno ni otro pueden tolerar el proyecto de la vanguardia: crear el Hombre Nuevo directamente, sin pasar por la política.
La manera más metafísica (y por ello seguramente la más verdadera y la más ineficaz) de describir todo esto sería decir que el proyecto de crear un Hombre Nuevo significa el proyecto de recomenzar el sentido. Tarea según yo absurda porque eso implica que el sentido puede tener un comienzo. Salvo especulaciones más-que-metafísicas, es evidente que el sentido está siempre ya empezado y es imposible empezarlo y más aún reempezarlo.
Esta tentativa es metafísicamente absurda e históricamente monstruosa (como nos consta). Recomenzar el sentido no puede ser sino sacarlo de su lugar y ponerlo en otro.
Ese otro lugar no puede ser sino el poder, si es que no la violencia desordenada. Hasta mediados del siglo XX el camino escogido fue principalmente el del poder totalitario y su violencia organizada. Después ha sido principalmente el del poder monopólico, el chantaje intelectual del dogma tardomoderno y el pragmatismo cínico. Todo ello asentado en la pérdida de asidero de la sociedad sobre la tecnología.
Nietzsche lo dijo claramente, y hasta tuvo la ingenuidad de llamarlo Superhombre, idea más bien cómica que acaba en un comic : Superman.
La vanguardia no lo dijo tan claramente. La ambición de La Révolution Surréaliste era cambiar al hombre, según su propia consigna. Cuando la revista pasa a llamarse Le Surréalisme au Service de la Révolution, esa consigna se supedita a la consigna marxista de cambiar el mundo.
15 DE ABRIL Sin duda porque aceptan que el camino para cambiar al hombre es cambiar el mundo. Pero esa aceptación no podía durar, y en efecto no tardó en venir la ruptura. Porque ese cambio puede entenderse de diferentes maneras. Las idea del cambio histórico como tarea del hombre era algo que Occidente había ido asumiendo poco a poco y estaba claramente asentada por lo menos desde el Romanticismo. Pero ese cambio se imaginaba como evolución, transformación gradual que no sólo no rechazaba la tradición y la herencia, sino que consistía en la modulación de la tradición y su reinterpretación incesante. Esta idea del cambio presupone implícita o explícitamente que el hombre es el lenguaje: es demasiado evidente que el lenguaje es siempre herencia y que el lenguaje no se puede inventar.
Pero lo característico de la tardomodernidad es que no acepta el cambio como evolución, sino que aspira a la ruptura radical, a la invención total, al comienzo desde cero. Este paso de la evolución a la revolución se da sin duda en la Revolución Francesa.
La primera tentativa –o más bien tentación– de crear el Hombre Nuevo es seguramente el Terror. Tentativa prematura, al parecer, y por eso abortada. Ese Terror está demasiado entreverado con una idea más bien antropológica del demos de la democracia, con diversos folclorismos e ideales democráticos humanísticos e ilustrados para poder imponerse del todo. En la frontera del siglo XX esa forma está ya madura. Las vanguardias aspiran a crear un Mundo nuevo mediante la invención de un Hombre Nuevo. Marx, o por lo menos el "marxismo real", concretamente Stalin, aspira a crear un Hombre Nuevo mediante la creación de un Mundo Nuevo.
Se ve que la disputa entre surrealistas y marxistas no es de divergencia, sino de competencia. La coincidencia de nazis y stalinistas en la persecución de la vanguardia podría ponernos en la pista. Si hubiera oposición entre la vanguardia y un totalitarismo, sería de esperarse que el totalitarismo contrario apoyara a la vanguardia contra el enemigo común. Si los tres se combaten entre sí, es que compiten entre sí. El nazismo es el más explícito en el proyecto de crear un Hombre Nuevo. Y simultáneamente un Mundo Nuevo. Puesto que ese Hombre nuevo surgirá de la violencia y la fuerza, justificadas en la biología, todo ello cosas muy de este mundo. El proyecto obviamente no puede tolerar el proyecto competitivo de Stalin: el de fundar la violencia y la fuerza en la tentativa de crear el Hombre Nuevo. Y ni uno ni otro pueden tolerar el proyecto de la vanguardia: crear el Hombre Nuevo directamente, sin pasar por la política.
La manera más metafísica (y por ello seguramente la más verdadera y la más ineficaz) de describir todo esto sería decir que el proyecto de crear un Hombre Nuevo significa el proyecto de recomenzar el sentido. Tarea según yo absurda porque eso implica que el sentido puede tener un comienzo. Salvo especulaciones más-que-metafísicas, es evidente que el sentido está siempre ya empezado y es imposible empezarlo y más aún reempezarlo.
Esta tentativa es metafísicamente absurda e históricamente monstruosa (como nos consta). Recomenzar el sentido no puede ser sino sacarlo de su lugar y ponerlo en otro.
Ese otro lugar no puede ser sino el poder, si es que no la violencia desordenada. Hasta mediados del siglo XX el camino escogido fue principalmente el del poder totalitario y su violencia organizada. Después ha sido principalmente el del poder monopólico, el chantaje intelectual del dogma tardomoderno y el pragmatismo cínico. Todo ello asentado en la pérdida de asidero de la sociedad sobre la tecnología.
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