¿Recuerdan aquello que decía Kant de obrar de tal manera que la norma de nuestra conducta privada pueda elevarse a norma de universal observancia? Eso es exactamente lo que propone el neoliberalismo: que elevemos a universal observancia la norma de comportamiento de la empresa privada. Por ejemplo, a fines del año pasado, Le Monde nos informaba de que “últimamente, varias marcas, en especial Aquafina y Dasani, las más vendidas en los Estados Unidos, tuvieron que reconocer públicamente que sus fábricas de embotellamiento eran alimentadas por las redes locales de distribución de agua.” Bien es cierto que aquí se entiende lo de privado y universal de manera un poco diferente de como lo entendía Kant. El agua que pagamos universalmente todos, con nuestros impuestos, se eleva a norma privada bajo la forma del precio que pagamos universalmente por esa misma agua, con lo cual se eleva, y muchísimo, la norma de las ganancias privadas de la empresa. No muy diferente es la información que el mismo periódico nos daba el 6 de febrero. Parece que los fraudes en la ciencia se están volviendo cada vez más frecuentes, o sea más universales. Por ejemplo, cuando la investigación está financiada por empresas privadas, como quieren Sarkozy y Calderón, y como aconseja incluso el plan de Bologna, los investigadores científicos no tienen empacho en falsear los resultados en el 16% de los casos para favorecer a sus patrocinadores. Cosa ligeramente escalofriante cuando pensamos que de esos científicos depende nuestra salud, nuestra energía, nuestra tecnología y por supuesto nuestra vida misma, provisionalmente escatimada por las muy científicas armas masivas. Pero nosotros no sólo somos modernos, sino decididamente modernizadores; hemos comprendido que nuestros abuelos no entendían el verdadero sentido del apotegma kantiano. Porque “observancia” también quiere decir acatamiento (lo dice la Academia), o sea como quien dice obediencia. Lo que quiso decir Kant es que el comportamiento de la empresa privada debe ser universalmente obedecido, ¿clarisimo o no?
Señor presidente del Senado: Por tratarse de un asunto urgentísimo para la salud de la Patria, me veo obligado a prescindir de las fórmulas acostumbradas y a suplicar a usted se sirva dar principio a esta sesión, tomando conocimiento de este pliego y dándolo a conocer enseguida a los señores senadores. Insisto, señor Presidente, en que este asunto debe ser conocido por el Senado en este mismo momento, porque dentro de pocas horas lo conocerá el pueblo y urge que el Senado lo conozca antes que nadie. Señores senadores: Todos vosotros habéis leído con profundo interés el informe presentado por don Victoriano Huerta ante el Congreso de la Unión el 16 del presente. Indudablemente, señores senadores, que lo mismo que a mí, os ha llenado de indignación el cúmulo de falsedades que encierra ese documento. ¿A quién se pretende engañar, señores? ¿Al Congreso de la Unión? No, señores, todos sus miembros son hombres ilustrados que se ocupan en política, que están al corriente de los sucesos del pa
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