El año se va y todavía sin hablar de muchos temas. Tengo que escribir por lo menos algo sobre las monstruosidades que están ocurriendo.
Las razones fundamentales son tan evidentes y elementales, que casi da vergüenza anotarlas. Pero tampoco hay que dejar pasar algunos argumentos parciales o secundarios.
Hubo un grupo en E.U. que sacó una pancarta diciendo que la guerra es un mal, pero a veces es un mal menor. Es claro que la inmensa mayoría de las veces es el mayor de los males. Y esta vez es de ésas.
No hay un eje del mal; hay un ombligo del mal: EU o más precisamente la “cúpula” del poder norteamericano.
Ayer una chica decía en la calle, refiriéndose a los manifestantes: “Son uno criminales pintando en las paredes”. Habría que decirle: “Mire, señorita, si tirar bombas ofende menos a la razón que pintar en las paredes, más nos valdría suicidarnos a usted y a mí.”
Si la industria militar norteamericana impone su orden mundial, se habrá cerrado el ciclo. Eso que empezó hace cuarenta siglos entre el Tigris y el Éufrates, lo que llamamos civilización o simplemente historia, habrá terminado, como empezó, entre el Tigris y el Éufrates. No como suponen Fukuyama et al. (incluyendo notables predecesores) porque bajo un poder único desaparezcan los conflictos, sino porque bajo un poder único desaparecen el derecho y la moral. Y por supuesto la dignidad humana, que es el presupuesto axiomático de toda moral. Sin derecho, sin dignidad y sin moral no hay civilización, es la barbarie. La historia de una sociedad tal no sería propiamente historia. La pervivencia, incluso el “desarrollo” de la especie humana renunciando al propósito de construir la dignidad del hombre, es una peripecia sin sentido. El sentido está ligado, en una raíz profunda y antigua, a la dignidad. Una historia sin dignidad se parece más a una historia animal, a una evolución, que a la historia humana.
¿Es esto lo que soñaba Kojève, incluso Lévi-Strauss, con su idea del regreso a la historia fría? Esa homeostasis final que describe Lévi-Strauss es mucho más fría que las sociedades frías paleolíticas. Eso ya no es historia, es sólo sociedad fría, porque el hombre, social e histórico, comparte con los animales su carácter social , y se distingue de ellos por su carácter histórico.
Kojève era hegeliano y se imaginaba sin duda esa sociedad sin historia con aire prusiano. Una sociedad que basaría su cohesión en fuerzas internas parecidas a las que mantienen la cohesión de las sociedades animales: disciplina, jerarquía, eficacia. Es de suponer que nunca imaginó una sociedad sin historia fundada en el cinismo. A pesar de su escalofriante impasibilidad, creo que se hubiera escandalizado ante el mundo que quieren imponernos los gringos.
Tampoco Lévi-Strauss, me imagino, pensaba en una sociedad cínica. Es cierto que el automatismo se parece al cinismo, en la medida en que uno y otro eluden la moral, y él sin duda piensa en unas estructuras puras que gobiernan automáticamente las funciones sociales. Pero él está siempre convencido del carácter inconsciente de esos automatismos, mientras que el cinismo es un fenómeno del ámbito de la conciencia. Supongo pues que también estará escandalizado.
La sociedad sin historia que finalmente quieren imponernos no es moralmente neutral, no está más allá del bien y del mal, sino justo en el mal, en el ombligo del mal, porque el cinismo no es amoral, sino muy precisamente inmoral —es el asesinato de la moral a sabiendas, en su propio terreno.
Las razones fundamentales son tan evidentes y elementales, que casi da vergüenza anotarlas. Pero tampoco hay que dejar pasar algunos argumentos parciales o secundarios.
Hubo un grupo en E.U. que sacó una pancarta diciendo que la guerra es un mal, pero a veces es un mal menor. Es claro que la inmensa mayoría de las veces es el mayor de los males. Y esta vez es de ésas.
No hay un eje del mal; hay un ombligo del mal: EU o más precisamente la “cúpula” del poder norteamericano.
Ayer una chica decía en la calle, refiriéndose a los manifestantes: “Son uno criminales pintando en las paredes”. Habría que decirle: “Mire, señorita, si tirar bombas ofende menos a la razón que pintar en las paredes, más nos valdría suicidarnos a usted y a mí.”
Si la industria militar norteamericana impone su orden mundial, se habrá cerrado el ciclo. Eso que empezó hace cuarenta siglos entre el Tigris y el Éufrates, lo que llamamos civilización o simplemente historia, habrá terminado, como empezó, entre el Tigris y el Éufrates. No como suponen Fukuyama et al. (incluyendo notables predecesores) porque bajo un poder único desaparezcan los conflictos, sino porque bajo un poder único desaparecen el derecho y la moral. Y por supuesto la dignidad humana, que es el presupuesto axiomático de toda moral. Sin derecho, sin dignidad y sin moral no hay civilización, es la barbarie. La historia de una sociedad tal no sería propiamente historia. La pervivencia, incluso el “desarrollo” de la especie humana renunciando al propósito de construir la dignidad del hombre, es una peripecia sin sentido. El sentido está ligado, en una raíz profunda y antigua, a la dignidad. Una historia sin dignidad se parece más a una historia animal, a una evolución, que a la historia humana.
¿Es esto lo que soñaba Kojève, incluso Lévi-Strauss, con su idea del regreso a la historia fría? Esa homeostasis final que describe Lévi-Strauss es mucho más fría que las sociedades frías paleolíticas. Eso ya no es historia, es sólo sociedad fría, porque el hombre, social e histórico, comparte con los animales su carácter social , y se distingue de ellos por su carácter histórico.
Kojève era hegeliano y se imaginaba sin duda esa sociedad sin historia con aire prusiano. Una sociedad que basaría su cohesión en fuerzas internas parecidas a las que mantienen la cohesión de las sociedades animales: disciplina, jerarquía, eficacia. Es de suponer que nunca imaginó una sociedad sin historia fundada en el cinismo. A pesar de su escalofriante impasibilidad, creo que se hubiera escandalizado ante el mundo que quieren imponernos los gringos.
Tampoco Lévi-Strauss, me imagino, pensaba en una sociedad cínica. Es cierto que el automatismo se parece al cinismo, en la medida en que uno y otro eluden la moral, y él sin duda piensa en unas estructuras puras que gobiernan automáticamente las funciones sociales. Pero él está siempre convencido del carácter inconsciente de esos automatismos, mientras que el cinismo es un fenómeno del ámbito de la conciencia. Supongo pues que también estará escandalizado.
La sociedad sin historia que finalmente quieren imponernos no es moralmente neutral, no está más allá del bien y del mal, sino justo en el mal, en el ombligo del mal, porque el cinismo no es amoral, sino muy precisamente inmoral —es el asesinato de la moral a sabiendas, en su propio terreno.
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