Nadie se ha puesto de acuerdo sobre lo que se entiende por inteligencia pero, como dicen los expertos, "aunque no existe un acuerdo unánime sobre la definición de la Inteligencia, ello no ha impedido que se establezcan índices que midan su capacidad" y lo dicen sin ironía. Está claro que si nada ha impedido medir algo que no conocemos, por algo será. Ocurre que la inteligencia es una cualidad elegante, individual, heredable, digna de una civilización avanzada como la nuestra. El clasificar al ciudadano en función de los enemigos que mata, de las horas que reza, de los soldados que tiene o las mujeres que mantiene, ya no es fino, no es liberal ni democrático. Pero la inteligencia es otra cosa.
Y como es importante, se discute de ella con pasión. En Estados Unidos los afro americanos no están dispuestos a aceptar el veredicto de los tests que los blancos han inventado, veredicto que anuncia sin rodeos que, en promedio, ellos son algo así como 15 puntos mas idiotas que los blancos. Dado que la inteligencia es vital, no es de extrañar que se quiera linchar al profesor Shockley, premio Nóbel de física, que afirma que los afro americanos son hereditariamente poco listos y que lo más prudente sería acabar discretamente con ellos antes de que su estupidez acabe con todos.
Pero para entrar en estas peleas no es difícil haber aceptado previamente la "economía de la inteligencia", la "inteligencia negocio", dando por hecho que el bien común es la suma de los bienes individuales, que la inteligencia de la nación es, como en economía, la suma de las inteligencias de los ciudadanos; que la felicidad individual regulada por el mercado conduce a la felicidad global. La consecuencia obligada en el campo de la inteligencia es ni más ni menos que la eugenesia. Pero este engendro con nombre de abuelita, podía hacer referencia, hasta no hace mucho, al color de los ojos (azules) y al color del pelo (rubio), a características de la "raza". Esto, en este momento, sería demasiado, al menos para confesarlo, aunque los inmigrantes importados sigan haciendo trabajos forzados por todas partes del "primer mundo".
Y como es importante, se discute de ella con pasión. En Estados Unidos los afro americanos no están dispuestos a aceptar el veredicto de los tests que los blancos han inventado, veredicto que anuncia sin rodeos que, en promedio, ellos son algo así como 15 puntos mas idiotas que los blancos. Dado que la inteligencia es vital, no es de extrañar que se quiera linchar al profesor Shockley, premio Nóbel de física, que afirma que los afro americanos son hereditariamente poco listos y que lo más prudente sería acabar discretamente con ellos antes de que su estupidez acabe con todos.
Pero para entrar en estas peleas no es difícil haber aceptado previamente la "economía de la inteligencia", la "inteligencia negocio", dando por hecho que el bien común es la suma de los bienes individuales, que la inteligencia de la nación es, como en economía, la suma de las inteligencias de los ciudadanos; que la felicidad individual regulada por el mercado conduce a la felicidad global. La consecuencia obligada en el campo de la inteligencia es ni más ni menos que la eugenesia. Pero este engendro con nombre de abuelita, podía hacer referencia, hasta no hace mucho, al color de los ojos (azules) y al color del pelo (rubio), a características de la "raza". Esto, en este momento, sería demasiado, al menos para confesarlo, aunque los inmigrantes importados sigan haciendo trabajos forzados por todas partes del "primer mundo".
Ahora es mucho más elegante hablar de la inteligencia, cualidad "eugenesizable" por excelencia. Evidentemente, si ser inteligente es ser eficaz, productivo, competitivo e importante. De ahí se implicará la mejora imparable, no ya de la nación, sino de la humanidad entera.
Se discute apasionadamente sobre si la inteligencia es heredada o no. Izquierdas y derechas forman bandos apretados y dispuestos a todo. La ideología los separa y la confusión los une.
Se discute apasionadamente sobre si la inteligencia es heredada o no. Izquierdas y derechas forman bandos apretados y dispuestos a todo. La ideología los separa y la confusión los une.
Cuando nos preocupamos en luchar contra los generalmente muy reaccionarios defensores de la teoría hereditaria, olvidamos por lo menos dos hechos importantes: primero, que el hecho de ser la inteligencia heredada o adquirida, no debería importarnos mucho, puesto que en un medio socialista ninguna cualidad, heredada o adquirida habría de ser base para discriminación; y segundo, que estamos defendiendo que la inteligencia se adquiere fundamentalmente a través del medio cultural, que es maleable y por lo tanto desarrollable en norma igualitaria, sin darnos cuenta de que tratamos de una cualidad que se adapta como anillo al dedo al sistema competitivo-productivista en que vivimos y que en ese medio socialista lo mejor que podríamos hacer es olvidarla.
Lamentablemente, no pocos políticos de izquierdas y científicos progresistas defienden la teoría de la "adquisición cultural" de la inteligencia, como condición "sine qua non" para emprender el socialismo. Es decir, parecen aceptar el hecho de que si demostrara la certeza de la teoría hereditarista, si la inteligencia se repartiera al nacer, ya nada podría hacerse en favor de la justicia social, puesto que la injusticia vendría dada ya desde la cuna. Terrible opción. (continúa...)
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